EDITORIAL

Los billetes de la polémica

A la hora de imprimir billetes y estampar en ellos el rostro de personalidades consideradas relevantes en la historia nacional, sería deseable que alguna vez las autoridades políticas tengan presente a quienes desde el campo científico o artístico contribuyeron de manera notable a definir nuestra identidad y prestigiar a la Argentina en el mundo.

 

La propuesta no es descabellada y mucho menos original. En otros países Japón, sin ir más lejos- hace rato que se ha optado por esta orientación. La pregunta a hacernos, por lo tanto, es por qué no imitamos ese ejemplo para que alguna vez en nuestros billetes nacionales veamos los rostros de Jorge Luis Borges, Federico Leloir, Julio Cortázar, Alfonsina Storni, Astor Piazzolla, Saavedra Lamas, para citar algunos de los más conocidos.

Si esto ocurriera, es muy probable que no sólo se haría justicia a quienes han colaborado con sus obras a mejorar la autoestima nacional, sino que, además, estas decisiones contarían con mucho más consenso social que aquellas otras relacionadas con políticos o personajes históricos de actuación reciente y trayectoria, en el más suave de los casos, controvertida.

En el caso que nos ocupa, la decisión de incorporar el rostro de la segunda esposa del general Juan Domingo Perón, la señora Eva Duarte, a los nuevos billetes de cien pesos, puede ser justa o entendible teniendo en cuenta la fama que a través del mundo del espectáculo esta mujer ha adquirido, pero convengamos que desde el punto de vista político se trata del símbolo de una facción política, no muy diferente a la que en su momento aprobó que los billetes contaran con el rostro del dictador Juan Manuel de Rosas.

De todos modos, la objeción más seria a hacer desde el punto de vista histórico a la reciente iniciativa monetaria, es la de oponer el rostro de Eva Duarte al de Julio Argentino Roca, considerado por ciertos divulgadores históricos como el responsable de todos los males que hoy afectan a la Argentina, acusación tan arbitraria como inexacta.

Más allá de lo simbólico y de la gravitación que estos aspectos pueden llegar a tener en la sociedad, no deja de llamar la atención que el gobierno insista en seguir manteniendo como el billete de más valor de nuestro sistema monetario, al de cien pesos. La decisión es sorprendente porque tal como se presentan los hechos económicos, a nadie le debería llamar la atención que en poco tiempo estos cien pesos equivalgan a algo así como diez dólares, lo cual no haría más que poner en evidencia la devaluación de nuestra moneda.

No es un secreto nacional saber que el gobierno no se decide a imprimir billetes de quinientos o mil pesos, porque ello significaría admitir que el proceso inflacionario es alto, crece y no tiene perspectivas de estabilizarse. Ello explica, entonces, esta insistencia en mantener billetes de cien pesos como máxima unidad monetaria con absoluta prescindencia de las señales que dé la economía. En estos temas, una vez más el gobierno persiste en sostener que si la imagen que le brinda el espejo no es agradable, la mejor solución es romper el espejo o mirar para otro lado.