En el mes internacional de la Biblia

El tesoro más valioso

Daniel Altare (*)

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La Biblia es un tesoro cuyo valor no podemos medir, es incalculable. El Salmo 19: 7-11 dice que es la ley de Jehová. La palabra Jehová (o Yahveh) es el nombre de Dios. El Antiguo Testamento (A.T.) fue escrito en un hebreo antiguo que no usaba vocales, por lo tanto Jehová -YHVH, en caracteres hebreos- se pronunciaba sin vocales, a manera de un silbido de consonantes, y su significado es: yo soy. Él es la primera causa de todas las cosas, es el ser. Encontramos en el mencionado salmo que: la ley de Jehová es perfecta, convierte el alma; su testimonio es fiel; hace sabio al sencillo. Sus mandamientos son rectos, alegran el corazón; su precepto es puro, alumbra los ojos. El temor de Jehová es limpio, permanece para siempre; sus juicios son verdad, todos justos, deseables más que el oro afinado y dulces como miel. Por ellos queda advertido su siervo y quien obedece recibe una gran recompensa. Es el valor de la palabra de Dios, de la Biblia. Esto fue escrito hace 3.000 años.

En el primer siglo de nuestra era cristiana, en 2 Timoteo 3 14-17 leemos que Pablo le decía a Timoteo: “Pero tú persiste en lo que has aprendido y de lo cual te persuadiste, sabiendo de quién lo has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura ha sido inspirada por Dios, y es útil para enseñar, redargüir, corregir, instruir en justicia, a fin de que el hombre o la mujer, el ser humano que confía en Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.

Sabemos de monumentos y edificaciones arquitectónicas que han sido proclamados como patrimonio de la humanidad, como las pirámides de Egipto, la Muralla China, la Torre Eiffel, etc., pero no hay nada tan glorioso que sea patrimonio de la humanidad como la Santa Biblia. Por lo que hemos leído, este libro tiene mucho más valor que cualquier monumento histórico, edificación o construcción que se haya hecho. La Biblia es el método por el cual Dios se reveló a los hombres, por lo tanto consideramos que es el patrimonio de mayor valor de la humanidad, ¿qué sería una humanidad sin Biblia?, ¿y sin revelación de Dios?, ¿cómo hubiera continuado la fe por generaciones sin este santo libro? Dios es invisible, infinito, eterno, no tiene formas; por ello fue revelándose progresivamente a los seres humanos, lo que se fue compilando en la Biblia, que es sólo una parte de lo que Dios quiso revelar. La misma Biblia dice en Jeremías que hay secretos y misterios que Dios ha reservado para sí y que no ha comunicado a la raza humana. Hay otros misterios que no están en ella, pero de los cuales no nos es permitido indagar, porque San Pablo decía: nadie piense más allá de lo que está escrito.

Esta promulgación de la ley de Dios tiene una evolución histórica. En primer lugar, Él mostró su gloria y describió lo que era a través de la naturaleza. El salmo 19 dice: la creación muestra la gloria de Dios y el firmamento describe la obra de sus manos. Cuando Pablo les escribió a los Romanos les dice: si alguien no tuvo Biblia, es decir si alguien no tuvo revelación, sepa que sólo de contemplar la gloria de la naturaleza que Dios creó, le habla poderosamente de Él. Luego escribió su ley en la conciencia del ser humano, que es como un ‘termostato’ que nos muestra lo que está bien y lo que está mal. En primer lugar, cuando Él decidió escribir su voluntad y expresar cómo quería que fueran los seres humanos, eligió tablas de piedra, y como la humanidad estaba en un estado primitivo, como de niñez, le mostró lo que no debía hacer, porque comienza a despertarse la ética, la moral y la conducta de los seres humanos sabiendo cuáles son sus limitaciones primeramente. Y en los postreros días Dios habla por medio de su Hijo, que es la Palabra Viviente.

En los días de nuestro Señor Jesucristo, la Biblia se limitaba a ser el Pentateuco, los primeros cinco libros y los profetas; pero el Evangelio de San Juan declara: y el verbo se hizo carne. La palabra viviente tomó forma humana, habitó entre nosotros y vimos su gloria, como el unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad; la gloria de aquél que es mucho más poderoso que la Biblia, ya que ésta es la palabra escrita y Jesucristo es la palabra viviente.

En esos tiempos, los apóstoles tenían fragmentada la Biblia. Existían los libros del A.T.: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, y los profetas separados: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel; los profetas llamados menores porque habían trabajado en rollos más chicos, de menos contenido; tenían los libros de los salmos, pero todo en forma separada; más tarde fue escrito el Nuevo Testamento (N.T.) por los famosos evangelistas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Tiempo después, San Jerónimo dedicó 34 años de su vida en un monasterio de la ciudad de Belén, a recopilar la Biblia, y del lenguaje vulgar de la gente (de ahí su nombre La Vulgata) tradujo a un latín corriente los Manuscritos de la Septuaginta, lo que fue la primera Biblia compendiada, reuniendo al Antiguo y al Nuevo Testamento. Más tarde, la Iglesia Católica aceptó algunos otros libros históricos, pero que no se los consideraba inspirados y aun en la Biblia católica figuraban como libros deuterocanónicos o apócrifos. Por eso nos encontramos con una Biblia cuya traducción no es Reina Valera; y así se puede encontrar el libro de Judit, de Tobías, o el libro de primera y segunda Macabeos, etc. Pero el N.T. es exactamente igual en todas las biblias y no hay aceptación deuterocanónica.

A partir del año 1.200, mediante el trabajo realizado por Guyart des Moulins se obtuvo la primera Biblia en lengua francesa. Más tarde, John Wycliffe preparó una traducción de la Vulgata de San Jerónimo al inglés vernáculo, entre 1382 y 1395. Martín Lutero la tradujo al alemán, y finalmente se realizó la primera traducción completa de la Biblia al español que se conoce como la versión Reina-Valera, hecha por Casiodoro de Reina.

Hay evidencias internas y externas de que la Biblia es la palabra de Dios. Como internas: es el único libro que puede convertir el alma, transformar la forma de vivir de las personas; y las externas: su continuidad, ya que toma el principio de la humanidad y llega hasta el final; hay una coordinación maravillosa luego de haber sido escrita por cuarenta personas, la mayoría de las cuales no se conocieron entre sí, durante un lapso de 1.600 años. Son escritos sueltos, de personas que fueron -como dice la Biblia- inspiradas por Dios, recopilados en esta biblioteca de 66 libros, con una exégesis perfecta, lo cual le da a la Biblia el alcance de la revelación. Hasta este momento no hay un libro que haya sido impreso y circulado como la Biblia, ni que haya sido traducido a tantos idiomas. Se calculan 1.535 idiomas y dialectos que existen en el mundo y todavía hay personas que están estudiando lenguas originales y aborígenes para poder traducir, aunque sea una parte del Nuevo Testamento.

Su carácter literario satisface a la persona más sencilla y fascina a los sabios e intelectuales. Qué difícil es escribir un libro que pueda llegar a cualquier persona.

Ha sido el libro más combatido, lanzado al fuego, sin embargo es invencible. En todos los países del mundo se ha intentado combatirlo. En la Argentina entraron las primeras 600 biblias en español en el 1807, cuando las Invasiones Inglesas. Algunas llegaron a manos de miembros de la Primera Junta de gobierno, como Castelli, Belgrano, Moreno; otros la rechazaron. Pero en 1811 en el sitio central de la Plaza de Mayo, donde hoy se erige la Pirámide de Mayo, fueron quemadas más de 400 de esas biblias que habían entrado al país. Al promediar la Segunda Guerra Mundial, Hitler quiso destruirla, y para lograrlo intentó destruir a su pueblo, el judío; pero luego de matar a más de 6 millones de ellos todavía había pueblo de Dios esparcido por todo el mundo. También tiene influencia sobre la ciencia. Innumerables investigadores no pueden obviar comentarla y consultarla.

El profeta Jeremías dijo que es fuego consumidor que enciende el corazón de los que creen, pero devora y destruye a los que no creen. Santiago expresó: es como un espejo, donde una persona puede mirarse y verse tal cual es. Cuando leo la Biblia me muestra cómo estoy. Está en uno corregir o no su vida en base a sus enseñanzas, ya que a través de ella podemos obtener nuestro propio diagnóstico espiritual. La Biblia es destruida por aquellos que no quieren saber la realidad de sus pecados, porque no hay otro libro, en toda la historia, que señale el error humano, la desviación, la caída en el pecado. Es como un torrente de agua que entra y sale por nuestros oídos y mentes y nos va modificando la manera de pensar, nos va purificando, limpiando el corazón. “Lámpara es a mis pies tu palabra y una antorcha en mi camino”, decía el salmista. Es espada de dos filos que penetra en la mente y el alma y descubre los pensamientos e intenciones más ocultas del corazón humano. Pero además es como una semilla, incorruptible, que, sembrada, germina con el paso del tiempo y lleva fruto para la gloria de Dios. Es difícil vivir sin Biblia cuando uno confía en el Señor.

Es el libro que hace sabio a quien lo lee. Si practicamos su enseñanza, nos ayudará grandemente. Es el manual de ruta para todos los días de nuestra vida. Nos da confianza y nos fortalece en momentos de prueba y dificultad; nos llena de esperanza, porque abrazada a esta palabra una persona no sólo está preparada para vivir, sino para el instante trascendente de morir. Fortalece, da victoria, es irrepetible e irreemplazable. Es para leerla y obedecerla. El regalo más hermoso que Dios hizo a la raza humana.

Que no haya hogares sin Biblia, que no haya corazones sin Biblia.

(*) Pastor de la Iglesia Cristiana Evangélica de calle Corrientes (S. Fe)

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Biblia traducida al alemán por Martín Lutero que llega a Esperanza con la inmigración. La primera traducción completa de la Biblia al español se conoce como la versión Reina-Valera y fue hecha por Casiodoro de Reina. Foto: Archivo El Litoral