Mesa de café

¿Vivir del trabajo o del Estado?

Remo Erdosain

José no puede disimular el tono irónico de su voz.

-El señor Bonfatti dijo hace un mes que estaba rascando la olla para pagar los sueldos y ahora dice que ni olla le queda.

-Es un gobernante responsable -sentencia Abel-, le informa a la opinión pública que no hay plata y que hay que ajustarse el cinturón.

-Eso me suena a la famosa consigna “hay que pasar el invierno” de Alsogaray -responde José.

-¿Vos te referís a ese ingeniero y militar que tuvo una hija que fue ministra polifuncional y “todo servicio” de un gobierno peronista?

-Menem no fue un gobierno peronista -responde José algo irritado- fue un gobierno gorila.

-Tenés razón -responde Marcial- Menem no era peronista, porque ya se sabe que para esa época estaba afiliado al partido liberal de Noruega.

-Es extraordinario -digo-, los peronistas siempre tienen una mitad en el gobierno y la otra mitad en el llano asegurando que los verdaderos peronistas son ellos.

-Es que todos no entran en el presupuesto -acota malicioso Abel-, entonces los que no ligan nada pasan a la oposición con la esperanza de anotarse para el próximo turno.

-No creo que sea tan deliberado -señalo.

-Es el crimen perfecto -medita Marcial-, ser opositores y oficialistas al mismo tiempo y vivir del presupuesto toda la vida.

-No se vayan por las ramas -exclama José, que acaba de pedir un café bien cargado-, porque empezamos hablando de Bonfatti...

-Un gobierno decente -afirma al toque Abel.

-Es una opinión -admite José- pero mientras tanto yo quisiera saber por qué están sin un peso.

-Y, si la Nación no reconoce las deudas con la provincia, los fondos coparticipables los mandan cuando se les da la gana y en la cantidad que se les ocurre, no hay manera de disponer de plata.

-A eso agregale -digo- que cuando se quiere promover una reforma impositiva para obtener recursos genuinos la boicotean o la reducen a su mínima expresión.

-Lo cual es una vergüenza -se enoja Abel-, una vergüenza que el propio Pérsico -kirchnerista, si los hay-, se lo reprochó a los senadores peronistas a quienes no tuvo empacho en acusarlos de traidores y forros de los terratenientes santafesinos.

-Vos vas a llegar muy lejos, si tu referencia política es Pérsico -dice Marcial- y tu lucha es contra terratenientes que dejaron de existir hace años.

-Ustedes si que son maravillosos -responde José- viven hablando de la necesidad de controlar el poder, pero cuando los controlan a ustedes ponen el grito en el cielo.

-La verdad es la verdad -replica Abel-, el Estado provincial no fabrica plata, por lo tanto necesita cobrar impuestos, y los únicos impuestos posibles son los inmobiliarios rurales y urbanos, sobre todo los rurales, que pagan chauchas y palitos.

-Y van a seguir pagando eso -enfatizo-, gracias a la protección de los senadores peronistas.

-No me cambien la bocha -exclama José-, ni pretendan correrme por izquierda con un gobierno que lo máximo que pretende ser es una derecha prolija.

-Claro -dice Marcial-, porque para derecha desprolija están ustedes.

-Decí lo que se te antoje -contesta José-, pero en algún momento contestame si un gobierno puede cumplir con sus objetivos cuando tiene a todo el partido empleado en el Estado.

-A todos, no.

-Bueno...a casi todos.

-No es muy diferente a lo que hacen los peronistas en el orden nacional.

-Y lo que hacen los radicales en la municipalidad.

-Pero se suponía -reacciona José-, que los socialistas venían a cambiar los malos hábitos de los peronistas -dice con tono burlón.

-Vamos por partes -intervengo-, yo creo que hoy en la Argentina se hace muy difícil hacer política sin los recursos del Estado.

-Pero lo que está mal está mal -puntualiza Marcial.

-No está bien acomodar al partido en el Estado, como tantas cosas que en este valle de lágrimas no están bien, pero está claro que ningún partido puede hoy subsistir sin los recursos del Estado. Si en Europa el presupuesto financia a monarquias parasitarias, bien se puede financiar a la política en estos pagos.

-Pero entonces todo es un “viva la Pepa” -se indigna Abel.

-Así es la vida -respondo-, Chesterton una vez le dijo algo parecido a un amigo moralista: “Mi querido muchacho, el mundo ya era viejo cuando nosotros aún no vivíamos”.

-Yo no voy a posar de moralista -insiste Marcial- pero con ese relativismo moral dejamos abierta no una puerta, sino un portón enorme a la inmoralidad y la amoralidad.

-A ustedes los empresarios -subraya José- les molesta un sueldo alto de un político, pero no dicen una palabra de los millones que evaden.

-Creo -dice Abel- que si no tenemos un Estado que funcione, nada podrá funcionar.

-Lo que habría que distinguir -apunto- es cuáles son los criterios para seleccionar el ingreso al Estado.

-El mejor criterio es el concurso.

-También allí se hacen trampas -acota José.

-Yo -dice Abel- no tendría problemas que los partidos designen a su personal, los problemas se presentan cuando, además, de designar a dedo, designan inútiles.

-La anécdota más representativa -expresa Marcial- es la de ese padre que tiene tres hijos: uno es médico y tiene su propio consultorio; el otro administra el campo y lo hace muy bien; pero el tercero, se acuesta mamado todas las noches y no trabaja ni estudia...

-¿Y qué pasa con ese?

-Pasa lo siguiente: un buen día el padre llama por teléfono al diputado, senador, sindicalista o ministro amigo y le pide que le haga el favor de emplera a su hijo en algún lugar, por lo que el daño es doble: designación arbitraria para mantener un inútil.

-Digamos que al Estado van los inservibles -sentencia Marcial-, con lo que se justifica el refrán de mi abuelo: un hombre que se precia de tal no vive ni de la mujer ni del Estado.

-Me parece que están exagerando -dice José-, a ustedes, los liberales, les gustaría el Estado mínimo, un Estado que se desentienda de los pobres, de los enfermos.

-Ese es un verso que hoy no se lo cree nadie -replica Marcial-, un verso que usan para engañar a los pobres y enriquecer a los amigos. Hoy, en nombre de los pobres, se hacen formidables negociados.

-Puede ser -admite José- pero en el camino alguna respuesta se le da a la pobre gente, mientras que ustedes también hacen negociados, pero a los pobres no le dan ni la propina-, ésa es la diferencia.

-La diferencia -dice Marcial- no es esa, la verdadera diferencia reside en que nosotros queremos una sociedad forjada en la cultura del trabajo y ustedes una sociedad de mantenidos que los voten.

-No comparto -exclama José.