10º aniversario de su fallecimiento

Padre Edgardo Trucco: palabra, memoria y presencia

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Las cosas simples de la vida alegraban al padre Trucco.

Foto: Archivo El Litoral

Clara Doldán

 

“Alguien puede esperar en su vida ser una buena persona sólo cuando se propone como conducta la rectitud, la nobleza, la justicia y la verdad. Es un ideal no fácil, que logran los que valen y se honran a sí mismos en los ideales. Eso vale más, mucho más, que un título, un cargo, un nombre”.

Elegir un texto que represente el pensamiento, la palabra del padre Trucco no es fácil, ya que todo lo que dijo o escribió está cargado de un análisis profundo de la vida, la realidad, el mundo. En simples palabras -no muchas- todo lo que compartió expresa un camino, un modo de vivir, de sentir, de amar; un desafío que invita a construir el Reino de Dios aquí y ahora.

Sus palabras no fueron meros discursos ocasionales. Más que repetirlas, leerlas o recordarlas, fueron dichas para llevarlas a la vida porque así estaremos poniendo en práctica -como él enseñó los valores del Evangelio. En sus homilías después de leer el Evangelio del día, por ejemplo y en sus escritos, siempre estuvo la pregunta “¿qué haría Jesús en mi lugar?” porque esa era su fuente: la Palabra del Señor. Y ese el fin de su mensaje: tenemos que vivir, sentir y amar al modo de Jesús.

A quienes tuvimos el privilegio de acompañarlo en los casi 40 años de trabajo pastoral en la Basílica de Guadalupe nos dejó tanta herencia que no podemos menos que, en su memoria, seguir aprendiendo de sus escritos para que el compromiso con el hermano, con el bien común, con la verdad, la justicia, la solidaridad no sea un verso que sólo se declama sino una mirada nueva al Evangelio de Jesús, un llamado: “ahora les toca a ustedes”, como el Maestro dijo a sus discípulos antes de volver al Padre Dios. Para eso este puñadito de recuerdos.

El padre Trucco no pretendió nunca ser un modelo, estaba siempre la referencia a Jesús, sus enseñanzas, los valores del Evangelio. Enseñaba partiendo de allí, sus palabras tenían como fundamento a Jesús. Tenían sus dichos una raíz divina, no humana, ya que lo humano es factible de error.

Fue un hombre que amó su vocación sacerdotal y puso toda su vida al servicio del pastoreo de su comunidad y aún más. Lo tuvieron como voz autorizada las organizaciones no gubernamentales en las que tuvo un rol activo, los medios de comunicación, que consultaban constantemente su opinión sobre los acontecimientos actuales y todos aquellos que desde todo tipo de emprendimientos manifestaban interés por construir una sociedad más fraterna.

Diez años de recuerdos

Aunque dedicó su vida a enseñar con alegría a amar a Dios y su Madre, María de Guadalupe, y era feliz transmitiendo su gran devoción por la Guadalupana, el padre Trucco también pasó por momentos de dolor que lo ponían a prueba. A cada uno de ellos supo enfrentarlos con fe y entereza dignos de admiración: lo vimos llorar cuando murió el padre Genesio, el párroco de la Basílica con quien comenzó su entrega sacerdotal; sufrir con las incomprensiones de muchos que -aún desde la misma Iglesia- juzgaban sin entender sus opciones, sus palabras o su accionar en el mundo tan delicado y susceptible de la familia, el trabajo, la política, la economía, la Patria, la función pública. También lo vimos entristecerse en silencio cada vez que alguien en la comunidad asumía actitudes que no tenían nada que ver con lo que él esperaba de cada uno, y ni hablar de los duros momentos en que aparecían signos de la enfermedad que lo acompañaba.

Se alegraba con cosas simples que le hacían brillar los ojos y sonreír con la timidez que lo caracterizaba... sí, no se asombren, era una persona tímida. Celebraba el canto a la Virgen que a viva voz entonaba ‘el Coqui Mer’ en la Plaza del Folclore en la Fiesta de la Virgen (un personaje de esos que no faltan en un Santuario). Se lo veía feliz al recibir a los peregrinos, al guiar el acto mariano después de la procesión, y cuando en ese día tan especial enviaba a los chicos a repartir recuerdos entre los que llegaban. Festejaba con una sonrisa cómplice las irrupciones de Fernando en el Presbiterio (un joven con capacidades diferentes que cumple con el precepto dominical más que cualquiera de los fieles). Era feliz cuando visitaba a los viejitos en los Hogares -cuestión, como otras, que no muchos sabían ya que no las publicaba-; cuando lo rodeaban los niños, sus preferidos; cuando hacíamos bien las cosas en la Liturgia, cuando jugaba al truco con los amigos, cuando estaba con su familia.

El día que el Padre Dios lo llamó, cuando quedamos esperándolo para celebrar la Misa en la Capilla de “El Chaquito”, se hubiera sentido muy feliz al ver que más de cien niños lo estaban esperando para darle la sorpresa de una jornada de recreación que después de la Misa iban a vivir los chicos del lugar con los de Ángel Gallardo. Estaba la capilla llena. No podíamos irnos sin encontrarnos con Dios: nos había enseñado a hacer celebraciones sin sacerdote y decidimos comenzar al ver que por algún motivo que desconocíamos no llegaba. La Palabra de Dios del día decía “estaban decaídos y desanimados, como ovejas sin pastor” (Mt. 9, 36). Así nos sentíamos. Nuestra comunión, tomándonos las manos, fue unirnos en oración rogando al Señor por el pastor que no había llegado y por todos los papás presentes, ya que era el Día del Padre. Al finalizar la celebración llegó la noticia que nos dejó todavía más solos: Gabriel, su sobrino, llegó diciendo: “El tío murió”. Sus palabras que sembraron dolor, tristeza, desconcierto: después de casi 40 años trabajando juntos, ahora teníamos que empezar a volar sin su presencia; había que optar por hacer un punto y aparte o asumir sus luchas, sus proyectos, sus cruces y sus logros. Optamos por continuarlo, por seguir construyendo ese mundo con el que juntos soñamos un día... Y ante su tumba, nos comprometimos.

Hoy, al cumplirse 10 años de su ausencia, sigue siendo presencia viva en cada uno de los que lo amamos y optamos por seguir sus enseñanzas. Por eso no solamente lo recordamos: haciéndolo le rendimos homenaje y renovamos nuestro compromiso de ser fieles a Jesús en sus enseñanzas que el padre Trucco, el hermano, el padre, el pastor que tanto nos enseñó a amar.