En la Sala Marechal del Teatro Municipal

“La Bámbola”, con sobriedad y rigor

Roberto Schneider

“Llevame, llevame, llevame...” pide como un fantasma permanente Isolda La Bámbola, una de las protagonistas de “La Bámbola”, la obra de dos consagradas dramaturgas santafesinas como María Rosa Pfeiffer y Patricia Suárez, que nos transporta a las primeras décadas del siglo XX en la pampa gringa argentina. Como bien sostenía Rubén von der Thüsen antes del estreno, una casa en las afueras de un pueblo es el escenario de esta historia que deviene en tragedia. Un hombre mayor, un artista, un músico (Fausto) llega a esta casa ubicada en el pueblo de su juventud escapando de una vida dedicada a la música, a los conciertos y a una exposición pública que lo ha arrastrado a los bordes de la locura, llegando en su último concierto a destrozar un piano con un hacha.

La dueña de esta finca (Fiora) es una viuda que vive con su hija (Isolda); esta última está, a desgano, en los preparativos para su boda con el bibliotecario del pueblo (Hans). La llegada de Fausto provoca cambios, tanto en él como en Isolda, generándose una atracción por parte de ambos, alimentada aún más por el deseo de Isolda de conocer un mundo que hasta el momento le ha sido vedado. Esta relación amorosa, entre Isolda y Fausto, intenta crecer oculta ante los ojos de los demás personajes, pero la mirada atenta de Fiora (La madre) observa desde las sombras el curso de la relación, con un final que aquí no revelaremos.

El comienzo de la puesta en escena de Von der Thüsen es impresionante. Con el teatro en penumbras, con muebles cubiertos con telas blancas y arañas con luz precisa, estremece. Después, una luz intermitente portada por Hans señala alguno de los caminos de ingreso a esa casa fantasmal. Sentada, La Bámbola, vestida casi como una novia permanente, se destaca. Y pide que se la lleven. Fausto y Fiora harán su ingreso para, todos juntos, contar esa historia plena de sensaciones en la que se se narra un hecho para habitar un momento eterno que incluye el silencio de la vida y de la muerte.

Las lecturas posibles que están en el texto de las autoras son múltiples. El tema básico es el de la tremenda fragilidad humana: las fuerzas de la naturaleza, la sujeción del cuerpo a las veleidades de la materia orgánica, la usura del tiempo, la desproporción entre las aspiraciones y los logros, la caprichosa distribución de los frutos del trabajo; todo parece conspirar contra un criterio de bienestar terrenal. A la vez, en casi todas las existencias hay módicas cuotas de felicidad doméstica, y renace sin pausa la esperanza de una vida mejor.

Abordar tan bello material requiere sobriedad y rigor, algo que la dirección de Rubén von der Thüsen potencia. Seríamos injustos si no reconociéramos bellos momentos de su puesta en escena, en la que el drama se instala con precisión indiscutible. “La Bambola” no es una obra fácil -se habla de la memoria, el arte, la dificultad de quienes no pueden realizarse, la pasión, el amor y, dolorosamente, el desamor-, y confirma el talento y la visión de sus autoras y de quienes realizan la propuesta. Fausto -las dramaturgas se basaron lejanamente en la obra de Goethe- llega a esa casa en la que la crisis no será sólo la suya sino también la de quienes lo rodean. El músico trata de poner orden en una vida que no logra dominar, tales los demonios que lo habitan.

Se advierte un fuerte trabajo del director con sus actores y con el compromiso de su espectáculo. Verlo actuar a Claudio Paz es un placer: el actor transmite la incertidumbre de un hombre atrapado por el amor y la pasión en plena crisis artística y lo hace a partir de un trabajo comprometido. Nelda González es la potente Fiora (¿Mefistófeles?) y su interpretación, rica en matices, resulta de muy buen nivel. Celina Vigetti es la torturada Bámbola, que no oculta su desenfreno tras su aparente mansedumbre. La actriz resuelve con eficacia su atribulado personaje, en tanto que Gustavo Palacios Pilo otorga a Hans la necesaria cuota de verosimilitud a partir de un comprometido y preciso trabajo, pleno de matices. Es excelente el vestuario de Verónica Bucci, Luciana Brunetti y Facundo Ternavasio, rico en texturas y apropiadas tonalidades; son de muy buen nivel los peinados y el maquillaje de Lucía Sogin y los tocados de Alicia Rojas y es correcta la compaginación musical de Juan Candioti y von der Thüsen, asistido en la codirección por Selma López. Todos inmersos en una totalidad exquisita, que requiere de muy buenos sentidos para apreciarla.

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“¿Quienáy?” “¿Estás ahí?” “Corazón de melón”

“¿Quienáy?”

Hoy a las 21.30, como todos los viernes del mes, volverá a presentarse en Latreintasesentayocho (San Martín 3068) la obra de Chela, Chita, Chuchi, Chola y Choni, cinco mujeres que hilan la hilarante obra “¿Quienáy?”, de Raúl Kreig. Con humor, es dirigida por Luchi Gaido y Vanina Monasterolo, quienes trabajan en torno a la soledad, los ausentes y lo desconocido junto a cinco talentosas actrices: Marta Defeis, Luchi Gaido, Mariana Mathier, Martha Ottolina y Susana Schvartz.

Foto: Gentileza producción

“¿Quienáy?” “¿Estás ahí?” “Corazón de melón”

Una puesta en escena exquisita, con muy buenas actuaciones, para una historia de amor de fuerte e insoslayable contenido. Foto: Gentileza producción

“¿Quienáy?” “¿Estás ahí?” “Corazón de melón”

“¿Estás ahí?”

“¿Qué hacemos con el universo conocido cuando la vida nos da un vuelco?” es la pregunta que surge y atraviesa el relato de “¿Estás ahí?”, la obra de Javier Daulte que llega a la Sala Marechal del Teatro Municipal (San Martín 2020). Allí se presentará este viernes a las 21.30 y el domingo a las 20. Dirigida por Mari Delgado, esta puesta del grupo Ábima es brillantemente interpretada por Milagros Berli y Lucas Ranzani, quienes narran “la simple y compleja historia de Ana y Francisco”. Foto: Gentileza producción

“¿Quienáy?” “¿Estás ahí?” “Corazón de melón”

“Corazón de melón”

El grupo Cuatro Mujeres Rouge presentará la última función de “Corazón de Melón” este sábado, a las 22, en la Sala Foyer del Centro Cultural Provincial (Junín 2457, planta alta). Con dirección de Yanina Bileisis y Pablo Tibalt, Carolina Halsall y Joaquín Lavini narrarán en escena “la pequeña, íntima y cotidiana historia de vida de un matrimonio de más de 40 años” en clave de clown. La obra se gestó en el marco del Seminario de Dirección y Puesta en Escena que en 2011 dictó Edgardo Dib.

Foto: Archivo El Litoral