De “Mar del Plata...”
“Ventanas en la noche”, de Edward Hopper.
Por Osvaldo Picardo
De “Mar del Plata...”
“Ventanas en la noche”, de Edward Hopper.
Por Osvaldo Picardo
III
Hay un cuadro de Hopper
que me recuerda caprichosamente
la ciudad en que nací.
Ventanas en la noche.
En primer plano,
por efecto de la luz y la sombra,
una cadera de mujer y un codo
indican un brusco movimiento
que una de las ventanas recorta.
Es una historia que no necesita
principio ni fin.
La ciudad insiste en aparecer
en la tela del pintor.
También para mí,
he creado mi propia tela.
No existió antes ni después.
El inmigrante y el desterrado
me entienden.
El turista
nunca ha llegado a estas playas.
X
Nada más intrascendente que una hormiga.
Leo. Y esa clase de intrascendencia —pienso—
heredará, algún día, la tierra.
Sus antepasados lograron el vuelo
pero se fueron aceptando esclavas
convencidas de su lugar en el mundo.
Un orgullo secreto las revela hermanas
simplemente por la memoria
de un olor al momento de nacer.
Contra todas ellas, las negras, las obreras,
las coloradas, las voladoras,
se levantó la Villa Victoria Ocampo.
Sombra veraniega de San Isidro,
que trajeron, a pedazos, desde Inglaterra,
Seguramente llenos de trascendencia.
De aquellas batallas de verano,
contra las hormigas, no quedan
registros epistolares ni diarios íntimos.
Sólo la convicción subterránea
de que serán las que sobrevivan
y el resto, silencio.
Escritura de Roma
Roma no es una ciudad sino una escritura
heredada: un acróstico de chicos,
o Cicerón y César entrelazados, la urbs
de los caminos centrípetos, o la Argirópolis
de Sarmiento, el bárbaro y su amenaza eterna,
un mapa turístico en manos de un argentino
con pasaporte italiano en busca
del pariente lejano. Usted, entonces,
con el ojo puesto en el agujerito de su mundo,
preguntará confidente: cómo se anda
por las calles de una escritura. Es cuestión
de saber leer y dejarse llevar.
Peleas y discusiones infinitas se escuchan,
el verano pesa en los pies y estamos hechos
agua y trapo. Los yuyos, con impertinencia,
garabatean los mármoles y todos hablan
del caso de Carvilio Ruga,
un divorcio famoso a pesar del amor.
¿Quiénes fueron? ¿Qué se hizo? ¿Dónde?
¿Con qué medios? ¿Por qué se hizo?
¿De qué modo? ¿cuándo?
Yo no quiero responder (en unos días volveré
a ver a mis alumnos y oiré las respuestas
que al fin aquietarán el silencio, no el tiempo).
Seguiré caminando, bajo el sol, por estas calles
escritas, aún lejos, y usted volverá a subir
a su ómnibus refrigerado para olvidarse
de todo menos de sí mismo.
Algunas abejas sobrevolarán los desperdicios
entre las piedras monumentales del Foro,
alguna flor en los matorrales
que desde aquí no veríamos y el viento fresco
que empezará a soplar como si se tratara
de la túnica del sátiro cursi que cae y desnuda
lo que ya no existe pero está escrito: Roma.
(De “Mar del Plata, seguido de Otros lugares y viajes”, op. cit.).