10 AÑOS DE “EL REGALADOR”

Un ejercicio de resistencia cultural

La micropublicación llegó por primera vez a 180 destinatarios un 16 de agosto. Su creador, el escritor santafesino Alfredo Di Bernardo, lo festeja y desarrolla su decisión de compartir los textos que lo impactan por su belleza o su lucidez.

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Alfredo Di Bernardo ideó la publicación virtual y está a cargo de la selección de los textos. Foto: ARCHIVO EL LITORAL

Ana Laura Fertonani

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En agosto de 2002, el escritor santafesino, Alfredo Di Bernardo, participó de un encuentro propuesto por “El Arca del Sur”, en el marco de la Feria del Libro de Santa Fe. “Me encontré con una asamblea de lectores”, dice porque allí el público por medio de un sistema de votación decidía qué material debía integrar el número aniversario de la revista local. “Aquella noche volví a mi casa pensando en la enorme cantidad de textos que, a mi criterio, merecían ser divulgados”, cuenta Di Bernardo, a cargo de la idea y selección de textos de El Regalador, la “micropublicación” que cumple este 16 de agosto su primer década.

Muchos santafesinos reciben en su mail, una vez por semana, ese trozo de poesía y pensamiento. “Pensé -señala su creador- que sería una buena idea aprovechar el correo electrónico para hacerlos circular. Inmediatamente, me di cuenta de que, si mi iniciativa se limitaba a eso, mis envíos iban a ser sólo un mail más, perdido en la maraña de mensajes que circula por el ciberespacio. Decidí entonces darles a esos envíos un nombre, una frecuencia y una estética que le otorgaran una identidad propia. Y así fue como el 16 de agosto de 2002, mandé el nº 1 de “El Regalador” a todos mis contactos, que en ese momento eran 180”.

Ya van 411 números, ya van 10 años de la publicación virtual que llega a distintos países: Argentina, España, Francia, México, Costa Rica, Cuba, Austria, Italia, Alemania, Israel, Estados Unidos, Puerto Rico, Colombia, Canadá, Australia, Perú, Uruguay, Chile, Ecuador, Guatemala, Honduras, Brasil, El Salvador, Bolivia, Hungría, República Dominicana, Venezuela y Paraguay.

DIFUSIÓN

—¿Persigue la publicación el mismo objetivo con el que nació?

—Sí, se trata de una labor de difusión cultural, con la que intento contribuir a que otras personas descubran autores o textos cuyo descubrimiento me impactó antes a mí por su belleza o por su lucidez. Es una manera de compartir la felicidad que me provocan a mí esos descubrimientos.

—¿A quiénes le llega?

—Es imposible saber a cuánta gente le llega. Yo lo envío por mail a más de 800 contactos y también lo subo a tres muros de Facebook que, en conjunto, totalizan 2.000 “amigos”. Pero después están los lectores que yo llamo “re-regaladores”, que lo reenvían, lo comparten y generan así una cadena de difusión de incalculables alcances. Me consta que El Regalador tiene lectores en 28 países.

—¿La selección de textos la hacés sólo vos?

—La hago yo. El Regalador es un proyecto unipersonal, no hay un equipo de trabajo detrás.

—¿Seguís algún criterio en la selección?

—Sólo tengo dos reglas: una es que no repito autores en el mismo año; la otra está dada por la brevedad del contenido: un solo texto muy corto- por ejemplar. Por eso, dentro del vasto mundo de las revistas virtuales, “El Regalador” ocupa el original lugar de ser una “micropublicación”. Fuera de esas dos reglas, trato de ser lo más amplio posible y voy intercalando poemas, canciones, frases, prosas, autores consagrados con otros no tan conocidos, antiguos con contemporáneos, textos de tono reflexivo con otros de sesgo irónico. Al principio estaba particularmente preocupado por la necesidad de que los textos seleccionados tuvieran una coherencia ideológica que se pudiera mantener en el tiempo. Me parecía que el sentido de “El Regalador” estaba íntimamente ligado a su eficacia para transmitir ideas que se opusieran, con inteligencia y belleza, al individualismo, al materialismo y al consumismo que impone la sociedad capitalista y contribuyeran a propagar una manera alternativa de percibir el mundo.

Con el tiempo, fui descubriendo que, si algo transforma a “El Regalador” en un ejercicio de resistencia cultural no es tanto el contenido explícito de sus envíos, sino lo que implica el hecho mismo de su existencia. Quiero decir, en una sociedad traspasada en todas sus fibras por las leyes de mercado, ¿qué cuestionamiento más profundo puede hacerse que el de instaurar y sostener un espacio interpersonal de gratuidad? En un mundo en el que todo, pero absolutamente todo se ofrece a la venta -y, lo que es peor, donde siempre aparece alguien dispuesto a comprarlo- ¿qué mensaje más claro puede enviarse que esta decisión de sistematizar los regalos?