MARCELO ALLASINO

“Siempre aposté a quedarme en Rafaela”

De la Redacción de El Litoral

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Muy joven todavía, ganó una beca para ir a estudiar a Nueva York, pero volvió. Presentó una obra en Buenos Aires, “La Brusarola”, que generó el elogio unánime de la crítica, y también volvió. En 1989 creó el Grupo Punto T, con el que estrenó sus producciones más destacadas por el público y la crítica especializada. Junto otros artistas rafaelinos fundó el Centro Cultural La Máscara.

En el panorama de las artes escénicas de la Argentina, su nombre siempre se asocia al talento, a la creatividad y, esencialmente, al trabajo incesante en aras de conseguir los mejores resultados.

Marcelo Allasino, referente de la actividad teatral y cultural de su ciudad, habla en esta entrevista -realizada en el programa La Cuarta Pared, de Cable y Diario- de su aún joven gestión como secretario de Cultura de Rafaela, de los proyectos, de los desafíos.

—¿Por qué te dedicaste al teatro?

—En principio empecé a tomar clases de danza como un complemento, como una extensión de mi formación teatral. Como siempre me interesó la cuestión gestual, física y corporal, la danza contemporánea fue un descubrimiento, pero fue posterior a mi llegada al mundo del teatro.

Tuve durante muchos años una participación muy activa en una compañía local, que sobre todo en la década del ‘90 tuvo mucha fuerza: el grupo Danzarte. A partir de ahí empecé a trabajar en otras compañías. El teatro y la danza siempre estuvieron de la mano en mis espectáculos. Técnicamente, me significa un aporte muy rico el mundo de la danza contemporánea, el contact improvisation.

Además, cada vez que viajaba aproveché para seguir formándome como bailarín, porque era uno de los caminos que me motivaban. Pero también con la danza ocurre que el cuerpo en algún momento dice basta.

En Nueva York

— ¿Qué significó en tu carrera la beca que ganaste?

—En 1993, gracias a Noches de Ronda, que fue mi primera obra como autor y director, en la Bienal de Córdoba, gané esta magnífica oportunidad -en ese momento era algo impensable para mí- de ir a estudiar al Lee Strasberg Theatre Institute de Nueva York. El hecho de vivir unos meses en esa ciudad, estudiando teatro y danza, fue una experiencia total. Poder tomar contacto con una de las capitales artísticas más importantes del mundo y vivirla en el día a día, y conocer tanta gente de todo el mundo, me abrió la cabeza.

Yo vivía dentro de la escuela durante el día, y a la noche aprovechaba para ir a ver teatro. Vi lo más rico que pasaba por la cartelera de ese momento. Siendo tan joven, significó una entrada de información y de sensaciones muy intensa.

—¿Es difícil hacer teatro en el interior del interior?

—Desde mi punto de vista es muy sencillo. Hay pocas las compañías y un apoyo de parte del Estado; además existe en Rafaela la Comisión para la Promoción de la Cultura, que otorga apoyos económicos para las producciones. Uno tiene al alcance de su mano salas de ensayo, espacios para hacer funciones, dinero para producir.

Lo adverso, en una comunidad tan pequeña, es que no existen espacios de formación sistemática, no hay un diálogo abierto entre profesionales que tengan las mismas expectativas; entonces, en ese sentido, durante muchos años me sentí muy solo. Pero aposté por quedarme en mi ciudad porque, además de tener a mis seres queridos, he tenido una compañía de actores que me respondían con una entrega total. La dificultad que veo es que, si no se crean espacios de formación sostenidos, esto puede convertirse en atisbos que en el futuro no tengan resonancia.

“La Máscara es mi casa”

—La Máscara es un punto de referencia del teatro en Argentina. ¿Qué significa en tu vida?

—La Máscara es mi casa, un espacio que creé en 1991 y que durante más de 20 años ha sido el centro de mi trabajo artístico y de mi gestión. Siempre va a ser mi casa. Hoy, por una cuestión ética, di un paso al costado en la conducción de la institución, que sigue en manos de nuestra vicepresidenta, Any Borgogno, junto a Gustavo Mondino. Ese equipo que se formó hoy puede dar respuestas a la gran demanda que genera la gente que va a La Máscara, con una eficiencia y un modo de trabajo que hemos construido juntos y que, por suerte, hemos podido transferir a las nuevas generaciones.

La gestión

—¿Qué significa ser secretario de Cultura de una ciudad como Rafaela?

—No es sencillo, porque Rafaela, aún siendo una comunidad pequeña, es muy inquieta en cuestiones culturales, y tiene un desarrollo muy intenso en muchos territorios: por el lado de la música, del teatro, de las artes visuales.

Hay una demanda constante, un interés creciente por desarrollarse de parte de las agrupaciones e instituciones, hay cantidad enormes de ONGs que trabajan en proyectos artísticos, en folclore, en rock, en música clásica: es una tarea de 24 horas al día. Aunque suene exagerado, puedo asegurar que es así.

—El Festival de Teatro es marca identitaria de Rafaela. La gente va temprano con los sillones a hacer cola para sacar la entrada: eso no pasa en ningún otro lado. ¿Cuál es el sueño de este año para el festival?

—Eso es el resultado de décadas de trabajo de todos estos grupos que enumeraba que, de manera casi anónima, hacen su aporte diario. El año pasado, el festival creció mucho en la idea de ir a subsedes, y este año vamos a ir a dos subsedes más: Suardi, Sunchales y Ramona. Eso implica un esfuerzo bastante significativo a nivel de producción, pero nos hace felices darles la posibilidad a los artistas que vienen al festival de trabajar más aún.

La nota

Referente del mundo de las artes escénicas en Argentina, el rafaelino -actual secretario de Cultura de su ciudad- hace un balance sobre la tarea desarrollada hasta ahora.

La nota

Rafaela es una fiesta.La convocatoria a los espectáculos públicos organizados por la Municipalidad de Rafaela es siempre multitudinaria. En un baile popular, con Los Amados, con los artistas, con el talento... Fotos: Gentileza Prensa Municipalidad de Rafaela

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Durante casi 20 años ha concretado una intensa actividad relacionada con el teatro, la danza y la gestión, como intérprete, autor, director y coreógrafo.

Foto: Luis Cetraro