Al margen de la crónica

Adiós a la fiesta

Después del reciente escándalo por unas fotografías en las que aparecía desnudo en Las Vegas, el príncipe Harry de Inglaterra pasará cuatro meses de servicio en Afganistán, con el uniforme verde aceituna del tercer regimiento de las Fuerzas Aéreas británicas.

Aunque los expertos consideran moderado el riesgo al que se enfrenta el “captain Wales”, nombre oficial del nieto de Isabel II en el Ejército, y hasta ahora ningún helicóptero Apache ha sido blanco de los talibanes, “será una labor difícil y ambiciosa”, dijo hoy el comandante de Harry, Juck Gordon.

La Royal Army se esfuerza por no tratar de manera distinta al hijo menor del príncipe de Gales: Harry vivirá junto con el resto de sus compañeros de escuadrón en un sitio donde no obstante hay bar y billar.

Para Harry, de 27 años, no es su primer viaje al Hindukush. Ya estuvo allí en 2008, aunque en aquel entonces la misión era secreta. Hasta que la prensa británica lo destapó, y poco después el príncipe regresó al Reino Unido.

“Demasiado peligroso”, explicó el Ministerio de Defensa. No sólo para el propio Harry, sino también para sus compañeros, pues se temía que los talibanes intentaran atacar al joven Windsor con fines propagandísticos.

Harry repitió una y otra vez su decepción y dejó claro que quería volver a Afganistán. ‘Sólo ocupo innecesariamente un puesto si no me envían fuera‘, dijo hace unos meses. Además, en Reino Unido tiene buena prensa que miembros de la monarquía participen en misiones de combate.

El abuelo de Harry, el príncipe Felipe, participó como cadete en la Segunda Guerra Mundial. Felipe, duque de Edimburgo, marcó con un faro piloto los objetivos contra la marina italiana. También el tío de Harry, el príncipe Andrés, fue piloto de helicóptero a los 22 años durante la Guerra de las Malvinas. Y el padre de Harry, Carlos, e incluso la reina, hicieron ‘carrera militar‘, aunque todos ellos, igual que el príncipe Guillermo, a una distancia segura del frente.

Harry, en cambio, es más atrevido, con y sin traje de combate. Cuando a finales de agosto fue fotografiado semidesnudo y rodeado de atractivas jóvenes en la piscina de un lujoso hotel de Las Vegas, y después totalmente en cueros en su suite, jugando al strip-billar, muchos británicos recordaron los convulsos años 90.

En aquella época, los Windsor protagonizaban un escándalo tras otro, un rosario de amantes extramatrimoniales que ni siquiera la prensa del corazón daba abasto a contar. En 1997, con el accidente mortal de la madre de Harry, la princesa Diana, y Dodi Al Fayed en París, la monarquía británica vivió su momento más trágico.

Por eso, la misión de Harry en Afganistán se adecúa a la nueva estrategia de relaciones públicas de la casa real: los Windsor no quieren tener fama de vividores a costa de la sociedad. Al contrario, más que nunca exigen sentido del deber.