Novela por entregas

La nueva novela de Rogelio Alaniz

El Litoral comienza a publicar desde mañana la novela “Una bala para Tomás Andrada”, del consagrado escritor y periodista Rogelio Alaniz. Los textos aparecerán con ilustraciones de Lucas Cejas y se entregarán junto a las ediciones de los martes y jueves. Por este motivo dialogamos con el autor sobre su nueva obra, que persiste en trabajar el género policial. Y de acuerdo con el diario, volverá a entregarse en cuadernillos de cuatro páginas, formato que reedita el viejo recurso del folletín.

De la redacción de El Litoral

—¿Vuelve Pablo Cerdán?

—De alguna manera, sí.

—¿Por qué de alguna manera?

—Porque también regresa un escenario que es nuestra ciudad o lo que yo imagino como nuestra ciudad. Y sobre todo persiste la idea de continuar reflexionando sobre el poder y la locura, uno de los grandes temas de la literatura.

—Algo parecido dijo cuando escribió “¿Quién mató al Bebe Uriarte?”.

—Y algo parecido diré si publico una tercera novela.

—¿Pero cuál es la diferencia entre una y otra?

—Puede ser la trama, los personajes, pero el tema de fondo es siempre el mismo, en ese sentido soy medio monótono.

—Regresemos al punto de partida y cuénteme sobre la trama y los personajes de “Una bala para Tomás Andrada”.

—¿No será mejor que la descubra usted cuando la lea?

—Prometo descubrirla, pero mientras tanto, algo tenemos que decirles a los lectores.

Según como se mire

—Está bien. Vamos a decirles algo. Tomás Andrada es un tipo complicado, según se mire puede ser un delincuente, un matón, un personaje de avería, pero por esas cosas de la vida es amigo de Pablo Cerdán, quien jura y perjura que es un tipo derecho, un hombre íntegro.

—¿Pero es o no un delincuente?

—Probablemente lo sea.

—¿Y entonces?

—Y ahí está el problema, que es un delincuente pero también es un buen amigo y Cerdán tiene que decidir con quién se queda.

—Convengamos que Cerdán tiene un criterio muy especial para elegir a sus amigos.

—Posiblemente. También tiene un criterio especial el sacerdote que está dispuesto a jugar sus hábitos por Andrada. Y algo parecido piensa un jefe mafioso, a quien lo único que le interesa en la vida son sus negocios, sus negocios sucios. O sea que por un lado está la ley, por otro lado los códigos entre hombres y, por el otro, la ley divina.

—¿Cómo es lo del cura?

—Andrada se crió con un cura, un cura muy especial que es íntimo amigo de Cerdán. Ese cura se compromete con Andrada porque entiende que ésa es su misión y está convencido de que Andrada es un buen tipo.

—La historia que cuenta, ¿es real?

—Por supuesto que no.

—¿Y la ciudad y los barrios?

Sin trampas

—Hay lugares reconocibles: bulevar, la Costanera, avenida Freyre, Colastiné. Hay bares, comedores, plazas, pero es mi mirada, porque si no fuera así todo se reduciría a un ameno folleto turístico. Es la diferencia existente entre la publicidad y el mito. Pretendo fundar mitos, no vender objetos de consumo.

—¿En las novelas policiales, el final siempre es decisivo?

—En algunas novelas, no en todas. Además, lo que importa es cómo se plantea el final. Así y todo, el final debe ser siempre la consecuencia de un desarrollo, de un despliegue. Todo final, en definitiva, debe justificarse y debe justificarse sin hacerle trampas al lector.

—¿Usted admitiría que sus novelas sean calificadas como policiales?

—Sí, pero si la califican de otra manera tampoco me importaría demasiado.

—No lo entiendo.

—Lo que quiero decir es que lo importante en todos los casos es si se trata o no de literatura. Chandler, Macdonald, Hammett, trascienden porque hacen literatura y hacen literatura con un género que los críticos de entonces habían considerado que era imposible hacer algo en serio.

—¿Y usted hace literatura?

—Eso no me corresponde a mí juzgarlo. Yo trato de hacer literatura, pero si lo logro o no ya es otra cosa

—¿Y quién juzga?

—Los críticos, los lectores, la posteridad.

—O sea, que usted es de los que creen que todo se reduce al lenguaje.

—No es una mala creencia.

—¿Conan Doyle es literatura?

—Yo creo que sí. Un autor que crea un personaje universal como Holmes, sin duda que está haciendo literatura. Personajes como Sherlock Holmes, D’Artagnan, Philip Marlowe, son algo más que entretenimientos pintorescos.

Personajes

—¿La literatura se reduce a creer personajes?

—Más o menos. La literatura se propone crear algo, algo que puede ser una situación, un personaje, pero con un desenlace que compromete un destino.

—¿El destino de quién?

—Del escritor, por supuesto.

—Todo bien, pero admita que lo que distingue al género policial es el crimen, la violencia...

—Agréguele el poder, la locura y estamos en lo que le dije al principio.

—Pero la novela policial posee ciertas normas muy propias del género.

—Puede ser, pero los grandes autores de policiales transgredieron esas reglas, del mismo modo que grandes autores que nunca dijeron escribir novelas policiales, de alguna manera lo hicieron.

—¿Por ejemplo?

—Hamlet y Macbeth podrían ser “policiales”. Algo parecido puede decirse de algunas novelas de Balzac o de Greene. Y “Madame Bovary”, la podría haber firmado Patricia Highsmith.

—¿No está exagerando?

—No mucho.

—Admítame que en el género policial, el crimen, la violencia, están más marcados.

—Depende. En algunas policiales inglesas el crimen suele ser apenas un pretexto. Horace McCoy es considerado un policial, pero no tiene nada que ver con la variante más clásica del género. En cierta oportunidad, Chandler dijo que Bogart le gustaba porque era capaz de crear violencia sin necesidad de tener un revólver en la mano. Muy bien Chandler. Los escritores que suponen que para que haya violencia deben correr ríos de sangre y que para que haya sexo los personajes deben estar durante toda la novela metidos en una cama, son discípulos de Tinelli, no de Chandler.

El riesgo

—Sin esos componentes, ¿no se corre el riesgo de ser aburrido?

—Siempre se corren riesgos, pero el riesgo mayor son los adefesios, los golpes bajos, el sensacionalismo barato, los lugares comunes, el populismo grosero. Hacer una novela con un detective o un periodista alcohólico y una rubia fatal, es lo más fácil y lo más equivocado. La fórmula del best seller en ese sentido es insuperable. Drogas, sexo, sangre, y todo en cantidad superlativa. O, en su defecto, meter un crimen cada vez que no se sabe cómo seguir. A veces el mejunje es entretenido, pero no tiene nada que ver con la literatura, del mismo modo que la prostitución no tiene nada que ver con el amor.

—¿Y usted está seguro de que “¿Quién mató al Bebe Uriarte?” está alejado de la “tinellización”?

—A seguro lo llevaron preso.

—¿Pero usted no puede decir que no tiene nada que ver con la serie televisiva que se va a hacer?

—Por supuesto que no tengo nada que ver.

—¿Cómo es eso?

—Yo escribí la novela, pero no me hago responsable del guión que escriban o de la película que filmen.

—Pero usted tiene que aprobar el guión.

—Para aprobarlo, primero tengo que leerlo.

—¿Y si hacen una versión Tinelli?

—Espero que no. No creo que el Estado o la UNL financien algo que perfectamente pueden financiar Marcelo Tinelli, Moria Casán o Sofovich.

El Litoral comienza a publicar desde mañana la novela “Una bala para Tomás Andrada”, del consagrado escritor y periodista Rogelio Alaniz. Los textos aparecerán con ilustraciones de Lucas Cejas y se entregarán junto a las ediciones de los martes y jueves. Por este motivo dialogamos con el autor sobre su nueva obra, que persiste en trabajar el género policial. Y de acuerdo con el diario, volverá a entregarse en cuadernillos de cuatro páginas, formato que reedita el viejo recurso del folletín.

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El autor. foto: pablo aguirre