Historias escritas sobre el ring

Demarco y el coreano Myung: veintisiete rounds en el infierno

Sergio Ferrer

El rafaelino Mario Alberto Demarco mereció ser campeón mundial, pero no estaba en su destino. Así lo expresó alguna vez Julio Ernesto Vila y compartimos francamente el concepto. Mario combatió en dos oportunidades por la corona minimosca de la Asociación Mundial de Boxeo y lo hizo confrontando a uno de los mejores exponentes que ha tenido dicho peso en toda su historia, el aguerrido e incansable coreano Myung Woo Yuh, “El Impermeable”.

Ambas contiendas tuvieron lugar en Corea del Sur, un país en el que por lo general ha sido realmente difícil y duro imponerse en las tarjetas y en donde tratan bastante mal a quienes intentan quedarse con el cinturón que está en manos de los locales.

La primera vez que se enfrentaron Demarco y Myung fue el 30 de noviembre de 1986. Fue a quince vueltas, en el Hilton Convention Centre de Seul. El local se quedó con el veredicto después de un pleito increíble, muy disputado, al que el propio Vila definió en su momento como “tremenda batalla”. Todos los rounds fueron de “toma y traiga”, como se dice vulgarmente, sin que el argentino y el surcoreano se separaran a más de medio metro uno del otro en todo el match.

La segunda confrontación fue otra “guerra” terrible. Tuvo lugar el 11 de junio de 1989 en el Dankook University Gym de Cheonán. Ya derogados los combates titulares a quince rounds, Mario y el oriental se vieron las caras durante doce episodios. Nuestro comprovinciano volvió a tallar a gran altura, pero debió conformarse con otro fallo adverso.

Educado, leal...

En esa segunda pelea contra Myung, el nivel de resistencia y de oposición de Demarco fue tal, que uno de los periodistas que cubrió aquella contienda expresó, con cierta frustración y desencanto, pero mucho orgullo: “A este muchacho no se le puede pedir más; acaba de ofrecer una pelea inolvidable”.

Nacido en Rafaela el 13 de agosto de 1959, este diminuto santafesino fue un enorme gladiador del ring y un intachable deportista. Primero se destacó como boxeador y en la actualidad lo hace como director técnico. No en vano se lo aprecia tanto en el ambiente boxístico, en donde remarcan tanto su simpleza como su dignidad, es decir su don de gente. Educado, responsable, leal; cualquiera que visite la pujante “Perla del Oeste” y pregunte por él podrá comprobarlo.

Indudablemente, Mario tenía condiciones profesionales de sobra para ser monarca del orbe, pero se topó contra un campeón muy bueno, en épocas en las que no existían tantas entidades como ahora, ni se hablaba de campeones interinos, regulares, en receso, de plata o supercampeones. Es muy probable, con las condiciones de hoy en día, habría llegado a serlo, en especial si veinte años atrás le hubieran dado todas las chances que tuvo Luis “El Mosquito” Lazarte, por ejemplo, que logró el título recién en su sexto intento -en tres divisiones distintas- y con 39 años de edad.

Cabeza a cabeza

Si Carlos Manuel del Valle Herrera estuvo cerca de ser campeón mundial en 1980 porque tuvo a tiro de nocaut y “servido” al antillano Maurice Hope; o Carlos Alberto Ramón Ríos, porque lo hizo dar vuelta al filipino Luisito Espinosa con un tremendo cross en 1997, “Marito” Demarco lo estuvo porque sobre el entarimado realizó el mayor esfuerzo posible.

Honestamente, lidió durante veintisiete rounds en el infierno; pegado cabeza a cabeza, dale que dale, a puro “dame que te estoy dando”, contra un oponente intratable, de real jerarquía, que fue dos veces monarca ecuménico AMB y que llegó a hilvanar un primer reinado de 17 exposiciones exitosas (Myung se retiró campeón en 1993, con registro final de 38 victorias y 1 derrota, con 14 nocauts a favor).

Las bondades boxísticas de Mario Alberto Demarco fueron incuestionables, por lo que no es un desatino sostener que debió haber sido campeón mundial. Era una maquinita de pelea y estaba siempre bien entrenado.

Fue gran colaborador de Santos Benigno Laciar y compartió varias carteleras con él, inclusive en el exterior. La más recordada ocurrió el 1º de mayo de 1982 en Mérida, México, cuando “Falucho” reconquistó la diadema mosca de la AMB contra el local Juanito Herrera.

Allí, Demarco, en excelente demostración, lo pasó por arriba a Miguel “Pulgarcito” Leal, quien se desplomó en el décimo asalto y debió ser hospitalizado. En las 108 libras (48,998 kilogramos), casillero en el que llegó a ser titular nacional y subcontinental, “Marito” fue de lo más competente que dio Argentina desde que se oficializó esa categoría. Su récord rentado indica 25 triunfos (8 antes del límite), 4 derrotas (nunca fue noqueado) y 4 empates.

Demarco y el coreano Myung: veintisiete rounds en el infierno

Mario Alberto Demarco fue boxeador profesional entre 1980 y 1989. Sus peleas mundialistas contra “El Impermeable” Myung fueron inolvidables. Ilustración: Lucas Cejas

El estigma de no haber sido

Mario Demarco forma parte de un grupo de boxeadores argentinos que realmente debieron haber sido campeones del mundo y sin embargo quedaron estigmatizados por el hecho de no poder serlo. Ya sea por no haber tenido jamás una oportunidad, por haber perdido la chance en algún fallo controversial, o bien por no poder acceder a otras opciones.

El listado es significativo e incluye a varios de los nombres más importantes del deporte de los puños en el país, como Luis Ángel Firpo (todos los 14 de septiembre en Argentina se festeja el Día del Boxeador en honor a su histórico match de 1923 con Jack Dempsey), Justo Antonio Suárez (“El Torito de Mataderos”) y Eduardo Lausse.

También podríamos agregar a Luis Federico “El Negro” Thompson (panameño nacionalizado), Alfredo Prada, Pedro Beneli, Gregorio “Goyo” Peralta (si el límite crucero se hubiera creado diez años antes, seguramente este señor boxeador se habría prendido allí), Oscar “Ringo” Bonavena (si le ganó a George Chuvalo y tuvo a maltraer a Joe Frazier, creemos que podría haber vencido en estos tiempos a campeones como John Ruiz o Ruslan Chagaev), Vicente Derado, Ramón La Cruz, Carlos Cañete, Jorge Fernández, Víctor Etchegaray, Jorge “Aconcagua” Ahumada, Ricardo Manuel González (“robado” alevosamente en Japón), Fernando Sosa y Ramón Balbino Soria.