Sobrevolando las estrellas del firmamento

Nidya Mondino de Forni

Sobrevolando las estrellas del firmamento

Ya Pitágoras pensaba que cada uno de los planetas y estrellas hacían música a medida que viajaban por los cielos. Que producían sonidos musicales perfectos tales como las cuerdas al vibrar emiten armónicos perfectos. Por otra parte, Boecio (480-524 A.C.) afirmaba que había tres tipos de música, vocal, instrumental y Música de las Esferas: “el movimiento extremadamente rápido de tan grandes cuerpos simultáneamente no podría ser sin sonido, en especial porque las sendas de las estrellas están combinadas por una adaptación tan natural que nada más igualmente compacto o unido puede ser imaginado”. Referente a ello Shakespeare en El Mercader de Venecia expresa: “Mira cómo el piso del cielo está densamente incrustado de pátinas de brillante oro; no existe ni la más pequeña que puedas observar que no cante en su movimiento como un ángel”. También el astrónomo Kepler, contemporáneo de Shakespeare, intentó calcular los variados sonidos que emitían los diferentes planetas según su velocidad y su masa, igual que los trompos. Hasta llegó a deducir algunos sonidos para cada uno de ellos.

Con el tiempo e influido por el libro de Maurice Ravel, Los planetas y su importancia en los acontecimientos mundiales, el compositor inglés Gustav Von Holst (1874-1934), siendo profesor en Londres, escribe la Suite Sinfónica Los Planetas (1916). Gustav Holst (quien no obstante tener raíces familiares en Suecia, Lituania y España, se quitó el von de su nombre por temor de ser identificado como alemán durante la Primera Guerra Mundial), inició su carrera musical como primer trombón de la orquesta escocesa. Su producción comprende todos los géneros.

Su orquestación, digna de Berlioz y al estilo de Rimsky-Korsakov o de Stravinsky, se basa principalmente en los instrumentos de viento. Su escritura musical contrapuntística tiende a la linealidad y a interesantes soluciones politonales. Se interesa además por la música inglesa. Atraído por la filosofía hindú compone numerosas y grandiosas adaptaciones de himnos del Rig-Veda (*). La influencia de la filosofía india se manifiesta más por su temática que por su sistema musical. Estudió sánscrito y astrología, interesándose por la magia de los números, razón de su interés por el ritmo de siete tiempos.

La Suite Los Planetas está inspirada en meditaciones de su propio horóscopo, logrando una música que, al romper con todos los moldes habidos lleva a mundos mentales increíbles. Para un mínimo análisis de la obra debe tenerse en cuenta que, en el momento de componer Los Planetas, Holst sabía del descubrimiento de siete de ellos, a parte de la Tierra que, en este caso no está representada musicalmente. Es Plutón quien falta, pues es descubierto en 1930.

Así entonces Holst deja a la Tierra y a Plutón fuera de Los Planetas. En síntesis la obra queda dividida en siete partes.

Martes, portador de la guerra, Ares como se le conoce en la mitología griega. Su sonido es “eléctrico”, logrando una mezcla de poema sinfónico y la primigenia idea antigua de música sinfónica.

Venus, portador de la paz, la antítesis de Marte, y no como el significado que le daban los griegos de Diosa del Amor. La paz como estado del alma reflejada en la música, algo así como una exquisita danza que hace experimentar una sublime tranquilidad, evidentemente en las antípodas de sus contemporáneos, los dodecafonistas.

Mercurio, el mensajero alado, conocido como Hermes, un Mercurio maravilloso donde todo es claridad, luminosidad, a través de sonidos espejeantes, ágiles, como si en cada sonido diéramos un gigantesco paso hacia nuevos lugares del espíritu, logrando así viajar al más ilimitado de los mundos espaciales.

Júpiter, portador de la Alegría, Zeus, Horus, la eterna juventud. Representada por una mezcla de marcha, sinfonía o sonorización de la escena de una película de ciencia ficción que parece iniciar la era de los sintetizadores.

Saturno, portador de la inmortalidad que conecta con otras mentes, con otras civilizaciones, mediante una música que es más sonido o sonorización que música o musicalidad, como adelantando la Nueva Era. Al avanzar en la obra parece como si estuviéramos oyendo sonidos de otro espacio, sintiendo toda la fuerza de la creación.

Urano, el mago, con cambio de sonoridades y volúmenes. Musicalmente hablando Saturno, Urano y Neptuno no tienen solución de continuidad, pero están unidos por un túnel que hace posible escuchar a Urano oyendo el recuerdo de Saturno con sus pasos hacia la eternidad.

Neptuno es el mar, es el agua, todas las aguas. La música es tranquila, llena de sombras y luces que desembocan en voces femeninas que, poco a poco, van dejando de percibirse hasta alcanzar el silencio más profundo, dejando como paralizado.

Son las voces del fin de un glorioso viaje que permite imaginar la nada de la creación incesante.

“Todo aquello que es tocado por la divina mano de la música lo eleva a niveles fuera de la razón./ Con la música se puede viajar tan lejos como se quiera, no hay límite conocido”.

(*) Rig-veda: colección de himnos sánscritos, que forma parte de los Vedas o Libros Sagrados de la India.

Gustav Holst. Foto: Archivo El Litoral

2.jpg