Verdades y falacias acerca de la explotación minera (III)

Impactos económicos indirectos, culturales, sociales y políticos

Alberto E. Cassano

El impulso de las actividades económicas locales es uno de los problemas que se ven con menor claridad. Se dice que la minería reactiva la producción local, en lo referente a materiales de construcción, al transporte, a la provisión de comida para el personal, a ropa y calzado. Sin embargo podemos observar que muchas veces el transporte pertenece a la misma minera, las casas de comida son negocios de la propia empresa y la indumentaria es adquirida en las grandes ciudades y no precisamente en los poblados vecinos. El impacto es reducido y mucho menor cuando toda la maquinaria usada es importada.

Por otra parte -y es la cuestión más crítica en este aspecto- la maquinaria empleada en la explotación (que además es importada y no paga recargos) y las partes que involucran mayor tecnología de la cadena productiva, no se desarrollan ni se construyen en el país, por lo tanto no hay impacto de la minería sobre la metalurgia local.

Finalmente, lo más serio es que terminada la explotación, si no hay controles, se levanta el campamento y quedan pueblos mineros fantasmas. La mayor parte de los asentamientos para la explotación de las minas duran alrededor de quince años.

Si bien es cierto que existen algunas excepciones destacables como son ciertas inversiones en salud y educación que se han realizado en La Alumbrera, lo que aportan a la región no se puede comparar con las políticas de la YPF argentina que creaba pueblos enteros que persistían luego de la explotación petrolera tales como Cutral Co y Plaza Huincul.

El ejemplo más palpable es el caso del modelo de desarrollo minero de La Alumbrera en la provincia de Catamarca que es operada por la empresa transnacional Xstrata (que tiene el 50 % de las acciones). A lo largo de diecisiete años de su desarrollo, en un largo período, la provincia lideró las estadísticas de pobreza y desempleo en la Argentina. Este hecho llevó a las administraciones provinciales a paliar la situación mediante un innecesario sobredimensionamiento del empleo público. El resultado es que entre ambas acciones se habría producido un efecto positivo porque según datos de la D.P.E.y C. de la provincia, hoy, tan solo el 3% de los habitantes está por debajo de la línea de indigencia y el 13% son pobres. El desempleo en las actuales circunstancias es del 7,5%. Que no parecen cifras muy diferentes de las declaradas a nivel nacional.

El desarrollo de infraestructura

Se requieren caminos, electricidad, agua y combustibles. A veces es el Estado es el que los provee y la Minera los disfruta. Ejemplos a la vista: la línea de alta tensión entre Mendoza y San Juan y el gasoducto de la Puna. Cuando la electricidad está muy lejos, la mina usa sus propios grupos electrógenos, que implican el acarreo en camiones de gasoil (que para ellos, no paga impuestos) que deterioran los ya precarios caminos existentes. Veladero de San Juan consume agua de glaciares con riesgo para éstos y la cordillera y no paga un centavo por ella. En estos aspectos, la Alumbrera podría ser la excepción de los últimos años.

Los impactos culturales

Existe una parte positiva: a veces se han dado casos de mayor capacitación tecnológica, elevación de la escolaridad e indicadores sanitarios, mejora de la infraestructura, mayores ingresos familiares, mejor acceso a la cultura y mayor capacitación de la dirigencia local. Pero como contrapartida, la actividad minera puede alterar, a veces de forma irreversible, la riqueza cultural y los comportamientos sociales de las poblaciones afectadas, habiéndose detectado incrementos de la prostitución, el alcoholismo, la violencia intrafamiliar y en algunos casos, aumento de la drogadicción y deterioro de las relaciones ciudadanas.

Del balance de unos y otros, surge, en cada región y con grandes diferencias entre ellas, el resultado sobre la calidad de vida de la población.

Impacto sobre la salud

Cuando se trabaja con agua pura, la disolución de muchos metales es normalmente muy lenta. Pero basta que la misma tenga cierta acidez, para que el proceso se acelere. Y en muchas etapas del proceso puede usarse agua con cierta acidez: en las propias menas, en la demolición, en los desechos (denominados relaves o colas) y en los escombros. Si las aguas contaminadas no son retenidas o tratadas (y muchas de ellas son muy difíciles de remediar) arrastrarán los metales en sus cursos hasta los lugares de desagüe. Esto sin tener en cuenta los posibles derrames del concentrado durante el transporte en bolsas. A diferencia de los productos químicos orgánicos, que tarde o temprano se degradan, no curre lo mismo con los metales que se van acumulando. Esto no afecta sólo a los organismos vivos de los cursos de agua donde se bioacumulan y son transmitidos de un animal a otro, sino que pueden ser absorbidos por vegetales y entrar por esta vía en otra de las cadenas alimentarias completas. Estos casos se han documentado en la Mina Gonzalito de Sierra Grande y en Abra Pampa de Jujuy, persistiendo luego de muchos años la contaminación con plomo. Y también casos de silicosis (ingestión de sílice por vía bucal y pulmonar) cuando no se provee a los operarios de la adecuada protección. Lamentablemente, los casos de contaminación que afectan a la salud son producto de un largo proceso de acumulación y cuando se llega al diagnóstico ya es tarde.

Impacto sobre las comunidades locales

La relación entre las empresas mineras y las comunidades locales es generalmente mala. Los ejemplos de Famatina, Esquel y Jachal son más que suficientes. Usualmente se ocupan las tierras sin la adecuada compensación, se relocalizan forzadamente poblaciones enteras para trabajar en el terreno y aparecen conflictos con trabajadores que son traídos de otros lugares por su experiencia previa.

Cuando se produce el abandono de las minas, queda la tierra arrasada. Algunas veces, las empresas procuran paliar estos problemas construyendo caminos, escuelas, dispensarios, que suelen ser abiertos, cuando es posible, a las comunidades locales. Por supuesto que todo lo hacen deduciéndolo del pago de los impuestos sin que nadie controle en detalle los montos declarados por estos conceptos..

Impacto sobre los derechos humanos

Hay infinidad de casos denunciados y probados a lo largo de toda América Latina, que incluyen a la Argentina. Los más comunes son: despidos de personas, influencias para lograr detenciones arbitrarias, algunos casos de torturas, destrucción de culturas indígenas enteras, violación de los derechos laborales (horas de trabajo y jornadas insalubres), y autorizaciones para tener sus propios sistema de seguridad que actúan con impunidad. Según el Secretario General de las Naciones Unidas, estos hechos ocurren en todos lados y en muchos de ellos con la complacencia de las autoridades. Según el Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (Ocmal) había en 2011, en estas tierras, 155 conflictos sin resolver.

Impacto sobre la corrupción y los conflictos

Los beneficios que estas actividades generan son muy elevados. Una fracción de ellos ha sido destinada a conseguir leyes mineras que les permitan operar a discreción, con el mínimo de riesgo y ganancias exorbitantes como se describirá más adelante. Pero lo más grave es que han ayudado a sostener, a lo largo de los años, caudillos locales corruptos y hasta han provocado luchas entre diferentes etnias indígenas de la región donde actúan. A veces, estas empresas, generan conflictos con su sola presencia, como se ha observado recientemente en la prensa nacional. (Continuará)

 

Impactos económicos indirectos, culturales, sociales y políticos

La relación entre las empresas mineras y las comunidades locales es generalmente mala. Los ejemplos de Famatina, Esquel y Jachal son más que suficientes.

Foto: EFE