Ciclo cultural en el Club del Orden

De la república posible a la república verdadera

De la Redacción de El Litoral

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En el marco del ciclo de conferencias organizado por el Club del Orden con motivo de su 160 aniversario, el periodista y profesor del UNL Rogelio Alaniz, disertó sobre el tema “Alberdi, Sarmiento y la Constitución Nacional”. El orador fue presentado por presidente de esa institución, Dr. Carlos Caballero Martín, y luego de recordar que el Club del Orden fue una creación institucional surgida en el contexto del Congreso General Constituyente que comenzó a sesionar en Santa Fe a fines de 1852, se refirió al escenario histórico que precedió a la sanción de la Constitución y los debates ideológicos y políticos producidos en ese momento.

Según el expositor, a diferencia de otras cartas constitucionales cuyo contenido certifica una realidad histórica ya lograda, la Constitución de 1853 se presentó como un programa abierto hacia el futuro, un programa institucional cuya puesta en práctica debía -al decir de Halperín Donghi- constituir “una nación en el desierto argentino”.

El rol político de Urquiza fue destacado particularmente en lo que se refiere a la clarividencia de los exiliados, quienes para fines de la década del cuarenta comprendieron que el caudillo entrerriano podía llegar a expresar el liderazgo capaz de enfrentar y derrotar a Rosas. También señaló, contra lo que se cree habitualmente, que los principales intelectuales en el exilio valoraban algunos aspectos del gobierno de Rosas y para esa fecha estaban más preocupados por indagar cuestiones rescatables del legado de la dictadura rosista que en cristalizarse en el análisis de sus bien conocidos errores.

Así fue como, para Sarmiento, lo importante del rosismo fue haber constituido -incluso a pesar de su voluntad- una realidad económica y social con actores indispensables para organizar el futuro. Para Alberdi, en tanto, el aprendizaje más valioso que dejaba el rosismo era el de haber enseñado a los argentinos a obedecer, requisito indispensable para construir un orden que reclamara no la obediencia al dictador, sino a la ley.

Los contrastes y contrapuntos entre las ideas de Sarmiento y Alberdi fueron analizados durante la disertación, que incluyó las posiciones de otros protagonistas, como Fragueiro, Frías, Mitre y Vicente Fidel López. Alaniz subrayó que, sin embargo, los matices y diferencias no impedieron establecer un piso de coincidencias en torno al lugar que le correspondía a la Argentina en el mundo.

Para todos estaba claro que la Argentina debía integrarse a un campo de relaciones internacionales que se estaban transformando aceleradamente. Que esa integración debía hacerse en clave liberal y atendiendo a las modalidades de la división internacional de trabajo. Eso, dijo el conferencista, estaba fuera de discusión. Pero de allí en más, y particularmente en lo que respecta a las modalidades del orden interno, se abría un abanico de alternativas que los intelectuales de ese tiempo se encargaron de explorar hasta en los detalles.

Alaniz señaló que los debates constitucionales fueron interesantes, pero advirtió que el marco de ideas clave estaba, de hecho, relativamente definido. En ese sentido, el texto de Alberdi, “Las Bases...” fue decisivo, como también lo fue la participación de Juan María Gutiérrez, quien, para muchos historiadores, fue el principal protagonista de la Constituyente. Las sesiones -insistió el expositor- se realizaron en un marco cargado de incertidumbres y acechanzas. Para noviembre de 1852 la poderosa provincia de Buenos Aires había roto relaciones con Urquiza y el escenario de la guerra civil volvía a ser un hecho real.

No obstente, la Carta aprobada fue un modelo no sólo de constitucionalismo sino de clarividencia política. “La Constitución de 1853, no fue copia sino creación”. En sus líneas centrales, el texto fue algo así como un mapa que permitió definir un futuro institucional que se iría realizando en un itinerario cargado de conflictos. La Constitución -sostuvo el orador- resolvía algunas cosas, pero dejaba pendientes otras. El orden rosista no incluía una estructura formal del Estado, motivo por el cual los políticos de aquel tiempo debieron abocarse a organizarlo. Había que terminar de modelar la Nación, pero esa tarea se logrará luego de treinta años de turbulencias.

Como evaluará Sarmiento muchos años después, los logros estuvieron a la altura de los ideales defendidos en 1853. La “república posible”, defendida por Alberdi, tomaba forma y dejaba abierta la posibilidad de la “república verdadera”. Dicho con otras palabras -concluyó-, a los derechos civiles indispensables para constituir una sociedad capitalista o burguesa, deberían sucederle los derechos políticos, necesarios para constituir la “república democrática”.

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Alaniz y Caballero Martín, conferencista y presentador, ocupan la tribuna de la centenaria entidad. Foto: Pablo Aguirre

a los derechos civiles indispensables para constituir una sociedad capitalista o burguesa, deberían sucederle los derechos políticos, necesarios para constituir la “república democrática”.