La Virgen Generala, Belgrano y la gloria

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El General Manuel Belgrano, la Batalla de Tucumán, óleo que se conserva en el Museo Histórico Nacional. Foto: Archivo El Litoral

 

Enrique José Milani

El lunes 24 se celebra la festividad de la Virgen de la Merced (o Mercedes), juntamente con un hecho histórico trascendental para nuestra Patria: el triunfo de las armas argentinas a las órdenes del General D. Manuel Belgrano, en la célebre, y por momentos complicada, batalla de Tucumán, el 24 de septiembre de 1812.

Por lo dicho, será útil saber cómo nació la advocación mariana de Ntra. Sra. de la Merced. Según cuentan los anales, el 2 de agosto de 1218 (los números coinciden con los del año de la batalla), San Pedro Nolasco tuvo una visión en la que la Virgen lo exhortaba a fundar la Orden que se dedicaría fundamentalmente a redimir a los cristianos cautivos bajo el poder de los moros. Así nació en Barcelona (España) la “celeste, real y militar Orden de la Merced, instituida por Jaime el Conquistador, y cuya tarea en aquellos siglos fue sobremanera heroica. Se calcula que fueron alrededor de 300.000 los rescatados del cautiverio de los moros por los frailes mercedarios, y unos 3.000 los religiosos que murieron mártires al ofrendar sus vidas en cumplimiento de los votos realizados. Por esto, en conmemoración de tan insigne gracia o “merced” de María a aquella gente, se estableció la fiesta de la Merced o de las Mercedes (“merced”: dádiva o gracia que los reyes o señores hacían a sus súbditos).

Aclarado este punto, nos detendremos a considerar cómo la Reina del Cielo, a través de su hijo predilecto el Gral. Belgrano, nos libró de las asechanzas de los que pretendían adueñarse del territorio argentino. La religiosidad de Belgrano era pura e inquebrantable tanto como su patriotismo y desinterés. Desde que proclamara abiertamente el 24 de abril de 1812: “Soy verdadero cristiano, católico, apostólico, romano”, mantuvo su fidelidad a esta profesión de fe. Los testimonios de su adhesión incondicional a Dios y a su Madre son incontables en los escritos de la época, así fueran oficios, cartas, diarios de expedición, memorias, recuerdos, testimonios vivientes, historias, discursos, actas capitulares, trabajos literarios, tradiciones históricas. La nota piadosa y llena de fe aparecerá sin tregua en sus comunicados al Gobierno Central. Veamos algunos: Belgrano dejaba Jujuy y era perseguido muy de cerca por las tropas realistas, y en Las Piedras los patriotas dieron buena cuenta del enemigo. Al atardecer, Belgrano mandó formar el ejército, “llamó por sus nombres a los que murieron en esa mañana: no existen, dijo, pero viven en nuestra memoria, están en el cielo dando cuenta a Dios de haber derramado su sangre por la libertad” (1). Luego el encuentro con las tropas enemigas era inminente y sucedería en las últimas horas del 23 o en las primeras horas del 24 de septiembre: coincidirá providencialmente con la festividad de Ntra. Sra. de las Mercedes. Resulta rigurosamente histórico y documentado establecer que Belgrano había puesto todo su ejército bajo el patrocinio de la Virgen; y a partir de la victoria no cesará él y sus compañeros de armas de atribuirla a la Madre de Dios. En el parte que envía al gobierno dos días después, se refería a la victoria alcanzada el “día de N.S. de las Mercedes bajo cuya protección nos pusimos”; y en la proclama del 28 declaraba: El ejército realista “ha sido completamente abatido el 24 del corriente., día de N.S. de las Mercedes, bajo cuya protección se puso el de mi mando” (2).

La victoria de las tropas patriotas había sacudido tanto a las autoridades como al pueblo de Santiago del Estero y Tucumán, que pensaron en inmortalizar la ayuda proveniente de la Madre de Dios. El propio Belgrano había dispuesto construir en el campo de las Carreras una ermita dedicada a la Merced, y junto a ella, un obelisco o pirámide con inscripciones alusivas a la victoria. Estos proyectos no se concretaron, pero hubo uno que surgió entonces y perdura hasta ahora: proclamar a la Virgen en su advocación de Mercedes, Generala del ejército patriota. Se habla de que hubo un juramento que el general hizo a la Virgen en víspera de la batalla, y se concretó, según numerosos documentos, el 27 de octubre. Este día hubo misa y procesión, y en ésta ocurrió el hecho que conmovió vivamente a los asistentes. Según palabras textuales de José Ma. Paz “Repentinamente el General deja su puesto y se dirige solo hacia las andas en donde era conducida la imagen...; la procesión para; todos están pendientes de lo que se propone el General, quien haciendo bajar las andas hasta ponerlas a su nivel, entrega el bastón de mando que llevaba en su mano, y lo acomoda por el cordón, en las de las mangas de Mercedes. Hecho esto... la procesión continúa majestuosamente su carrera” (3). Según una testigo presencial, el prócer habría agregado esta plegaria: “A Ti sola, oh Reina de los Cielos y Madre de mi Señor Jesucristo, os debemos el triunfo que ha obtenido el ejército de la Patria y hoy te nombro Generala del Ejército”. Y le colocó el bastón en la mano y se retiró bañado en lágrimas...” (4).

Y Dios quiso que la gloria resplandeciera. Bien lo declara el Dr. Molina, vicario foráneo de Tucumán: en esa ocasión se celebraría “la gloria de la Patria y la de María. La gloria de la Patria triunfante por la protección de María. La gloria de María triunfante por el reconocimiento de la Patria” (5). Y agregamos nosotros: la gloria de Dios que hizo lugar a la victoria; la gloria de Belgrano que siempre confió y se entregó totalmente; la gloria de miles de hombres y mujeres que, sin distinción de status, aportaron su fe, confianza, apoyo y hasta lo que no tenían, a fin de que la gloria los coronara a todos.

(1) Pbro. Bruno, Cayetano: La Virgen Generala, p.226

(2) Idem, p. 232

(3) José María Paz: Memorias póstumas (La Virgen Generala, p. 261)

(4) La Virgen Generala, p. 261

(5) Idem, p.259