Conclusiones sobre las Olimpíadas

M. Carlos Visentín.

DNI. 2.389.173.

Señores directores: En mi condición de docente y deportista, doble olímpico en Londres 1948 y Helsinki 1952, “Oro” en Water Polo en el Panamericano en Water Polo en Buenos Aires 1951, con 25 medallas obtenidas en Campeonatos Mundiales de Natación Master de las cuales 19 son de las llamadas “Doradas” de 1º puesto, y con el nombre inscripto en hall de los Famosos de la Natación Mundial en el Trofeo Cabeza de Palenque en Forth Lauderdale en Florida Estados Unidos. Doy este inmodesto currículum para fundamentar mi opinión sobre las Olimpíadas Londres 2012 y la crítica que formulo sobre el fracaso argentino.

En primer lugar deseo referirme a las ceremonias de apertura y cierre de las Olimpíadas donde el Reino Unido e Irlanda del Norte expusieron al mundo con gran simbolismo el espíritu olímpico representado por la llama transportada desde Grecia a Londres.

El Reino Unido se lució en la organización del evento deportivo más importante del mundo. Los 17.000 hombres que cuidaron la seguridad de los 10.500 atletas y los millones de espectadores cumplieron con éxito su tarea; los estadios para los 205 deportes llamaron la atención por su hermosura, comodidad y practicidad. En las pruebas de natación de aguas abiertas hubo enormes boyas, muy visibles para los nadadores que no necesitaban botes guía y las lanchas no molestaban.

La Argentina fracasó en estas Olimpíadas. El Fútbol sería nuestro deporte nacional y fuimos eliminados sin poder participar. El caballo argentino -que se destaca en polo- aquí ni figuró en las pruebas de salto. Basado en las Olimpíadas a las que yo concurrí puedo hacer una estadística de lo que ocurrió a los argentinos en cuanto a rendimiento y que se repite: sólo un 50 por ciento de los atletas consigue lograr sus marcas normales; en un 40 por ciento la adrenalina, el miedo al fracaso, les hace rendir menos y un 10 por ciento se agranda y consigue superarse. Dentro de ese 10 por ciento estuvo el taekwondista Sebastián Crismanich (Oro); el tenista Del Potro (bronce) y los veleristas clase 470 De la Fuentes-Calabrese (bronce); en ese 40 por ciento de rendimiento normal pondría a las Leonas del hockey (plata) y el básquet (4º) y, salvo de algunas otras excepciones, del resto es mejor no acordarse.

La Argentina está en pañales en el deporte de alta competencia. Carece totalmente de infraestructura deportiva, faltan piletas de dimensiones olímpicas (50x25 m) y todas las existentes están abarrotadas de público; prácticamente no hay piletas con plataformas y trampolines de saltos ornamentales; faltan velódromos; pistas de atletismo; complejos deportivos cerrados, todo lo que existe está saturado por el público que no compite. No hay escuelas de técnicos de los deportes que interesen al país; faltan médicos deportólogos; kinesiólogos especialistas en deportes. La óptica oficial provincial y municipal miran hacia un ámbito político social, no al deporte de competencia. Las becas son limosnas que no sacan campeones, y en muchos casos no hay continuidad de su pago. Los campeones salen por generación espontánea de los clubes amateurs que no reciben apoyo oficial. En nuestra zona a los clubes ni se les condona los impuestos provinciales y municipales, ni se les bonifica en el gasto de los servicios de luz, agua, gas. El gobernador, las Cámaras de Diputados y Senadores debieran interesarse en conseguirles ese beneficio porque en dichas instituciones se forman los campeones. La ayuda al deporte de alta competencia está en manos de la Nación, que distribuye mal el dinero, Los Pumas y Las Leonas reciben una montaña de plata y las federaciones amateurs de los otros deportes comparativamente sólo monedas. El dinero de ese apoyo sale de una excelente ley que la extrae del juego. La plata que se destina al fútbol, tiene una orientación política comercial que por su importancia merecería ser tratada en otra carta.