Paternidad, educación y trabajo: nuevas vulnerabilidades sociales

Paternidad,  educación y  trabajo: nuevas  vulnerabilidades sociales
 

En los últimos cinco años, los hombres con responsabilidades familiares han alcanzado mejoras en los niveles básicos de educación y en la participación laboral. Sin embargo, casi la mitad no logró completar el nivel secundario y el 41,7% tiene un empleo informal. Proponen que para mejorar los índices de desarrollo humano se debe saldar la deuda pendiente en materia educativa.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FUENTE. CARINA LUPICA, FUNDACIÓN OBSERVATORIO DE LA MATERNIDAD (BOLETÍN DE LA MATERNIDAD Nº 15, JUNIO DE 2012). FOTOS. mauricio garín, flavio raina y el litoral.

Para mejorar los índices de desarrollo humano en la Argentina es preciso saldar la deuda pendiente en materia educativa, según advierte la Fundación Observatorio de la Maternidad en una reciente investigación realizada por Carina Lupica.

En particular -plantea-, se debe contribuir a que los hombres y las mujeres con responsabilidades familiares finalicen los 12 años de estudios obligatorios y considerados como mínimos para conseguir un buen empleo.

Ocurre que los varones parecen estar en un estadio más avanzado que las mujeres en cuanto al acceso a los recursos y oportunidades económicas. Pero si bien para ellos es menester mejorar la calidad de sus empleos, entre las mujeres todavía es necesario promover y facilitar su inserción en el mercado de trabajo, en especial entre las que son madres y tienen menos años de educación formal.

Entre otras consideraciones, el estudio concluye diciendo que “éstas son las nuevas vulnerabilidades sociales: el acceso desigual o condicionado a capacidades y oportunidades básicas como la educación y el trabajo. Su atención exige la implementación de políticas públicas innovadoras para luchar contra los riesgos y las desigualdades, y conseguir que las fuerzas dinámicas del mercado beneficien a todas y a todos por igual”.

La autora también plantea en este estudio que, según el enfoque sobre desarrollo humano propuesto por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), éste existe si en una sociedad se logra crear un entorno en el que las personas puedan hacer plenamente realidad sus posibilidades y vivir en forma productiva y creadora de acuerdo con sus necesidades e intereses.

A partir de esta orientación, se propone adoptar la perspectiva de las capacidades para observar el progreso de las sociedades conforme a la afirmación de que las personas concretas deben ser actores y beneficiarios del desarrollo y de la creatividad de la sociedad.

DESIGUALDADES

También explica que centró su investigación “sobre aquellas desigualdades que se hallan en las capacidades de las personas a la hora de adquirir conocimientos que faciliten el desenvolvimiento de sus potencialidades, su participación de la vida social (educación) y el acceso a recursos y oportunidades económicas para disfrutar de un nivel de vida decente (empleo e ingresos)”.

En especial -acota-, se intenta analizar de qué manera la convivencia cotidiana con hijos e hijas afecta las posibilidades de desarrollo social, cultural y económico de los hombres en comparación con las madres, ya que el acceso a aquellos bienes básicos por parte de hombres y de mujeres que tienen responsabilidades familiares son cuestiones que superan su individualidad y afectan las condiciones de vida en las que nacen y crecen sus hijos e hijas. Es decir, asegura, tienen impacto en el presente y también en el futuro de las nuevas generaciones. A su vez, esta realidad impone nuevos retos a las agendas y políticas públicas para poder satisfacer las necesidades ciertas de los individuos y de la comunidad.

ACCESO A LA EDUCACIÓN

En la Argentina, la Ley de Educación Nacional Nº 26.206 (2006) establece que la educación formal es obligatoria hasta terminar el nivel secundario de estudios. Sin embargo, uno de cada dos hombres que conviven con hijos (el 48,7%) no completó los 12 años de estudios que se consideran como mínimos para poder acceder a un trabajo que les permita conseguir el bienestar familiar. Dentro de este grupo de hombres, el 4,7% no logró siquiera completar la educación primaria, mientras el 44% restante finalizó el nivel primario de estudios pero no el secundario.

En contraposición a lo que expresan tales guarismos, en la cúspide de la pirámide educativa se halla el 25% de los hombres que conviven con hijos que pasaron por la universidad, 14,4% de los cuales concluyeron los estudios terciarios o universitarios.

Pero, los varones que son jefes de hogar o cónyuges y conviven con hijos alcanzan menores niveles educativos que aquellos que no comparten con hijos la vida diaria. Así, el 26,8% de los jefes de hogar o cónyuges en hogares sin hijos completaron los estudios terciarios o universitarios frente al 14,4% entre los que habitan hogares en los cuales hay hijos. Lo mismo sucede si se coteja la base de la pirámide educativa: mientras el 48,7% de los hombres con hijos tienen bajo nivel educativo, ese porcentaje se reduce prácticamente a la mitad (25,6%) entre los que no conviven con descendencia.

OTRAS DIFERENCIAS

¿A qué se debe este rezago entre los hombres que conviven con hijos si los niveles de educación de la población, en general, mejoraron y se alcanzó la cobertura casi universal del nivel básico? ¿Cómo han sido estos avances en los últimos cinco años?, cuestiona el estudio.

En primer lugar, plantea que hay que aclarar que los principales adelantos educativos entre los hombres se han producido en la alfabetización, asistencia y conclusión del nivel básico de estudios: la proporción de hombres con hijos que tienen hasta primario incompleto se redujo alrededor de un 30% (de 7% en 2006 a 4,7% en 2010), y mermó un 7% la de aquellos que tienen hasta el secundario incompleto (de 47,2% en 2006 a 44% en 2010).

Nótese una diferencia -advierte- respecto al avance educativo de las mujeres. La situación educativa de las madres supera a la de los hombres que conviven con hijos: el 43,7% de ellas tiene un nivel educativo bajo (hasta secundario incompleto); 24,4%, medio (secundario completo); 10,6%, alto (terciario o universitario incompleto); y 21,3%, superior (terciario o universitario completo). Mientras que, entre ellos, estos porcentajes son: 48,7%; 26,3%; 10,6%; y 14,4%, respectivamente.

Ellas no sólo han mejorado en los niveles básicos de estudios sino que han adelantado más en la finalización de los estudios superiores de educación. En consecuencia, la brecha de egresos universitarios entre hombres y mujeres se amplió en los últimos cinco años, de 5,3 puntos porcentuales a 6,9 puntos porcentuales. En 2006, el 18,6% de las madres y el 13,2% de los hombres que convivían con hijos tenían estudios universitarios o terciarios completos, en tanto que en 2010 dichos porcentajes son 21,3% y 14,4%, respectivamente.

No obstante estos avances educativos, aún existe un gran número de hogares dentro de un contexto educativo familiar crítico. En ellos nacen y crecen muchas niñas y niños en este país: uno de cada dos jefes de hogar o cónyuges -43,7% de las mujeres y 48,7% de los varones- que conviven con hijos tiene bajo nivel educativo pues no culminó los 12 años de estudios que se consideran obligatorios en la Argentina.

Sin dudas, uno de los grandes desafíos de nuestro país en materia educativa es la permanencia y finalización del nivel medio de estudios de un contingente importante de personas, si se desea romper con la reproducción de las condiciones de pobreza de una generación a otra.

+ información

El informe completo del Observatorio de la Maternidad puede leerse en Internet:

www.o-maternidad.org.ar/documentos/wp1948903622/Newletter55.pdf

Reflexiones finales

• En los últimos cinco años los hombres con responsabilidades familiares han logrado mejoras en los niveles básicos de educación. Sin embargo, la mitad de ellos (el 48,7%) no consiguió completar el nivel medio de estudios. A su vez, en el extremo superior de la pirámide educativa han sido superados por las mujeres: en 2010, el 21,3% de las madres tenían estudios terciarios o universitarios completos contra el 14,4% de los hombres que convivían con hijos.

• A pesar de tener menos años de educación formal, ellos se encuentran en mejor posición relativa que ellas con relación al acceso al trabajo y a los ingresos. Los hombres tienen una participación alta y constante en el mercado de trabajo, con independencia de su posición de parentesco y su nivel educativo. Por el contrario, las mujeres restringen su participación en el mercado cuando tienen hijos (participa el 79,3% de las jefas de hogar o cónyuges sin hijos, proporción que disminuye al 59,9% entre las madres) y cuando no cuentan con suficientes años de educación formal (participa el 85,2% de las madres universitarias versus el 48,1% de las que tienen hasta secundario incompleto).

• En los últimos cinco años, la participación laboral de los hombres aumentó mientras que la de las mujeres disminuyó, como consecuencia de que una proporción de ellas dejaron de buscar trabajo remunerado para quedarse al cuidado del hogar y de los hijos.

• La salida del mercado las ubica en una situación de vulnerabilidad, ya que pierden la oportunidad de conseguir mejores empleos e ingresos en el tiempo que pueden ser imprescindibles ante un cambio en las condiciones socioeconómicas del país o de sus hogares (si el cónyuge pierde el trabajo o en un contexto de alta inflación), o una modificación de su estructura familiar (si estas mujeres se separan, divorcian o quedan viudas y tienen que hacerse cargo en soledad de la manutención económica de sus hogares).

• Los hombres con responsabilidades familiares no sólo participan más del mercado laboral sino que lo hacen en puestos de mejor calidad y con mejores remuneraciones: el 58,1% de ellos tienen un empleo formal versus el 46% de las madres, y con sus ingresos aportan el 58,5% del ingreso total del hogar versus el 46,2% de las madres.

• Aunque los hombres que conviven con hijos están en una situación relativa más positiva en comparación con las madres, su situación laboral no es óptima, ya que el 41,7% de ellos tienen un empleo informal y muchos no pueden, con sus ingresos, mantener económicamente a sus familias. El ingreso promedio que generan las madres es tan sustantivo como el de los hombres para el sostenimiento económico de sus familias.

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