EDITORIAL

Otro caso de justicia por mano propia

En apenas diecinueve días, tres barrios de la ciudad de Santa Fe se convirtieron en escenarios de revueltas populares en las que vecinos hastiados de la inseguridad y escépticos sobre las garantías que debería brindar el Estado, decidieron actuar por cuenta propia en busca de justicia.

 

El 9 de agosto último, El Litoral publicaba en esta sección editorial una columna bajo el título “Cuando el Estado se disocia de la ley”. Aquella afirmación estaba fundada en dos hechos que acababan de producirse. El primero sucedió el martes 31 de julio, un día después del fallecimiento de la adolescente Priscila Soria, cuando en barrio Santa Lucía, vecinos de Monseñor Zazpe al 4100 quemaron la casa del supuesto homicida y otras cuatro viviendas donde habitaban familiares del sospechoso.

Una semana después, en Formosa al 7400, la gente incendió otra casa, donde dos hombres habían abusado sexualmente de una menor de 14 años.

El Litoral advertía entonces sobre este fenómeno de reacciones populares que reflejan una involución social y cultural profunda, pues la fuerza comienza a imponerse de manera cotidiana sobre la razón y las leyes frente a un Estado que, para gran parte de la población, hace tiempo dejó de ser el garante de la seguridad y la justicia. Sólo pasaron diez días desde aquella publicación, y una nueva revuelta popular se produjo en la ciudad. Esta vez fue en Villa del Parque. El domingo por la tarde, un adolescente de 17 años fue apuñalado ante la presencia de su novia. Lo trasladaron hasta el hospital Iturraspe, pero debido a la gravedad de las heridas llegó sin vida al nosocomio.

En una vivienda cercana, la policía secuestró el cuchillo que habría sido utilizado como arma homicida. Cuando los vecinos se enteraron del hallazgo policial, entrada la noche, se dirigieron enfurecidos a quemar la casa. Sólo con la presencia de los Bomberos Zapadores fue posible extinguir las llamas.

Tal como había sucedido en los dos casos anteriores, se produjeron daños materiales y no hubo que lamentar víctimas humanas.

Si bien es cierto que desde los medios de prensa se debe actuar con cautela para no generar un clima de pánico y paranoia social, también es verdad que éstos no parecen ser acontecimientos aislados. De nada serviría negar la realidad, sobre todo cuando los hechos producidos en tan escaso lapso muestran que están dadas todas las condiciones como para que se reiteren estos intentos de obtener justicia por mano propia.

Las medidas efectistas y de corto plazo de poco servirán en la búsqueda de soluciones, pues el problema tiene raíces profundas. Los organismos del Estado, como la policía o el Poder Judicial, no perdieron credibilidad de la noche la mañana.

No será sencillo recomponer el vínculo entre el Estado y la ciudadanía. Sin embargo, resulta imprescindible reconocer que la situación se está convirtiendo en una verdadera bomba de tiempo.

Las señales del problema son evidentes. Las respuestas, por ahora, siguen siendo inciertas.