al margen de la crónica

Mucho más que números

Sentirse desvalorizado en el trabajo ya no es una mera cuestión de sensibilidad propia. Tampoco es un problema individual sino que, tal como se comprende hoy, excede la esfera privada de cada empleado y habla de la calidad de organización empresarial en su conjunto.

En los últimos años, se han desarrollado una serie de estudios que marcan la incidencia del estado de ánimo de los trabajadores en su rendimiento, y que han comprobado que cuando un empleado no ve opciones progreso dentro de la empresa o se siente menospreciado en su trabajo, el producto final se ve seriamente perjudicado.

En este sentido, un estudio de la Universidad de Concordia, en Montreal, afirma que aquellas personas que se mantienen en un empleo por obligación o por considerar que no hay otros espacios de crecimiento dentro de la empresa, sufren agotamiento laboral.

“Cuando los empleados permanecen en la organización porque creen que no tienen otra elección, es más probable que experimenten extenuación emocional. A su vez, esta sensación podría hacerles dejar la organización”, aseguró la coautora del estudio Alexandra Panaccio.

Por ello, se cree necesario que las empresas estén atentas a los sentimientos de sus empleados, fomentando posibilidades de progreso laboral y respaldando a quienes mejor trabajan. De esta manera no sólo se mejoraría la calidad del producto sino que también se contribuye a que las personas deseen permanecer en la organización.

Pero el sentir que se ha alcanzado un techo profesional dentro de una empresa y que la misma no ofrece ni respaldo ni nuevos desafíos, no es la única causa de desgaste dentro del trabajo.

Otro estudio, de la Universidad Carlos III de Madrid analizó la relación entre la felicidad y la renta laboral y concluyó que la satisfacción dentro del empleo no sólo tiene relación con el propio sueldo, sino que también parte de la comparación con el salario de nuestro grupo de referencia dentro de la empresa.

Ganar el mismo dinero que quien trabaja menos, o ganar menos dinero que nuestros pares afectan notablemente a los empleados.

Esta hipótesis, a cargo del profesor Eduardo Pérez Asenjo, es que paradójicamente “si sólo importase la cantidad absoluta de dinero que uno gana, a partir de un nivel muy alto se podría dejar de trabajar, pero no ocurre así debido a la injerencia de las comparaciones sociales”.

El máximo provecho de este tipo de estudios lo están sacando los departamentos de recursos humanos de las compañías a la hora de fijar condiciones salariales, ya que entienden la importancia que cada trabajador le da a su entorno.

Y es que hoy en día las empresas que se muestran más sólidas en el mercado, son aquellas que han comprendido que un trabajador feliz rinde mucho más que uno infeliz, y que no se trata de números sino de las posibilidades y la contención efectiva que se le brinda a cada una de las personas. Allí es donde se diferencian los emprendimientos exitosos de los que marchan camino al fracaso.