EDITORIAL

Calidad de vida, avances y desafíos

El siglo XX tuvo la capacidad de producir las mayores aberraciones de la historia de la humanidad, con dos guerras que desangraron naciones y continentes enteros. Sin embargo, al mismo tiempo, representó el período histórico con los mayores avances en materia de calidad de vida.

 

La Organización Panamericana de la Salud acaba de dar a conocer un informe donde se revela que, en los últimos 100 años, se produjo el más espectacular crecimiento en los índices de esperanza de vida en el planeta, gracias a los avances en los métodos tendientes a prevenir enfermedades y en los tratamientos para patologías que, hasta hace poco, representaban causas perdidas. Esto permitió, entre otras cosas que, por primera vez en la historia de la humanidad, individuos de hasta cuatro generaciones diferentes puedan estar conviviendo al mismo tiempo.

El continente americano y la Argentina no fueron una excepción en este sentido. Según la OPS, en 2006 vivían en toda América cerca de 100 millones de personas mayores de 60 años. Sin embargo, se espera que para 2020 esa cifra se duplique.

En la Argentina, la esperanza de vida actual es de 75,7 años. Pero quizá el dato más sorprendente sea que, hace apenas un siglo, dicho promedio sólo llegaba a los 48 años.

Estos cambios no se produjeron exclusivamente a raíz de los avances científicos en materia de salud. De hecho, en gran medida fueron posibles gracias a las mejoras generales en las condiciones de vida de amplios sectores de la población.

Las villas miserias que rodean a la mayoría de las grandes ciudades argentinas -lo mismo ocurre en el resto de Latinoamérica- reflejan las enormes desigualdades que hoy persisten en materia social y económica. Son una clara muestra de esa gran deuda pendiente que representan los desequilibrios en la distribución de la riqueza.

Sin embargo, muchos de quienes allí viven, tienen hoy a su alcance una serie de servicios de los que generaciones anteriores carecían absolutamente. Entre ellos, la ayuda social proveniente del Estado o de organizaciones intermedias, a lo que se suma la atención de salud en hospitales y dispensarios barriales que, a pesar de sus falencias, brindan una asistencia invalorable.

De todos modos, existe un aspecto en el se ha producido un evidente retroceso: hoy parece haber desaparecido la posibilidad de movilidad social que existió en el país hasta hace algunas décadas para los sectores más postergados.

Si bien es cierto que siempre existen excepciones, en general quienes hoy crecen en villas miserias, rodeados de violencia, sin posibilidades de completar sus estudios y alejados absolutamente de la cultura del trabajo, parecen condenados a un círculo vicioso del que difícilmente logren salir.

Éste es un desafío profundo para el que, al menos por ahora, no se vislumbran soluciones. El futuro cercano dirá si países como la Argentina estarán en condiciones de superar este obstáculo o si, por el contrario, para amplios sectores sociales, un destino de infortunios está invariablemente escrito.