/// señal de ajuste

Diga om

Roberto Maurer

Se cumplieron pronóstico y deseos. Esta temporada sería más risueña, pacífica y familiar. Las últimas peleas casi alcanzaron la violencia física, y el buen gusto hacía tiempo que había sido dejado atrás, de manera que el debut de “Bailando 2012” estuvo impregnado por un espíritu de concordia. La elección de Gasalla y Florencia Peña, sin duda, respondía a la nueva consigna, confirmada durante la presentación del jurado, donde cada uno recitó su mantra y declaró sus buenos propósitos. En comparación con años anteriores, el clima se acerca al del jurado del festival de Cosquín. “Me siento el pastor Giménez”, bromeó Tinelli.

En cuanto al estilo de comedia que se auguró, el promocionado sketch de presentación inspirado en una escena de “Pulp fiction”, con Tinelli, Brieva, Peña y Rial, careció de timming y fue muy referencial, como toda la hora y cuarenta que duró el show. ¿Con referencia a qué?, puede preguntarse. Fueron referencias cómplices relacionadas con la farándula, el negocio, la competencia y las circunstancias personales de presentes y ausentes.

CON LA CÚPULA

Con Suar al frente, como siempre estuvo presente la cúpula, con la cual se bromeó acerca de la versión de peleas y de la demora en aparecer en pantalla, en tanto Tinelli formuló cierto reproche por algún vacío de los directivos.

Estaba Listorti, cuya competencia con Iudica por la sucesión fue toscamente sincerada por Tinelli, ¿quién es el número dos, ahora? Caballeresco, Listorti aplaudió con tibieza cuando se nombró a su inesperado rival en el clan. También estaba Denise Dumas, quien “sería como la sexta en la escala” , señaló el jefe, el que elabora el escalafón.

Siguiendo con las referencias, las hubo para la jurado Carmen Barbieri quien, imponente, de negro hasta los pies y maquillaje gótico, era una especie de panteón. Como se sabe, deberá evaluar a su hijo Federico, a su primer marido Beto César y a Ayelen Paleo, la que hizo percha su matrimonio con Santiago Bal que, recuérdese, declinó la invitación a participar en el concurso, poniendo un límite instintivo a la promiscuidad.

En la sucesión de blanqueos, no se podía dejar de lado la voltereta de Florencia Peña, ahora en otra pista. “Ya me compré medio Ideas de Sur con este contrato. Ya me compré tres panquequeras. Tengo la mejor panquequera y es nacional. No la tenemos retenida en la aduana”, dijo Peña, que fue muy aprovechada por el astuto conductor, ya que, según se repitió todo el tiempo, sería una “gran comediante”, y lo dijeron tantas veces que uno puede llegar a creerlo. “Sos una mujer jugada por sus ideas y no un panqueque” habría de halagarla Moria, siempre en relación con el salto de Peña de una farándula a otra.

UNA FAMILIA

Durante la presentación de los jurados, Moria Casán irrumpió con la gracia de un percherón de circo, de rojo y botas transparentes, y aclaró que sus diferencias con Gasalla habían sido superadas. “Antonio vino a mi camarín y me dijo ‘Moria no tengo nada contra vos’, y nuestro abrazo no fue hipócrita, somos todos una familia”. Y ratificó su buena voluntad en esta nueva era de amor y paz: “Estoy recontra open”.

Gasalla confirmó la reconciliación. Fue el único jurado que no llegó disfrazado, eligió un traje de etiqueta, y Tinelli no pudo explotar su costosa presencia. Gasalla no estaba apagado, más bien parecía prudente: un aterrizaje en el circo más grande del país lo exige.

VOLVÉ CON FRANCELLA

El concurso comenzó con una sola y única danza, un número de música disco ejecutado por Florencia Peña y su pareja, quienes fueron delicadamente criticados por el jurado. “Estuvo bien, vos algo durita, Flor, pero quiero más sangre”, opinó Carmen, recurriendo a un eufemismo, claro, mientras Moria pedía “más ovarios” y en el público se levantaba un cartel que decía “Volvé con Francella”.

Aquí concluía el primer capítulo de la saga de este año, que había comenzado con una coreografía descabellada y ambiciosa, de efectos especiales más Hernán Piquín y 300 personas entre atletas, bailarines y tal vez algún perito mercantil, cuyos cuadros resultaron incomprensibles y concebidos para un kinder de niños impresionables. Se respetó la regla de oro, la que afirma que en la tele el público masivo se conquista pensando siempre en una edad promedio de 12 y a 14 años.