Señal de ajuste

La buena educación existe

Roberto Maurer

Telefé ha continuado agrupando tropas en la frontera y recientemente reforzó aún más su programación con “La Voz Argentina” (domingos a las 22). Si bien es la noche de Lanata en El Trece, ese día también debe enfrentar a productos o subproductos de Ideas del Sur, una hidra que está presente durante toda la semana y reacciona ante cualquier movimiento del enemigo.

Por ejemplo, “Graduados” aventajó levemente en algunas noches a “Showmatch”, y Tinelli respondió con sus siempre veloces reflejos, presintiendo que el “Bailando” ya estaría agotándose: se mantiene en alerta porque sabe que es una mina que alguna vez deberá cerrar. Entonces, con su intuición infalible, Tinelli improvisó una obra maestra el gran martes en que llevó a Charlotte Chantal Caniggia a compartir la vida de la gente común, haciéndola comer pizza de parada y subiéndola a un colectivo, en un experimento espontáneo que las cámaras siguieron en vivo, para culminar con una maratón gay de los presentes, que se calzaron tacos y se colocaron alguna prenda femenina. Abandonó el plan de la noche y en esas dos horas y media produjo picos de audiencia de 38 puntos. Los observadores neutrales reconocen que ese día Tinelli improvisó sobre la marcha.

Y si estaba previsto que los puntales de la temporada fueran Antonio Gasalla y Florencia Peña, Tinelli olfateó el potencial de un filón inexplorado: Charlotte, una bobita candorosa que viene de una era desaparecida, la cultura de los ‘90.

VOCES ARGENTINAS SIN DEMAGOGIA

“La Voz Argentina” es un formato novedoso del reality show volcado a la competencia entre aficionados provenientes de un anonimato del cual quieren escapar cantando, bailando o sacando conejos de la galera. Actualmente el género alcanzó la cumbre del desborde de sensiblería rastrera que llega sin prejuicios a la usurpación de las capacidades diferentes para el aprovechamiento comercial del sentimentalismo, cuyo ejemplo más exitoso es “Soñando por cantar’’, con Mariano Iudica empapando con sus mocos las solapas de participantes a quienes abraza para llorar aplastando el rostro contra el pecho de quienes son convertidos en depositarios y socios involuntarios de la demagogia repugnante del conductor.

En algunos de esos concursos también se apela a la riña, como en “Cantando 2012”, o se seleccionan pobres tipos que suben al escenario con el fin de que el mundo se ría de ellos y los miembros de un jurado de famosos puedan humillarlos con burlas y expresiones de asco.

CON RESPETO

“La Voz Argentina” se levanta exactamente como lo opuesto, en tanto constituye un espectáculo amable, respetuoso y de nivel artístico: se seleccionan aficionados o semiprofesionales desconocidos que han aprendido a cantar o tienen un talento plausible para hacerlo.

La novedad consiste en la audición a ciegas, con los jurados de espaldas que, cuando oyen una voz que los atrae, aprietan un botón que hace girar su sillón para quedar de frente al cantante. Cuando un jurado hace girar el sillón, está indicando que quiere al o la cantante para su equipo. Si más de un jurado lo pretende, el propio cantante deberá elegir quién será su padrino y entrenador. Es un momento incómodo para el participante, que debe optar entre el Puma Rodríguez, Soledad, los Miranda y Axel. Con gracia y buenos modales, tratan de seducirlo para sumarlo a su team.

Hay un backstage con parientes y amigos en compañía de Marley, que siguen el desempeño en una salita con televisor, con un registro justo y necesario de las emociones. Existe un efecto muy bien aprovechado: mientras el cantante actúa con los jurados de espalda, la cámara los toma de frente y registra sus gestos y expresiones mientras escuchan y deciden si giran o siguen de espaldas.

Siempre hay alguna pequeña trampa, como la del participante de quien no se dio el nombre, y apenas fue mostrado a media luz. Cuando apareció en el escenario era un hombre con voz aguda de mujer, Nicolás Valdez Ruiz, de Tafí Viejo, cuyo sexo engañó al jurado, que solamente escuchaba su voz de contratenor, o sea el registro masculino más agudo.

Cuando se dan vuelta también pueden descubrir que la voz que están escuchando o ya escucharon, pertenece a una señora de 140 kilos que canta en los colectivos. “El bondi es mi teatro”, dice Silvia Fernández, de Berazategui.

Otro caso es el de Daniela Mazzitelli, aquella gordita que cantaba en el coro de Susana Giménez con Gino Renni. Ahora concursó con 45 kilos menos: “Es la primera vez que voy a cantar flaca”, dijo antes de que el jurado la escuchara en “The greatest love of all”. La eligieron los cuatro y se la disputaron.

Los jurados consuelan con delicadeza a los perdedores, aunque las palabras de una voz en off llegan contaminadas de retórica. El cordobés Mayko Walker pasó sin pena ni gloria, y se oyó de un locutor: “Mayko sabe que esto no es el final sino un pequeño obstáculo en el camino de sus sueños”. Más inquietante puede resultar que, buscando una voz para la Argentina, los participantes seleccionen sus favoritos recurriendo mayormente al repertorio del pop latino o las canciones en inglés.

“La Voz Argentina”  es un formato novedoso del reality show volcado a la competencia entre aficionados provenientes de un anonimato del cual quieren escapar cantando, bailando o sacando conejos de la galera. Foto: Gentileza Telefe

 

“La Voz Argentina” es un formato novedoso del reality show volcado a la competencia entre aficionados provenientes de un anonimato del cual quieren escapar cantando, bailando o sacando conejos de la galera. Foto: Gentileza Telefe