En el sur de Santa Fe

Al rescate arqueológico de una estancia jesuítica

Al rescate arqueológico  de una estancia jesuítica

Algunos elementos

utilizados en la construcción de la antigua estancia fueron recolectados a nivel superficial. El paso siguiente es ir por los que están en el subsuelo.

Foto: Agencia Télam

El establecimiento San Miguel del Carcarañal, ubicado muy cerca del río Carcarañá, fue instalado en 1719 por la Compañía de Jesús y en poco tiempo se convirtió en su principal fuente de recursos. Con la expulsión de los hijos de Loyola, en 1767, comenzó la declinación de la estancia, que nunca más se recuperó. La exhumación es promovida por el municipio de San Lorenzo.

 

Hugo Lucero

Télam

Un proyecto de rescate arqueológico de la estancia jesuítica San Miguel del Carcarañal, fundada en el siglo XVIII en el sur santafesino, será implementado por la Municipalidad de la ciudad de San Lorenzo, junto a las comunas de Aldao y Andino, para integrarla a un circuito histórico regional.

El sitio arqueológico donde se emplazaba el establecimiento rural jesuítico está sobre la margen sur del río Carcarañá, cerca de la localidad de Andino, en el departamento San Lorenzo.

La estancia, que perteneció a la Compañía de Jesús (fundada en 1540 por Ignacio de Loyola), se constituyó en el mayor asentamiento rural jesuita del territorio santafesino.

Ahora, la Municipalidad de San Lorenzo (a través de su Museo de Historia Regional) y las comunas de Aldao y Andino se propusieron impulsar un proyecto que tiene 12 años de antigüedad para llevar adelante el rescate histórico y arqueológico de ese antiguo sitio, hoy tapizado por sembradíos de soja.

San Miguel del Carcarañal data de 1719, “cuando los jesuitas, por problemas en la frontera norte de Santa Fe, se trasladaron al sur de la provincia, a un lugar más seguro, y un camino más adecuado para lo que ellos hacían, que era criar mulas para comercializar después en el Alto Perú”, dijo a Télam Griselda Tarragó, directora del Museo de Historia Regional de San Lorenzo.

La historiadora explicó que el asentamiento “formaba parte de la red de estancias jesuíticas en territorio argentino, como de las dependencias del Colegio de la Inmaculada Concepción en Santa Fe”.

“La estancia funcionó entre los años 1719 y 1767, que es el momento en que se produce la expulsión de esa congregación religiosa de esta región” por orden del rey de España, tras lo cual quedó abandonada, reseñó.

Tarragó comentó que “hay como un tiempo de transición después, en el que aparecen los dominicos y otras órdenes religiosas, hasta que en 1781 se la entregan a los franciscanos”, aunque éstos nunca la ocuparon.

“Como los franciscanos tenían otras características, no se dedicaban a reproducir mulas ni a contar con establecimientos productivos, sino más bien a predicar la fe y la conversión de fieles, deciden desplazar la estancia hacia San Lorenzo, y ése es el origen del actual Convento en la localidad”, detalló.

El traslado ocurrió en 1796 y la estancia San Miguel -continuó- “queda totalmente desarmada. Su estructura no era de piedra, sino de adobe y los franciscanos se llevan todo lo que sirve: rejas, hierros, herramientas, maderas y tejas”.

Mirando al subsuelo

En el lugar donde se levantaba el casco de la estancia, agregó, “a nivel superficie hoy no se observa nada, no se ven ruinas, sino que todo está en el subsuelo y esto es lo que queremos rescatar. Es un rescate arqueológico del sitio que tenemos muy bien identificado en un campo donde se cultiva soja desde hace años”.

Tras señalar que “es un sitio arqueológico producto de una alta dinámica productiva e intercultural”, Tarragó precisó que en la estancia “vivieron no sólo los padres de la Compañía de Jesús, sino también población blanca dedicada a tareas rurales, esclavos negros e indígenas de diferentes etnias”.

“El hecho de que en la estancia vivieran alrededor de 200 esclavos, marcaba la importancia que tenía un establecimiento productivo de la época de la colonia”, remarcó.

Sobre el proyecto de rescate histórico y arqueológico, explicó que “costó destrabarlo”, porque “no había legislación que amparara estas cuestiones. Ahora, estamos por llegar a un acuerdo con los propietarios del campo donde se encuentra este sitio histórico, y hacer este rescate para preservar al menos el casco de la estancia”.

Al respecto, lamentó que “como siempre pasa, algunos se enteraron del valor histórico que había debajo de la tierra y entonces intentaron rescatar elementos con detectores de metales. Lamentablemente, hubo una especie de expoliación del sitio”.

Al rescate arqueológico  de una estancia jesuítica

Plano del casco de la estancia jesuítica San Miguel del Carcarañal en el sur santafesino. En breve comenzará en la zona un relevamiento arqueológico para exhumar los restos que puedan quedar del que fue el más importante establecimiento de la Compañía de Jesús en la provincia.

Foto: Agencia Télam


Nuevos dueños

Una vez desplazados los jesuitas las tierras de San Miguel del Carcarañal -que ocupaba casi 300.000 hectáreas adquiridas por la orden ignaciana en 1719 a Antonio de Vera Mujica- fueron subastadas en Santa Fe en 1774. Entre los nuevos propietarios aparecen Ignacio Díez de Andino, Juan Francisco Aldao, Antonio Molina, Juan Antonio Helguera, Francisco Lucena, Ignacio Villarroel, Francisco Pérez, y las familias Araya y Roldán entre otras.

/// EL DATO

Una historia accidentada

Una arte de la estancia San Miguel del Carcarañal, tras la expulsión de la orden jesuítica por orden del rey de España Carlos III, 14 años después fue entregada a los franciscanos, pero éstos nunca ocuparon ese asentamiento rural.

La estancia constituía un punto de enlace de los caminos que iban desde Buenos Aires y Paraguay hacia el Alto Perú (actual Bolivia), principal centro de explotación de plata en Sudamérica.

767, la estancia sufrió varios procesos antrópicos que incidieron en su derrumbe y dispersión de materiales y aunque en 1781 le fue asignada a la Orden Franciscana, sus integrantes nunca la ocuparon.

Los materiales más costosos como hierros y maderas fueron trasladados para el Convento San Carlos, erigido sobre el río Paraná en 1796, y los franciscanos reutilizaron ladrillos y tejas en construcciones posteriores.

En 2000, se recolectaron del lugar numerosos materiales a nivel superficial, que quedaron en exhibición en el Museo de Historia Regional de la ciudad de San Lorenzo y lo que queda del patrimonio de la Estancia está bajo un campo de cultivo. (Télam)