El periodista claudio fantini presentó su último libro “La gravedad del silencio”

“El peronismo refleja la cultura política argentina”

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“El régimen kirchnerista no se rige por el pensamiento sino por el alineamiento”, dijo Fantini. Foto:Guillermo Di Salvatore

Gabriel Rossini

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“En la sociedad argentina hay un síntoma preocupante y es que en las reuniones familiares, de amigos, de trabajo, no se puede hablar de política porque si uno es kirchnerista y el otro no, las discusiones son tan agrias que terminan hiriendo. Entonces se hace un silencio, que es grave porque es el síntoma de una división profunda de la sociedad. Es una fisura que divide familias, amistades, grupos de camaradería. Explico en el libro por qué todas las sociedad de todos los países tienen una suerte de puntos de líneas imaginarios y divisibles, pero que la responsabilidad del liderazgo democrático es precisamente no dividir a la sociedad, no pasar la tijera por esa línea de puntos, porque el instrumento político que se utiliza como elemento cortante es el odio político, el discurso sectario que incuba violencia política. En Argentina, hay un estado latente, un estado de violencia que hasta se puede respirar”.

El que habla es Claudio Fantini, periodista y politólogo que estuvo esta semana en Santa Fe presentando su último su último libro, “La gravedad del silencio”, donde analiza esta situación.

“Creo que después de la última dictadura militar, que fue la más criminal y cruel que vivió Argentina, la democracia ya tenía que venir vacunada contra ese elemento cortante. Sin embargo, no fue así. Y la división no tiene que ver con el pensamiento. En los casos de Eliseo Subiela o de Héctor Polino, el problema no es el pensamiento sino el alineamiento. Cuando Subiela le dice al gobierno: “Se equivocan conmigo porque yo no soy opositor y en mi juventud fui montonero”, el que se equivoca es Subiela porque al gobierno no le interesa su pensamiento sino su alineamiento. Y eso es una injusticia, una arbitrariedad, un síntoma de régimen”, dice Fantini.

—¿Piensa que la división de la sociedad será una de las peores herencias del kircherismo?

—Va a ser la peor herencia. Defino al kirchnerismo como un retroceso que ha producido muchos avances como la recuperación del Estado en ciertos roles, la inversión en las universidades y en ciencias, en tecnología, el juicio a los genocidas y torturados, el matrimonio igualitario, etc. Esos son avances, pero pesa más el retroceso de haber inoculado odio político a través de un discurso sectario.

—Aplicación práctica de Carl Schmidtt.

—Toda sociedad se muestra entre dos filósofos aunque no lo sepa: Carl Schmidtt y su libro “El concepto de lo politico” donde establece la dialéctica amigo-enemigo; y Martín Buber, cuyo libro “Yo y Tú” establece una dialéctica absolutamente inversa. De la complementariedad entre lo diferente en Buber, hasta la enemistad entre lo diferente en Schmidtt se define la cultura de un país. Creo que en Argentina, la cultura política de matriz autoritaria tiene más adhesiones en la sociedad que la cultura política de matriz liberal. Y el kirchnerismo en todo caso es una expresión claramente definida de la cultura política de matriz autoritaria.

—Buena parte de la sociedad coincide con sus ideas. ¿Por qué las comparte y vota de otra manera?

—Entre los factores del 54% de la última elección está la nulidad de la oposición, que tuvo la extraña habilidad de hacer una suma que dio cero. Y eso que en la oposición hay gente valiosa. Me da la impresión de que no logró cuadrar exactamente el tablero de la disputa en la Argentina. Otro fue la muerte de Kirchner, que traccionó muchos votos por simpatía y la emotividad. Y fundamentalmente la economía. La oposición fue el vacío y los votos siempre se conducen al algo, no hacia la nada. Además, la tendencia en Argentina es que mientras la economía va bien, ganan los oficialismos. Yo creo que el problema se agrava cuando la cultura política dominante es la matriz autoritaria.

—Una explicación es porque Argentina lo tuvo a Perón.

—Para mí, el peronismo refleja la cultura política argentina. No la generó, es el que más claro la refleja.

—Es decir, había peronistas antes de Perón.

—Sí. Mi libro anterior se llama el componente monárquico y allí explico mi visión de la historia y de la cultura política latinoamericana en lo que para mí es esencialmente el monarquismo. Nuestro rey no tiene corona, no anda en carroza ni se sienta en un trono y el nombre que usa es caudillo. Pero es lo mismo. En nuestra cultura política, lo importante es que gobierne uno solo y que tenga mucho poder. Predomina en la Argentina la idea de que es preferible un autócrata que un presidente débil y ése es el problema de la Argentina. Y en esos términos, creo que el kirchnerismo es el que refleja más claramente ese lado oscuro y predominante de la cultura político argentino. Mientras que en la oposición ese caudillismo se refleja en un tribalismo de pequeños caciques que están con sus propias veleidades que son candidatos antes que dirigentes políticos.

—Además no han sabido construir una agenda de temas atractivos para el electorado.

—Convengamos que es difícil y que el mundo muestra que hacer política dividiendo a la sociedad es un método muy eficaz.

Vladimir Putin y el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko -que son los modelos de liderazgo que tienen los chavismos y cuasi chavismos en América Latina-, han exterminado a la oposición fracturándola. El mundo y la historia nos muestra que esa forma de hacer política es brutalmente eficaz porque debilita el pluralismo.

—En la historia argentina, digamos desde la entrada en vigencia de la Ley Sáenz Peña hacia acá, en algún momento, ¿hubo un presidente que no fuera personalista?

—Sí. Frondizi, Illia. Alfonsín fue plural. Menem fue plural. Yo he sido un rabioso crítico del menemismo y de la convertibilidad. Para mí, el menemismo es sinónimo de corrupción y de frivolidad política. Ha sido nefasto. Pero el discurso de Menem no fue sectario ni excluyente.

—¿Qué piensa de la relación que generó el kirchnerismo entre la Nación y las provincias? ¿Considera bien lo que hizo De la Sota de recurrir a la Corte para reclamar las deudas?

—En términos generales, no es desacertada la decisión que tomó el gobernador cordobés. Me parece más digno reclamar lo reclamable que utilizar a la caja para alinear. Este gobierno no se rige por el pensamiento sino por el alineamiento. El pensamiento del gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, es horrible, pero no importa. Importa que se alinea y aplaude. Y subordinan con la caja. Por eso, me parece que lo que hacen Córdoba y Santa Fe es una medida correcta y tiene dignidad política. Agachar la cabeza por plata para los sueldos es un error fatal.


Contra la reforma de la Constitución

—¿Qué piensa del proyecto kirchnerista de volver a modificar la Constitución para reelegir a Cristina?

—Personalmente creo que en Argentina cada presidente tendría que gobernar un solo mandato. Donde funciona así -Chile, Uruguay y México, por ejemplo- no les va mal. México, incluso en los tiempos del PRI, supo poner el partido por encima del cargo. Los presidentes estaban un solo período y se iban a la casa. En Argentina no es así, porque la cultura es monárquica, porque el líder está por encima de los partidos. Creo que en el país hay que hacer una reforma para volver a la presidencia única e irrepetible. De todas maneras, no es viable la idea de reforma del kirchnerismo, además de ser horrible reformar la Constitución por el interés de un partido político o de un gobernante. Michel Bachelet decía que nunca una iniciativa gubernamental tenía que ser un traje a medida del gobernante. Nunca. El kirchnerismo todo lo que hace son trajes a medida. Dejemos la Constitución como está. ¿Por qué quieren reformarla? Considero a la presidenta una persona muy inteligente y creo que no quiere un nuevo mandato, sabe que éste es un período económico excedentario y que las dulces mieles de estos lapsos se vuelven agrios cuando cambian los tiempos de la economía. Y sabe que este período le debe mucho a China, la soja y los alimentos en general. Personalmente, creo que quiere tener la carta de la reelección para no convertirse en un pato rengo y no se le licúe el poder los últimos dos años de gobierno. Pero hay una casta que sin ella no gana ni a las bolitas y necesita que sea eterna para seguir en los despachos y enriqueciéndose a la sombra del poder. Me parece que Cristina tiene una gran sed de historia, es una persona con un amor propio muy grande, con una dosis de narcisismo muy grande y sabe que lo mejor para separarse es como lo hicieron Los Beatles: cuando estaban en su mejor momento y no en los momentos de declinación. Me da la impresión que lo entiende de ese modo, que disfrutaría de la post gubernamentalidad y de quedar como una suerte de prócer con muchos récord propios.