Tribuna ciudadana

La educación prohibida

Danilo Héctor Di Persia

El pasado 13 de agosto fue presentada en la sala de ATE, la película documental “La educación prohibida”, que en simultáneo era exhibida en distintas salas de numerosos países. El propósito es transmitir un mensaje motivador e interactuante, de transformaciones impostergables a través de nuevos paradigmas educativos. En este documento testimonial (de dos horas de duración), un elevado número de docentes, especialistas e investigadores manifestaron sus opiniones sobre la educación, y se ensamblaron propuestas llevadas a la práctica con enfoques comunes integradores: la imperiosa necesidad de generar cambios fundamentales en la educación actual.

Este “hilo conductor” que une diversos aspectos de la película, es una reflexión abierta, abarcadora y probada a través del tiempo. En síntesis, se evidencia la validez práctica de experiencias educativas no formales. No se trata de intentos individuales, sino que el gran mérito del documental radica en amalgamar la singularidad plural de diversas propuestas que se vienen realizando con aplicaciones prácticas en numerosas ciudades de más de 40 países. Esto marca una gran diferenciación cualitativa: no se trata de espasmódicos intentos teóricos y aislados, sino de acciones concretas, llevadas a la práctica con un propósito unívoco: la “educación del amor” en reemplazo de la imposición coercitiva de mayores contenidos sin interconexiones.

La Argentina estuvo representada por varios espacios con diversas modalidades, aunque todos con propósitos similares en la formación y autoformación creativa de quienes asisten a ellas. Nuestra ciudad de Santa Fe, en particular, lo hizo a través de “La Cecilia”, en la voz, la imagen y los comentarios de Ginés Del Castillo, quien ha dedicado gran parte de su vida al proyecto innovador que encarna dicho establecimiento.

Recuerdo que era un pequeño intento sanamente ambicioso, casi imposible de concretar de no haber tenido él la constancia y el empeño para lograrlo. Hoy, aquel “granito de arena” tiene “destino de montaña”, y es un baluarte señero en la región y en el país. En esto lo acompañaron quienes estuvieron en el primordio original y aquellos que se han sumado en el tiempo.

La temática abordada por el realizador de “La educación prohibida” (un joven de sólo 23 años), pone en evidencia diversos enfoques innovadores que mostraron a la concurrencia (muchos alumnos de edades y carreras diferentes, padres y docentes preocupados por la educación), la búsqueda de visiones ampliamente superadoras.

Las propuestas confrontan a una educación tradicional (por arcaica), repetitiva, enciclopédica, con deshumanización muchas veces expresada en pensamientos perimidos, desmembrada, que se fundamenta en contenidos que los docentes deben imponer (cualquiera sea el tipo de gestión), porque se la considera “prestigiosa” e indispensable para insertarse en la sociedad de consumo. Se trata de la educación que ha hegemonizado más de 200 años de vigencia en el mundo, y algo superior a los últimos 130 años en la Argentina.

Claro está que en los amplios períodos mencionados hubo modificaciones, muy limitadas, con maquillajes formales y acumulación de disposiciones en los contenidos y carencia de vínculos interactuantes: se ha buscado sumar más contenidos desarticulados para una educación agobiante y disociadora, donde todo logro termina siendo más de lo mismo.

Así, los niños, jóvenes y adolescentes no son tomados como tales, sino con la visión estereotipada que imponen los adultos. Y se los transforma -por acumulación de equívocos- en “adultos en miniatura” que deben convertirse en repetidores de aquellos que la sociedad decide aunque sus aspiraciones sean notoriamente otras.

El documental “la educación prohibida” más que atacar, propone alternativas innovadoras que cambian de lugar a los protagonistas.

Una niña o niño son, sobre las idénticas edades con que se los agrupa hoy, seres con procesos madurativos diferentes, con historias personales, familiares, socio-culturales y afectivas colmadas de matices poco similares. Ellas no son tenidas en cuenta por los planes educativos, sobrecargados de objetivos que deben cumplirse, y en los que las diversidades interpersonales no son consideradas.

Por el contrario los nuevos paradigmas del film que comentamos hacen de la diversidad individual y social factores fundamentales para la educación basada en la creatividad intrínseca de cada ser humano, favorecida por la interacción continua.

Niñas y niños, jóvenes, adolescentes (y me atrevería a extenderlo a todo el ciclo vital de cada ser humano), en los surgentes nuevos paradigmas dejan de ser “los obligados a incorporar lo impuesto para transformarse en hacedores de su propia educación.” Por añadidura, conlleva creatividad/re-creatividad (desde lo lúdico formativo en los más pequeños a la introspección que los catapulta hacia sus propias e ineludibles sensaciones de búsqueda).

Al ser protagonistas en libertad, crecen sus potencialidades de observación/investigación, innatas a la esencia humana, pero además, interactúa con pares y no pares de edades diferentes, lo que implica crecimientos intercalares y cuidados recíprocos.

Al gran error de la educación formal actual lo señalaría con un aforismo: nacemos originales y terminamos clonados o fotocopiados. La gran diferencia de los nuevos paradigmas (carentes de obligaciones que deben cumplirse porque sí) radica en que sin dejar de tener estructuras funcionales mínimas, estas no son imposiciones sino necesarios lineamientos organizacionales.

La película puede bajarse y difundirse libremente en www.educaciónprohibida.com; madres y padres, docentes de todos los niveles, funcionarios políticos o de carrera, miremos sin preconceptos —con la mente abierta y receptiva— tomando lo que nos parezca realizable (ya vendrán tiempos de mayores inclusiones). Reflexionemos que la vida es una autoconstrucción continua, y nunca será una estrategia que fluye desde los escritorios...

Esta será una propuesta inalcanzable (dirán los que se dejan vencer antes de intentarlo); un esfuerzo estéril pensarán otros (cabalgando sobre montículos de burocracia formal y personalmente aceptada); un concepto que no tiene futuro (pensarán los que carezcan de argumentos o que no están acostumbrados a pensar); siempre es más fácil hacer lo que se nos ordena (porque no requiere del pensamiento proyectual).

Nosotros preferimos reproducir expresiones de Popper: “en el siglo XXI lo único permanente será el cambio”.