Cómo es el suelo donde se dio aquel “pequeño” paso

Cómo es el suelo donde se dio aquel “pequeño” paso
 

En pocos días, el 20 de julio, se cumplirá un nuevo año de la llegada del hombre a la Luna. Pero, ¿cuándo se formó el suelo que pisaron los integrantes del Apolo 11? En la segunda entrega de la serie que ofreceremos durante este mes, algunas respuestas.

TEXTO. JORGE COGHLAN - CODE/LIADA

La Luna ha fascinado a la humanidad a través de los tiempos. Mediante la simple observación con el ojo desnudo, uno puede distinguir dos grandes tipos de terrenos: las mesetas relativamente brillantes y las llanuras más oscuras.

A mediados del siglo XVII, Galileo Galilei y otros astrónomos tempranos realizaron observaciones telescópicas, notando un solapamiento casi infinito de cráteres. Se ha sabido también, durante más de un siglo, que la Luna es menos densa que la Tierra. Aunque desde antiguo había bastante información, la era espacial permitió revelar muchos secretos difícilmente imaginables antes de esta época.

El conocimiento actual de la Luna es mayor que el del resto de los objetos del Sistema Solar, exceptuando la Tierra. Esto conduce a una mayor comprensión de los procesos geológicos y una mejor apreciación de la complejidad de los planetas terrestres.

EL HOMBRE PISA LA LUNA

El 20 de julio de 1969, Neil Armstrong se convirtió en el primer hombre que pisó la Luna. Fue seguido por Edwin Aldrin, ambos pertenecientes a la misión Apolo 11. Ellos y otros caminantes lunares experimentaron los efectos de la falta de atmósfera. Se emplearon las comunicaciones por radio ya que las ondas de sonido sólo pueden ser oídas cuando viajan a través de un medio como el aire. El cielo lunar es siempre negro debido a que la difracción de la luz requiere la presencia de una atmósfera.

Los astronautas también experimentaron la diferencia gravitacional. La gravedad lunar es un sexto de la gravedad terrestre: un hombre que pese unos 82 kilogramos en la Tierra, pesará sólo 14 kilogramos en la Luna.

Cuatro estaciones de estudios sísmicos alimentadas por energía nuclear fueron instaladas durante el proyecto Apolo para recoger datos sobre el interior de la Luna. Sólo existe una actividad tectónica residual debida al enfriamiento y a la acción de las mareas, pero otros lunamotos han sido causados por impactos de meteoros y objetos artificiales, como la destrucción deliberada del Módulo Lunar contra la superficie del satélite. Recordemos que una vez que los astronautas dejaban la Luna, luego de pasar al Módulo de Mando, hacían caer -para que impacte sobre la superficie- el Módulo Lunar ya innecesario. Los resultados obtenidos de estos impactos han demostrados que la Luna tiene una corteza de unos 60 kilómetros de espesor en el centro de lado cercano. Si esta corteza es uniforme en toda la Luna, constituiría el 10% del volumen lunar comparado con menos del 1% de la Tierra. Las determinaciones sísmicas de la existencia de una corteza y un manto en la Luna indican que se trata de un mundo estratificado con diferenciación por procesos ígneos. No hay evidencia de la existencia de un núcleo rico en hierro. La información sísmica ha influido en las teorías sobre la formación y evolución de la Luna.

VARIEDAD DE ROCAS

La Luna fue fuertemente bombardeada en su historia temprana, lo que originó que muchas de las rocas originales de la antigua corteza se mezclaran, fundieran, enterraran o desaparecieran. Los impactos meteóricos aportaron una gran variedad de rocas “exóticas” a la Luna, de tal forma que las muestras obtenidas en las 8 zonas exploradas por astronautas y sondas robots (6 de EE.UU. y 2 de Rusia) produjeron muchos tipos diferentes de rocas para su estudio. Los impactos también sacaron a la luz rocas lunares situadas a gran profundidad y distribuyeron sus fragmentos sobre amplias zonas alejadas de su origen, haciéndolas más accesibles. La corteza subyacente fue también adelgazada y fragmentada, permitiendo que el basalto fundido del interior alcanzara la superficie.

Como la Luna no tiene ni atmósfera ni agua, los componentes de los suelos no se deterioran químicamente como lo harían en la Tierra. Rocas con más de 4.000 millones de años todavía existen allí, permitiendo la obtención de información sobre la historia temprana del sistema solar que no está disponible en la Tierra.

La actividad geológica en la Luna consiste en grandes impactos ocasionales y la formación continua de los regolitos. Sin embargo, se considera que está geológicamente muerta. Con una historia temprana tan activa de bombardeo y un final relativamente abrupto de los grandes impactos, la Luna se considera fosilizada en el tiempo.

LAS GRANDES PLANICIES

Los oscuros mares, con relativamente pocos cráteres, cubren aproximadamente el 16 % de la superficie lunar y se concentran en el lado cercano de la Luna (la cara que mira hacia la Tierra), principalmente dentro de las cuencas de impacto. Esta concentración podría ser debida al hecho de que el centro de masas se está desplazado unos 2 kilómetros en dirección a la Tierra, probablemente debido a que la corteza es más gruesa en el lado oscuro. Es posible, por lo tanto, que los magmas de basalto procedentes del interior hayan alcanzado fácilmente la superficie en el lado cercano, pero encontraron dificultades en el lado lejano.

Las rocas de los mares son basaltos y la mayoría tiene una edad que va de 3.100 a 3.800 millones de años. Algunos fragmentos en las brechas de las mesetas tienen una edad de 4.300 millones de años y las fotografías de alta resolución sugieren que algunos flujos en los mares rodean cráteres jóvenes y, por lo tanto, podrían tener una edad de 1.000 millones de años. Las extensas planicies conocidas como mares tienen un espesor medio de pocos cientos de metros, pero son tan masivos que frecuentemente deforman la corteza subyacente, lo que produce depresiones parecidas a fallas y cordilleras levantadas.

MESETAS O TERRAZAS

Las mesetas relativamente brillantes, cubiertas de cráteres, son llamadas terrazas. Los cráteres y cuencas de las mesetas se formaron por los impactos de meteoritos y son, por lo tanto, más viejos que los mares, habiendo acumulado más cráteres.

El tipo de roca dominante en esta región contiene altos índices de feldespato plagioclásico (un mineral rico en calcio y aluminio) y son mezcla de fragmentos brechados por los impactos de meteoritos.

La mayoría de las brechas de las terrazas están compuestas por fragmentos de brechas todavía más viejos. Otras muestras de las terrazas son las rocas cristalinas de grano fino formadas por fusión de impacto debido a las altas presiones que se generan en los impactos.

Casi todas las brechas de las terrazas y la masa fundida por los impactos se formaron hace 3.800 o 4.000 millones de años. El intenso bombardeo empezó hace 4.600 millones de años, que es la edad estimada del origen de la Luna.

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Cima central del cráter Tycho. Foto tomada por la Sonda de Reconocimiento Lunar (LRO) de la NASA. Foto. Goddard/Universidad Estatal de Arizona.


+ información

EN LA WEB

http://obscode.liada.net

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Panorámica de la región montañosa Taurus. En el cráter Litrow camina el astronauta/geólogo Harrison Schmidt de la Misión Apolo 17; en el medio de la imagen, inclinado, está el Rover lunar usado para las incursiones. Foto. Gentileza Nasa.

MISIONES DE RECOLECCIÓN

Las misiones Apolo (fueron 6: Apolo 11, 12, 14, 15, 16 y 17, entre 1969 y 1972) han vuelto a la Tierra con 382 kilogramos de rocas y suelos, y las dos sondas automáticas rusas (Luna 20 en 1972 y Luna 24 en 1976), con cerca de 200 kilogramos. A partir de estas muestras (todas en diferentes regiones de la Luna) se han estudiado tres grandes tipos de materiales superficiales: los regolitos, los mares y las terrazas.

El bombardeo de micrometeoritos ha pulverizado, concienzudamente, las rocas superficiales, produciendo unos detritos de grano fino denominados regolitos. Los regolitos, o suelo lunar, son granos minerales no consolidados, fragmentos de roca y una combinación de estos que han sido soldados en forma de cristal por los impactos. Se pueden encontrar sobre toda la superficie lunar, con la excepción de las paredes inclinadas de los valles y cráteres. Tienen de 2 a 8 metros de espesor en los mares y pueden sobrepasar los 15 metros en las terrazas, dependiendo del tiempo que haya estado expuesta la roca subyacente al bombardeo de meteoritos.