¿Estamos solos?

Arturo Lomello

¿Estamos solos en el universo? La pregunta puede parecer ociosa a muchos, teniendo en cuenta los graves y acuciantes problemas que afrontan los seres humanos. Si todavía estamos lejos de una real justicia, si existen privilegiados y postergados, si empieza a librarse la batalla contra el agotamiento de los recursos naturales, si también es grave la progresiva contaminación ambiental, si, en suma, somos incapaces todavía de unirnos universalmente para luchar de una vez por todas contra la desintegración de una vida que tiene todos los elementos maravillosos como para encontrar la plenitud, aparentemente la pregunta del comienzo parecería verdaderamente ociosa. Pero la historia del hombre ha demostrado que las preguntas siempre nacen de una sobreabundancia existencial que en la búsqueda de respuestas trae aportes valiosos para nuestra vida.

Tras este breve preámbulo enfrentamos, entonces, la pregunta inicial. Algo similar le ocurrió a Cristóbal Colón, cuando en postrimería del siglo XV se preguntaba si el mundo comprendía solamente Europa y Asia. Ese interrogante sirvió para incorporar un nuevo continente no para descubrirlo sino para encontrar e intercambiar razas, culturas, para ampliar la aventura, permitiendo así el renovamiento del asombro del ser. Esta es la razón fundamental para indagar el interrogante que planteamos.

En una noche estrellada experimentamos el bello vértigo de percibir la inagotable pluralidad de mundo desparramado a lo largo del cielo ¿Es racional, entonces, pensar que estamos solos en el universo? Hay quienes creen que ya hemos sido visitados por seres de otro mundo y hasta existen múltiples investigadores del tema. Por supuesto, la cuestión se presta a la charlatanería y a la desbocada fantasía. En verdad, lo lógico es circunscribir el tema a la presencia de otros mundos y otros seres pero no a su contacto con nosotros, muy complejo dado la multiplicidad de factores que lo dificultan. Creemos que tanta pluralidad de mundos no puede reducirse a un solo y pequeño planeta habitado por seres aspirantes a la inteligencia. Debe haber muchos habitados, solo que lejos, por el momento, de nuestro alcance. Y saberlo es saludable porque nos evidencia que no es posible encerrarnos en el prejuicio, en los límites definitivos. Se trata de abrir nuestra mente, lo cual nos permite una mayor libertad para vivir y también nos revela la necesidad de unir la diversidad de lo real como lo postulan las distintas religiones, sobre todo la cristiana que nos transmite la iniciativa de Dios de ingresar al mundo encarnándose en un hombre.

Es la única forma que tiene lo efímero para acceder a lo infinito y demuestra, justamente, que ya aquí en este mundo que conocemos no estamos solos como lo podemos verificar si seguimos el Verbo encarnado ¿Por qué entonces vamos a ser los únicos habitantes del cosmos?