Olga Orozco en la revista “Claudia”

1.jpg

 

Para conseguir su pan, la profunda, excelsa, esotérica poeta Olga Orozco trabajó largamente como periodista. Colaboró con distintos medios, especialmente en la revista “Claudia”, un refinado mensuario destinado a una mujer moderna e inquieta. Allí escribió con ocho seudónimos diferentes según cubriera las críticas literarias, notas de la vida social, sobre el tango, etc. Ediciones en Danza ha publicado ahora una magnífica selección de esos artículos bajo el título de “Yo, Claudia”. De allí extractamos algunos fragmentos del Consultorio Sentimental, en el que Orozco firmaba como Valeria Guzmán.

 

Salchicha solitaria Nº 125, octubre de 1967

Hace cuatro años nos regalaron una perrita, a la cual queremos cruzar, pero nos hallamos ante el problema de hallarle compañero, puesto que su raza es muy poco conocida. Es una salchicha de pelo largo, cuyo nombre en alemán no podría traducir. No ha faltado gente que nos detuviera por la calle por un problema similar, pero como también tenían hembritas, seguimos sin solucionar la cuestión.

I.G.I.M. (Capital)

Han demostrado ustedes mucho tacto y decoro al no permitir acercamientos entre animales del mismo género. Consulten en el Kennel Club, Florida 671, o busquen en la parte amarilla de la guía telefónica la sección “Veterinarios”; figuran institutos y criaderos especializados que tal vez cuenten con una “agencia matrimonial” entre sus dependencias. Si no encuentran solución publiquen un aviso en algún diario: en el alemán dejen el nombre sin traducir; en los otros, transcriban la descripción que me envían. Si a pesar de todo el problema permanece, háganla depilar. Convertida en una salchicha común puede tener más chance.

Colaboraciones espontáneas

¿Es de práctica para vosotros el recibir colaboraciones tipo “poesía”?

Cuento con gran cantidad de material que, según criterio objetivo de personas especializadas, posee valor literario tanto como morfológico y además, amalgama una variedad de estilos: desde el descriptivo puro hasta el romántico o exhortativo.

Alicia H.M. (Córdoba)

En Claudia no se publican poemas ni se aceptan colaboraciones espontáneas. En cuanto a “recibir”, se recibe gran cantidad de material tipo “poesía” y tipo “prosa”, morfológico y también amorfo. Siguiendo una de sus variedades más ponderables de estilo, el exhortativo, sólo puedo decirle: “¡Adelante!”.

Y más poesía

Gracias por sus consejos anteriores. Me va mucho mejor. Pero ¿qué puedo hacer con mi novio? Él dice que es poeta y se deja el pelo largo desde hace un tiempo. Yo no soy artista, apenas toco la guitarra de oído. Pero últimamente él está cada vez más alejado. ¿Qué debo hacer, Valeria?, y perdóneme que la llame así.

Chiquita (Capital).

En primer lugar, no tengo nada que perdonarle, ¿o usted cree que mi nombre es una vergüenza? Es más justo que me diga Valeria y no Jerónima o Timotea. En segundo lugar piense si el alejamiento de su novio no se debe a) a la gruesa capa capilar, b) a que usted toca la guitarra de oído. Si es a lo primero su impresión es engañosa y todo se remedia con un corte de pelo. Si es a lo segundo —sométalo a una prueba para saberlo, pero no extreme la nota hasta conseguir una fuga— deje de tocar, a menos que su novio sea poeta de oído, lo cual indicaría que congenian. Si el alejamiento no se debe ni a a) ni a b), trate de descubrir la razón y vuelva a escribir. Mientras tanto sea dulce, atractiva, generosa, comprensiva, discreta y, sobre todo, no le pregunte a cada momento en qué está pensando. Los poetas hacen viajes interiores cuyas trayectorias no figuran en los mapas y en los que se imposible acompañarlos.

Mi marido es un ogro

Me casé a los 38 años con un hombre algo mayor, que me ofrecía una buena posición. Al principio me pareció que llegaría a quererlo, porque es honesto y bueno, pero después de doce años de vida conyugal ha llegado al límite: no lo soporto más. Sus continuas muestras de vulgaridad, su hosquedad, su falta de delicadeza, me tienen cansada. Me he apartado por ese motivo de mis antiguas relaciones, hasta de mi familia, ya que es una especie de ogro insociable. He pensado en la separación, pero, a mi edad, veo esa alternativa con más miedo que esperanzas.

Sara P. (Capital).

Hay en usted algo que no está muy claro. Por una parte, reconoce que su marido es honesto y bueno, pero no parece darles importancia a esas cualidades; por otro lado le critica defectos que, sin duda, ya tenía en el momento de casarse. ¿No los estará magnificando ahora por alguna razón que no conozco y quizás usted misma ignore? Trate de reflexionar, de ver con claridad lo que ocurre en su relación con su esposo. Y no lo cargue con todas las culpas. Hable, si se anima, con el “ogro”. Tal vez a lo largo de una conversación amistosa llegue a advertir lo que implícitamente reconoce en su carta; que está casada con un cordero con piel de lobo. Debería estar contenta: la inversa es mucho más frecuente y plantea problemas más difíciles de solucionar.

No todo lo que brilla es oro Nº 185, octubre de 1972

Tengo veinticinco años y estoy enamorada de un muchacho de veintiséis. Es amigo de mi cuñado y lo veo con cierta frecuencia. Es muy hermoso y yo creo que no soy linda. Nunca me ha dicho nada, pero cuando me mira le brillan los ojos y sé que me quiere. Sale con otras chicas, pero sólo por salir. Creo que lo que nos separa es su timidez. ¿Qué puedo hacer?

Cristina esperanzada, Capital.

No quiero descorazonarte, pero los ojos brillan a veces por varias razones que nada tienen que ver con el amor: por humedad natural, por frío, por resfrío, por exceso de colirio y hasta por malas intenciones. Si ése es el único síntoma que adviertes, ¿por qué no sondeas discretamente a tu cuñado? (Me parece sospechoso que ese joven tan tímido no tenga timidez para salir con otras chicas). Con un poco más de audacia podrías interrogar a “Mirada Refulgente” acerca del fenómeno luminoso que crees provocar. Suerte.

Lecciones de amor

Tengo 18 años y nunca tuve novio. Esto no ha sido un problema para mí, pues nunca me había enamorado. Pero hoy me enamoré de un hombre importante que se desempeña en el terreno artístico y está acostumbrado a salir con chicas de experiencia. Me ha pedido salir, pero yo, “gran tímida”, no me animo a decirle que no sé besar (en otras oportunidades se han burlado de mí). Necesito que me explique “cómo se besa” o cómo puedo hacer para “aprender”.

Blanca C. (Capital)

Se cierran los ojos, se unen los labios a los de la boca que los solicita, se presiona... Bueno, hay diversos estilos: “leve roce”, “pasión ardiente”, “hambre devoradora”, “respiración boca a boca”, “pasaje del caramelo media hora”, etcétera. Cada estilo tiene diferentes técnicas, pero lo que vale no es el virtuosismo sino el alma que se ponga en el asunto. Pero, ¿para qué te estoy explicando todo esto? Estoy segura de que la explicación, por pronto que vaya, llegará tarde. Tu amor te habrá dictado tu propia forma de besar. Lo que temo es que de ese señor tan “experimentado” aprendas todo demasiado rápido. Si aún estás a tiempo, piénsalo bien.

Besos brujos Nº 191, abril de 1973

Tengo 30 años y soy muy tímida. Me he criado en un ambiente muy puritano, gracias al cual en pocas oportunidades he tenido contacto directo con la horrible realidad que nos rodea. Desde chica me enseñaron a desconfiar de los hombres, puesto que siempre sacan provecho de las mujeres. Hace cinco meses conocí a un hombre mayor, que me invitó a salir y ya salimos dos o tres veces. Mi problema se presentó cuando al darme el primer beso me abrazó y me atrajo bruscamente hacia él. ¿No es un poco arriesgado aceptar junto con su beso un fuerte abrazo? Ese contacto físico, tan cercano, ¿no irá en contra de mi educación?

Marilú (Capital)

Por supuesto que va en contra de su educación, pero lo importante es saber si va en contra de sus sentimientos. Aunque ¿está segura de que se trata de un abrazo? ¿No me está hablando usted con algún eufemismo? Porque no entiendo su horror, ya que es más “arriesgado” besar que abrazar. En cuanto a “la horrible realidad que nos rodea”, ya ve usted que no es tan fea, sobre todo si nos rodea con sus brazos. Recapacite. Piense que a nadie le sucede lo que no quiere que le suceda, salvo en situaciones de violencia criminal. Los hombres “no sacan más provecho de las mujeres” que el que las mujeres les permiten, y le aseguro que los besos y abrazos son intercambios naturales entre enamorados. Deténgalo usted a ese señor en el límite que considere justo. ¡Ah!, olvidaba advertirle que también se puede llegar a extremos muy peligrosos prescindiendo de los abrazos.

(De “Yo, Claudia”, de Olga Orozco. Ediciones en Danza. Buenos Aires, 2012)

 
2.jpg
5.jpg

Olga Orozco en Santa Fe, en 1996. Foto: M. Pardo

4.jpg
3.jpg