Un hombre en busca de su canción

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Pedro Reñé

 

Psicólogo y doctor en psicología; cantautor y poeta de sangre santafesina, se afincó en Rosario. De allí, parte cada año hacia giras por Estados Unidos y por España con el mismo fin y una herramienta: su canción.

TEXTOS. FLORENCIA ARRI

CUERPO QUE SE HACE VOZ. “Cantar fue lo más difícil para mí. Aprendí a cantar de grande, y aunque aprendí a cantar soy un aprendiz de canto. Hoy vivo en Rosario y doy clases de canto y de guitarra, y todos los días vocalizo, todos los días hago ejercicios de canto porque siento que es el lugar más frágil. Escribir fluye, tocar la guitarra fluye... cantar es el lugar más sensible; la voz es muy sensible. Uno antes de conocer al mundo lo escucha en el vientre materno, antes de ver a la madre. La voz tiene mucha información: el primer registro cultural está en la voz, en las comas y las inflexión. Cantar es de algún modo recrear un pequeño romance relatado en tres minutos; es contar algo que uno sólo lo puede hacer si da lugar a esa voz. Éso no significa cantar bien o cantar mal, sino dar a esa voz la emoción que la canción requiere. En el acto de cantar hay algo de la novedad y de repetición. No soy hombre de fútbol pero creo que mucha gente va a la cancha a cantar, a esa experiencia fuerte que uno funde con la sociedad, con su cultura, con su grupo. Me gusta eso de cantar y, en algún sentido, me gusta cuando canto alguna canción conocida y cantamos todos; esa experiencia tan de tribu”.

PRIMERA BÚSQUEDA. “Mis inicios con la música fueron en el CREI, adonde fui intermitentemente desde los 6 a los 16 años. Ahí aprendí folclore, flauta, coro, una especie de cuestión medio versátil y básica con la música. Fue una linda experiencia. Hay algo congregante en la canción, en la posibilidad de tocar un instrumento y cantar con la familia, con los amigos. Hubo algo muy fuerte de buscar encontrarme con mis amigos y con mi familia cantando, algo que me pasa al día de hoy. Con la guitarra me encontré por una cuestión familiar, por ver cómo tocaban mi hermano y mi tío. En la adolescencia escuchaba desde Charly García y Serú Giran a Fito Páez y, más tarde, Silvio Rodríguez. Fue lo primero que aprendí; la composición fue muy posterior”.

APRENDIZAJE. “Sentí que tenía que seguir una carrera universitaria y decidí venir a Rosario a estudiar Psicología. Supuse que se me pasaría un poco lo de la música, que siempre iba a estar de algún modo. En ese tiempo, lo que quería de la música distaba mucho de lo que podía darme un instituto. Quería tocar la guitarra y cantar, hacer canciones; y a eso no lo encontraba en un conservatorio. Vine a Rosario y empecé a estudiar en una escuelita donde estaba buena parte de los músicos de la Trova Rosarina. Ahí conocí a Fandermole, el primer tipo que me enseñó canciones. Hasta ese momento había aprendido solo; en él encontré un maestro de canciones, alguien que encontraba en el saber de la canción un espacio de aprendizaje. Hoy, muchos años más tarde, voy a un curso con Adrián Abonizio y nos reímos porque insiste en lo mismo. Este sábado cantamos juntos en Rosario; quizás el lugar ya es otro en el sentido del reconocimiento, pero sigo yendo a aprender con la misma gente”.

EL OTRO YO. “Me recibí de psicólogo en seis años y me dediqué más a la música cuando terminé mis estudios. Como tenía buenas notas y me interesa mucho lo cultural como fenómeno amplio, me inscribí en una beca doctoral en el Conicet. La gané e hice una beca de doctorado sobre la diversidad cultural en la Argentina. Hay algo un poco tapado, silenciado, acerca de lo diversa que es nuestra cultura. La escuela promete la ilusión de un país homogéneo cuando, en realidad, lo componen distintos grupos culturales. El doctorado me volvió a llevar a Santa Fe, a trabajar con el movimiento Los Sin Techo, al que le dediqué un tema de mi primer disco, ‘Pinceladas del Sur’. Otro está dedicado a Santa Fe, a la inundación... Ese disco tiene un lugar muy fuertemente social por todo lo que estudiaba en ese tiempo. Aquella diversidad cultural estaba muy ligada a lo que se conoce como marginalidad... Así llegué a Cuba a cantar mi disco. No fui doctorando sino como cantautor, como trovador. Creo que fue un fruto del azar. Siempre las energías confluyen y las cosas se terminan dando. Cantaba en el Bar Sabina y fue a cantar Augusto Blanca, el trovador cubano. Cantó, lo escuché, le regalé mi disco y él me contactó con el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, de La Habana, que está dirigido por una argentina, María Santucho. Ahí escucharon mi disco y me invitaron a cantar. A raíz de eso me contacté con Silvio, quien está muy ligado a ese centro cultural. Silvio me escuchó, me invitó a su estudio y me regaló su disco. Fue un gesto muy importante”.

EN BUSCA DE MI CANCIÓN. “No sabía que tenía que viajar, no lo sabía y me marcó la vida en este último tiempo en que me dedico a la música exclusivamente. Hace cinco años terminé el doctorado y tuve que elegir si seguía la carrera del Conicet o si dejaba eso y me dedicaba a la música. Noté que, si bien tocar en bares y en Rosario me encanta, uno tiene que salir a buscar la canción propia, la voz propia, y a eso no lo podía encontrar quedándome en el mismo lugar. Por mucho que me encanta vivir en esta ciudad fue una decisión: o me iba a vivir afuera o me quedaba en Rosario, pero tenía que viajar y volver. Acá terminaba cantando muchas canciones conocidas, generando espacios de entretenimiento. Era importante romper con eso y buscar nuevos espacios, y para eso tenía que irme, porque los iba a encontrar en Buenos Aires, en Nueva York, en Madrid o en cualquier otro lado en tanto me fuera y tuviera como herramienta y como medio de transporte mi canción. La experiencia más fuerte de los viajes es saber que la herramienta que me lleva es la canción. Una anécdota: recuerdo que en Barcelona no tenía dónde dormir y me angustié, me desesperé hasta que me dije ‘no importa, vine acá a buscar mi voz, éso me va a permitir estar acá’, y me tranquilizó”.

UN TROVADOR EN EL ESPEJO. “En cada viaje hay un mundo con el que uno se encuentra; como dice Mafalda, ‘el mundo está lejos’. Afuera encuentro una pregunta: ¿qué hacés vos con la música, qué es una canción, cuál es tu canción? Cuando uno se encuentra con otro de afuera hay una pregunta, una presentación. En mi caso, esa presentación tiene que ver con una guitarra y una canción. Es llegar a Buenos Aires, Madrid, Bahía Blanca o Barcelona y responder al ‘qué viniste: vine a cantar mi canción’. Sea frente a dos personas de público o frente a un teatro, lo que tengo en ese momento es mi canción. Afuera me encuentro con otros músicos que están en la misma situación. Quizás lo más fuerte de cantar sea que uno tiene como emblema, carta de presentación y como puente, una canción. En los viajes encontré nombres, palabras con mucha historia. Soy trovador en Cuba, cantautor en España; en Nueva York, donde voy una vez al año, digo en la Aduana que soy song writer”.

CANCIÓN DEL SUR

Si bien nació en nuestra ciudad, donde vivió hasta sus 17 años, dice que encontró “en Rosario y en su música ese conocimiento de la canción popular, desligada ya de lo académico en sentido estricto, de lo que se aprende en un instituto, en un conservatorio. Creo que está marcado por la tradición rosarina, por la trova y el rock... Por eso elegí quedarme en Rosario. Después empecé a cantar en bares, y la experiencia fue muy linda. En el Bar Sabina, por ejemplo, canté y aprendí por muchos años a medida que el bar también iba siendo cada vez más concurrido”.

PINCELADAS

Editó tres discos solistas“Pinceladas del Sur” (2006), “Nos” (2010) y “Otros” (2011), los dos últimos de algún modo son complementarios (Nos-Otros). “Nos” es un disco con canciones propias, y “Otros” es un disco con versiones de canciones. Su último concierto en Santa Fe fue en marzo, en que compartió escenario con Olga Román en el Foro Cultural UNL, tal como en la Sala Lavardén de Rosario.

EN LA WEB

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