¡Caña con ruda!

¡Caña con ruda!
 

Se viene generalizando el rito de la copita de caña con ruda en ayunas el 1ero. de agosto, para alejar males, acercar buenas, mediatizar lo inmediato e inmediatizar lo mediato: después de tres copitas, encaramos hasta a la mismísima Pachamama, sospechosamente parecida a la volumétrica Doña Marcia. Se viene una nota ruda. Lo que se dice, un artículo macho.

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

Desde el fondo de los tiempos, ascentralmente, la nona te sorprendía el 1ero. de agosto, de prepo y sin demasiadas opciones (como cuando zambullía en serie a todos en la bañera; o como se hacía todo antes, qué trauma ni trauma...), con un traguito de caña con ruda. Uno veía esa botella “rara” y olorosa, con un arbusto indefinido ahí adentro, y sentía curiosidad. Y nadie se salvaba ese día, desde los voluntarios que encaraban solitos y solícitos la copa de caña como quien enfrenta al seis de Chacarita (no te va a gustar, pero hay que ir con fe igual) hasta nosotros, tiernos polluelos que entrábamos en el ancho mundo de las bebidas “de los grandes” con alcohol, pero por el baño del fondo. Minga, sidra, minga cerveza: tomá un trago de esto, poné la cara que quieras y bancatela, que a golpes se hacen los hombres y las mujeres.

Así que pasábamos por la cocina de la abuela que te mojaba los labios con eso, antes de darte el tazón de leche y el pan con manteca. Metáfora pura: hay que pasar el trago amargo, porque después salís fortalecido.

Hasta hace unos años, en el laburo, Enriquito era el encargado de traer una botella de caña con ruda, para purificar y hacer huir las pestes. Ahora sobran oficiantes, sobran botellas y sobran, sobre todo, aspirantes, sorbedores, bebedores y toda una alegre tropa que viene al trotón a cumplir el rito. Y si me apuran, me parece que hay dos o tres que cumplen el rito tres, cuatro o cinco veces. Sobrecumplen...

La caña con ruda propone esencialmente combatir aquello de que julio te prepara y agosto te lleva. Te podrá llevar, pero entonado.

Viene por esta cuestión de pelear contra el invierno, lo duro, lo muerto para que se termine la malaria y se anticipe la primavera.

Así que se hace un rito en honor a la Pachamama: hay que enterrar choclo (alusión cero), hay que enterrar chicha (ídem anterior), hay que enterrar cosas para que la Madre Tierra nos siga dando sus dones en ese año. Luego se hace un montículo (alusión cero, alusión cero) para proteger por un lado la ofrenda y señalar por el otro el sitio en que ésta se realizó. Es una señal de que uno ha cumplido.

En el norte esa práctica es habitual: nadie toca nada. Acá es inviable: no alcanzás a hacer túmulo alguno, porque se van a llevar tu choclo y tu chicha, te van a romper el montículo y quién sabe qué otras cosas más.

Así que tomamos (porque si es cuestión de tomar...) la más verificable y posible de las prácticas, que es entrarle nomás a la caña de mañana y en ayunas. Después de esa explosiva y entonadora copita, se te calienta el pico y entonces le das otro trago en ayunas. Y después otro porque ya está bueno ese fueguito interior y exterior. En un momento no sentís calor ni frío, ni hambre, ni sed ni nada de nada: ¡Iuuuuupi! El efecto Pachamama es inmediato.

Cuando la copita en cuestión es en tu casa, porque vos o un familiar preparó y previó el brebaje para todo el mundo, después hay que encarar la calle. ¿Tres tristes tragos de esa caña machaza entran en el control de alcoholemia? Porque el 1ero. de agosto a las ocho o nueve de la mañana, los inspectores se harían un picnic, si no fuera porque ellos mismos también están o deberían estar cumpliendo el rito.

Y nod vamod yendo, cadajo. Tomé en ayunas en casa la caña con ruda del Colo. El Colo ya es cañero normalmente; imagínense con autorización. Después probé un poquito o dos poquitos la caña de la Jose, de amable y para no despreciar. Después la de Jodge y dedpued la de odtro, odtra. Le di con un caño a la caña. Media caña, caña alta, caulquier caña, por ruda que fuera. Y vo’ quién so y si quedé pelead vení nomá. Vo’ y cuántos más...