/// ANÁLISIS

Señales de amor

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Enrique Cruz (h)

El Bichi podría haber dicho que su cuenta pendiente fue no haber jugado un Mundial, por ejemplo. Es lo que, naturalmente, despierta como meta en cualquier futbolista que comienza a transitar un camino dentro del profesionalismo y hasta el propio Diego lo inmortalizó en ese famoso registro en blanco y negro, cuando deslumbraba haciendo “jueguito” en los potreros de Villa Fiorito, que todavía se muestra una y mil veces cada vez que se habla del “10”. “Mi sueño es jugar un Mundial”, dijo aquel Diego-niño, sin imaginarse que no sólo lo jugó sino que también descolló, fue campeón mundial e hizo el gol más notable de la historia.

Fuertes no pensó en nada ni nadie más que en Colón para hablar de su “cuenta pendiente” en el fútbol y hubiese dado lo que no tiene por salir campeón con el club que ama y en el que piensa para sus proyectos futuros.

Hace dos años que Fuertes está dando vueltas con la idea de su adiós. Y la decisión se fue postergando sólo por ese deseo de salir campeón. Intimamente, el Bichi tuvo “terror” de ver a Colón campeón con él afuera de las canchas. Y esto —más allá de que su estado físico y su vigencia goleadora lo amparaban— fue determinante para llegar hasta casi los 40 años jugando en la máxima categoría del fútbol profesional.

Se bancó todo este Fuertes que parece indestructible, que se rompió las dos rodillas, fue y vino varias veces, soportó ser suplente siendo la figura más representativa, asumió la realidad y apoyó desde afuera.

Pero como pasa con todo, el Bichi no es eterno y le quedan —en el mejor de los casos— 270 minutos de fútbol profesional antes de ponerle el broche final a su carrera. Lo hace en Colón, como siempre quiso. Y debe mover a orgullo sabalero que nombre al club cuando habla de su “cuenta pendiente”.