Los perfumes y la Biblia

Marta Hurtado

(EFE)

La historia impresa del perfume no se limita al acto superfluo de admirar cuerpos hermosos retratados en revistas de moda, sino que puede leerse a través de las páginas de la Biblia, donde lo profano se convierte en sagrado y donde cada aroma, en apariencia anodino, evoca un encuentro místico, tal como se presenta en una muestra del Museo de la Reforma, en Ginebra.

En la Antigüedad el perfume responde a cuestiones de orden religioso, sagrado, pero conforme pasan los siglos, las fragancias comienzan a adquirir un valor terapéutico, de higiene y de prevención de contagio de enfermedades, para finalmente adquirir un uso esencialmente hedonista.

La exhibición muestra doce ingredientes aromáticos que son citados con asiduidad en la Biblia Hebraica, pero también en el Nuevo Testamento. Los más conocidos son la mirra y el incienso que los Tres Reyes Magos ofrecen al bebé que acaba de nacer en Belén; o el nardo que usa una mujer para perfumar la cabeza y los pies de Jesús de Nazaret.

Una de las esencias más conocidas y que, en la práctica aún se usa, es el incienso, símbolo de la alianza entre lo humano y lo divino. La reina de Saba le ofreció al rey Salomón; los Tres Reyes Magos al Niño Jesús; Nerón lo utilizaba como ungüento para curarse las heridas de su cara tras una noche de orgía; las iglesias católicas y romanas aún lo usan, mientras que las iglesias reformadas lo han suprimido para concentrar la atención de los fieles a la escucha de la palabra sagrada.

La mirra es utilizada en la Biblia como instrumento de seducción femenina -lo usa Esther como aceite de masajes antes de encontrar al rey Assuérus- pero especialmente como ritual, dado que es el principal elemento del aceite de unción, y es usado para calmar las heridas de Jesús tras la crucifixión.

El arrayán, el bálsamo, el junco, el ládano, la canela, el galbanum, la henna, el azafrán, y el storax son los otros efluvios presentes en la muestra, que también hace descubrir al visitante dos composiciones perfumadas de la Biblia.

El primero es el efluvio del altar de los perfumes y el segundo es el aceite de unción; ambos se citan en el libro del Éxodo en el que se explica el recorrido entre el nacimiento hasta la libertad del pueblo de Israel.

Tras partir de Egipto, y durante el viaje a través del desierto, se establece una nueva relación con “lo divino”, y para sellar este encuentro, Moisés le da al pueblo un código con instrucciones precisas para organizar el culto.