Juan Rodó

Una voz con un toque de magia

El emblema de los musicales de la factoría Cibrián-Mahler cuenta cómo encaró la interpretación de un personaje fuera de los habituales en él : se trata de Merlín, el mago que interpreta en “Excalibur, una leyenda musical”.

Ignacio Andrés Amarillo

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Los que asistan el próximo fin de semana (1º y 2 de septiembre) al Teatro Municipal a ver “Excalibur, una leyenda musical”, la última apuesta de la dupla creativa integrada por Pepe Cibrián y Ángel Mahler, se encontrarán a un Juan Rodó bastante alejado de su célebre conde transilvano y cualquier otro severo personaje de ésos a los que nos tiene acostumbrado.

El Litoral quiso interrogar al barítono sobre la composición de su Merlín, y conocer su visión sobre la interpretación y sus futuros proyectos.

—¿Qué fue lo primero que te atrajo de “Excalibur” cuando Pepe y Ángel te lo propusieron?

—El desafío era interpretar un personaje lejano a lo acostumbrado. Un personaje con características de comedia era todo un reto para mí. Creo que lo más difícil es hacer reír al público y es algo que jamás me animé a hacer. Y esto sin dejar de emocionar al mismo tiempo.

—¿Por qué creés que estos relatos míticos nunca pierden vigencia?

—Porque hablan de valores, de la lucha por conseguirlos y de lo fácil y tentador de perderlos. La moraleja es universal y al mismo tiempo contemporánea a cualquier época.

El mago

—¿Cómo fue animarse a un personaje tan particular, y tan distinto a los que interpretás habitualmente?

—En un principio tuve miedo y sufrí mucho cada escalón en la construcción del personaje. Tenía miedo de no lograr llegar a realizarlo. Creo que ese miedo a lo desconocido es el que empuja para lograr objetivos.

—Merlín tiene un costado muy humorístico, pero también su propia profundidad en su relación con Morgana. ¿Cómo trabajaste esa complejidad?

—Tiene una dualidad humana y mágica. Él es una fuerza de la naturaleza. Pero su lado humano lo tiene. Siente amor, dolor, pasión. Como cualquier hombre que sufrió por amor, a él le quedan cicatrices. Eso desorienta al público en un momento. Lo hace frágil a Merlín y al mismo tiempo fuerte en la superación de su dolor. Hasta su voz cantada se modifica cuando habla de su amor por Morgana. Pero eso se da sólo en un instante íntimo de él con el público.

—¿Cómo sentís que evolucionó el personaje desde el estreno hasta hoy?

—Ha crecido notablemente, se ha asentado. Personalmente me divierto más ahora. Juego más, y creo que logré mejor timing en las escenas de humor. Eso fue por la experiencia función tras función con el público. Pude rescatar lo que mejor funcionaba y descartar lo que era innecesario.

—¿Qué tenés en común y qué de distinto con Merlín?

—La ternura, la ingenuidad, lo infantil y al mismo tiempo lo paternal.

—¿Cómo trabajaste la técnica vocal de un personaje que tiene tanto texto hablado, a la par de las partes cantadas?

—Fue difícil encontrar el equilibrio en la voz. Los juegos hablados en diferentes tessituras y con sonidos raros conspiran contra el canto. En los primeros ensayos quedaba extenuado de la voz. Todo fue un aprendizaje y un trabajo arduo.

La interpretación

—¿Cuál es la clave que le transmitís a tus alumnos a la hora de la composición de personajes, más allá de la perfección en la interpretación de la partitura?

—El pensar en la palabra. Cada palabra tiene una expresión intrínseca más allá de lo musical que al mismo tiempo le da música a la actuación. El cómo decir... es lo que modifica al artista. Una buena voz que no dice, no transmite.

—Decías que cada garganta es única y excepcional. ¿Detectás el potencial enseguida, “en bruto”, o puede ser que te sorprenda durante la formación?

—Tengo buen ojo para diagnosticar las voces, en general siempre acierto con el desarrollo de una voz. Pero las sorpresas existen, muchas veces me he sorprendido para mejor. Creo que el instrumento vocal muchas veces no viene tan servido y requiere un gran trabajo de transformación. Si el alumno cumple se realiza el milagro. Solo yo no puedo hacerlo. Para magia está Merlín.

—Drácula, Claudio Frollo, Solimán, Otelo, Jack el Destripador son personajes que tienen en común personalidades fuertes y una presencia imponente, junto con fuertes desgarramientos internos. ¿Qué te seduce de ese tipo de personajes?

—La antítesis, el juego, el humor, el poder estar como fuera y dentro de la trama. Es como una vacación de personajes solemnes.

Abriendo puertas

—¿Qué proyectos tenés en carpeta? Habías hablado de “Nine” en algún momento...

—Sí. Es “Nine” mi próximo proyecto para el año que viene. Sin duda uno de los mejores musicales a mi juicio. Me emociona hacerlo y me ilusiona hacerlo conocido. Fundamentalmente que sea el primer musical de Broadway en gira por el interior. Es una historia muy conmovedora.

—¿Qué hay de “Jeckyll and Hyde”?

—Lucharé para que sea lo próximo. Espero que no me agarre muy mayor (risas).

—¿Cuándo te podremos tener por Santa Fe dando un concierto de piano?

—Te prometo que cuando pueda te lo voy a hacer saber. No es fácil el piano. Requiere mucho trabajo de horas que a veces no tengo. Y además me aterra hacerlo en público... Increíble pero real...

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Los juegos hablados en diferentes tessituras y con sonidos raros conspiran contra el canto. En los primeros ensayos quedaba extenuado de la voz, cuenta el barítono (en la imagen, en uno de los ensayos preparatorios).

Foto: Gentileza Cibrián-Mahler