Poemas de Juan José Santander

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Juan José Santander, poeta y diplomático santafesino. Foto: Flavio Raina

Todos los santos

No me sale ser malo, y no es que sea

bueno; blando, más bien, o perezoso.

El vivir me produce tanto gozo

que sólo alguna que otra cosa afea,

demandas cotidianas; pero el poso

de luz de cada día lo recrea.

Luego cuando alguien tal vez esto oiga o lea,

preguntará qué esconde este rebozo...

Nada. Las palabras me son tan naturales

como el aliento: como él, jadean,

suspiran, amansan, atacan, engañan,

revelan rebelándose, nos curan o nos dañan.

Y así me dejo ser y que me sean:

Reflejo en un espejo sin cristales.

De ahí

Soy de una tierra en la que la llanura

establece el paisaje y determina

la sencillez. Horizontes confina.

No hay límites de cielo a la hermosura.

En esa circunstancia el ser procura

encontrar dentro hondonada y colina,

y la imaginación su vista afina

para alcanzar algo que eterno dura

allende el horizonte ubicuo. Asila

su propia soledad en amistades

que resuenan a cósmicas edades

remotas, infinitas, insondables...

El otro adentro idéntico perfila

y afuera esboza en gestos venerables.

Así

El alma, una monja viejita que reza

en un rincón abandonado del convento,

tiene toda la fe y el sentimiento;

el mundo afuera, fealdad y belleza,

al renunciar a él en cada intento,

se lo ha ganado: es ésa su proeza.

Nada de lo que no ha conocido le pesa

y tiene lo que quiso y le interesa.

Por eso lo eligió. ¿Qué fue? Parece

que ese misterio adentro se oscurece

en luminosidad que la encandila.

¿Qué fue? ¿Qué quiere? No se lo plantea.

sigue rezando mientras se perfila

crepúsculo que en vidrios glorias crea.

Navidad

Somos tan poca cosa... Quizá es eso

por lo que quiso entre el burro y la vaca

venir, que fuera paja lo que aplaca

el frío de su cuna, y ese beso

de manso aliento de animales. Peso

en la palma mi vida, y se destaca

de ayer pelusa que el dedo de hoy saca

de mi ombligo: ruin, rancio proceso.

Inevitable. Razonable. Pero

mezquino ante ese infante en el pesebre.

Donde animales pacen su alimento.

Nuestra pobreza halla ahí también sustento.

Donde a Sí Misma la Bondad celebra.

Sin medios. Sin recursos. Tierno agüero.

Humildemente

Toda la responsabilidad no cabe

a uno solo. No somos el Mesías,

cada uno. Todas las profecías

ya se han cumplido, o cualquiera sabe

cuándo se cumplirán... Es con la llave

de la humildad con que conseguirías,

tal vez, abrir a la calma tus días,

cada uno, sin pausa, sin que trabe

nada su curso, sinuoso y ondulante

sin embargo y, por eso, no aburrido.

No sintás, pues, la carga del olvido

como alivio; tampoco es la memoria

rosario de fracasos titubeante;

ni libro estampa en láminas tu gloria.

Viéndose

Con un ligero tinte de amargura

el horizonte dibuja la meta;

la luz, como crepúsculo, respeta

el enigma: qué queda, y qué no dura...

Si es el día o la noche quien apura

el vaso, y cuál el poso que, secreta,

habrá dejado la bebida, escueta

huella en el fondo de la taza oscura...

Con que quizá alguien escrutar pretende

el futuro que solo el tiempo hiende

y oculta. Aceptamos la jornada.

Hemos llegado hasta aquí sin apuro,

sin lucha, sin violencia. Casi nada.

Lo interesante es nunca estar seguro.

Recepción (Detalle)

Ángulo entre el espejo y la pulida

-o laqueada, quizá, no sé- madera...

La fiesta alrededor se desafuera

en voces, cantos, risas, distraída

en su propio turbión; mesura ida

con pudor, guarda aún cierta manera,

superficial, de compostura: mera

trama de convenciones compartida.

La camarera jefa en recorrida

va indicando a una y otra camarera,

que la siguen, la copa ya bebida,

o algún plato vacío... Ese palillo

quebrado que el espejo en la madera

refleja, queda olvidado en tanto brillo.

Como si vivir no bastara

Como si no bastara con vivir

Lo que la vida tiene de valioso

no está en la vida. La preciada gema

expresa su belleza cuando extrema

la luz y a sus facetas tinte hermoso

da. Lo suave del pétalo que rozo

está en mis dedos. Al variar el tema

lo desentraña la música. El lema

da sentido a la acción. Y sólo el poso

da cuenta del café. Lo que ha pasado

es exterior. Lo que queda está afuera.

La rueda en torno a su vacío gira.

Sólo se alcanza a ver lo que se mira.

Nunca se llega a ver si no se mira.

Esto que vivo es siempre la primera

vez, y la última, que me ha sido dado.

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Foto: de Miguel Grattier.