Saco, corbata y traje

Invariablemente, cuando alguien se pone un saco, una corbata, un traje, despierta comentarios de todo tipo y de todos los tipos que comparten tu jornada. Dos cosas te voy a decir: una, que debés ponerte el saco más seguido y dos, más Sacconi será tu hermana.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

Saco, corbata y traje
 

Hay personas que por trabajo o convicción (o por edad: antes era habitual) usan cotidianamente un saco o un traje. No hay problemas con ellos: excepto que traigan un día una corbata llamativa, el común de la gente -o sea, la gente común-, ya acepta como natural esa vestimenta. Pero las diferencias aparecen cuando el más pedestre de los vagos aparece de pronto de punta en blanco, vestido de saco y corbata o de traje. No voy a analizar aquí las motivaciones por las cuales uno se viste de esa manera. En cambio, intentaremos reseñar algunas de las reacciones de tus compañeritos de trabajo.

Las mujeres en general reciben bien el cambio: el energúmeno que siempre viene en jean y zapatilla, de pronto está allí con traje; así es que saludan y reconocen el esfuerzo. Acaso porque ellas mismas, las mujeres, ustedes mis chiquitas, tienen un natural sentido del cambio continuo y de la producción antes de salir a la calle. Que un tipo se tome un mínimo trabajo de producción, tenga un elemental giro hacia la elegancia o incluso la formalidad, o simplemente manifieste alguna modificación a su casual o descuidado estilo cotidiano, es convenientemente registrado.

Pero el problemas son los vagos, tipos que al igual que vos en algún momento deben ponerse también un traje. Muchos de ellos se sienten incómodos con ese atuendo. Otra porción importante de las huestes masculinas conserva sólo el traje del casamiento. Y pretende que en el cumple de quince de la nena, esa prenda impoluta le quede como entonces.

Así es que cuando llegás al laburo con un traje, aparecen los comentarios socarrones, envidiosos, maliciosos o directamente ofensivos. Una clasificación precaria de esos comentarios puede ser la siguiente.

* Referencias deportivas o por aproximación fonética. Invariablemente, un primer grupo de personas al verte llegar con traje, te dice Saccardi -que era un buen cinco, de Ferro, que llegó a jugar en Europa y en la selección nacional-, Sacconi -un gringo áspero que jugó en Colón y en Unión y que le pegaba a la pelota con un caño- o te dicen, los más veteranos: “¿No juega Corbatta?”, en referencia al delantero que brillara en Racing -yo soy hincha de ese equipo, así que por lo menos estoy enterado de quién se trata...- desde el ‘55 en adelante. Una variante también veterana es “Che, ¿qué pasó con Sacco y Vanzetti?”, con lo cual sin saberlo ya sos también un anarquista. A todos los cultores de comentarios por el estilo sólo les digo que deberían renovar apellidos y referencias. Y que los recontra, por las dudas.

* Referencias sociales. Otro amplio grupo de compañeritos de trabajo se contenta con insinuar o preguntar o comentar sobre un bautismo, un casamiento, y otras variantes. Son comentarios igualmente jocosos, que dan cuenta de la excepcionalidad de la situación. “Che, por fin te casás”; “Así que estamos de festejos...” y otras similares. Incluye la acusación de que con traje parecemos “muñequito de torta”. No diré más.

* Referencias desleales u ofensivas. Hay un tercer grupo, algo más malicioso, que sugiere que vestido de traje, con una falsa elegancia que no es tuya, vas a engañar a alguien. “Bueno, bueno, a quién vamos a cagar?” dicen con prístino castellano y sin dejar margen a ninguna sutileza. Nada de guante blanco. No señor: aparentemente cometeremos una estafa grosera en pocos minutos más, único modo en que podemos justificar vestirnos de ese modo.

Podríamos seguir caracterizando a los comentarios y a sus emisores, pero yo creo que la nota ya salió y se entendió con lo que traje (cuec). Y ya mismo me la saco (recontra cuec) de encima...