La mujer detrás de la “santa”

La trágica muerte de Gilda, joven y en el apogeo de su carrera musical, inspiró un santuario en plena ruta 12, que visitan cada año miles de seguidores y fanáticos. La vida de Miriam Alejandra Bianchi, o Shyll, motivó al periodista y escritor Alejandro Margulis a contar su historia.

TEXTO. NANCY BALZA. FOTOS. LUIS CETRARO Y EL LITORAL.

Dieciséis años atrás, un camión puso fin a la vida de Gilda, una joven, bella y talentosa exponente de la música tropical, cuando embistió el colectivo en el que viajaba junto a sus músicos, su madre y su hija. Ese mismo día nació un mito que se alimenta de “milagros” atribuidos a la “santa”, a la vez que mantienen vigencia canciones como “Fuiste” y “No me arrepiento de este amor”.

Alejandro Margulis, periodista y escritor, supo de ella y su música por un hecho casual y decidió acercarse a un repertorio que no le era propio, para conocer y escribir la historia detrás de esa voz y de esas letras que, afirma ahora, en plena presentación de su libro “Gilda. La abanderada de la bailanta”, le suenan creativas y hasta feministas.

- ¿Cómo llegaste a esta historia?

- No es una historia que fui a buscar sino que llegó casualmente y de un modo anecdótico. Resultó que los vecinos de una casa nueva a la que me había mudado escuchaban Gilda a todo volumen y por este asunto de “si no puedes vencerlos, únete a ellos”, me empecé a interesar en su historia. Esto, que puede sonar descomedido, fue iluminador. Conocí a Gilda de un modo casual, pero sin haber puesto el foco particularmente en ella; no era un seguidor. A partir de que llegó a mis oidos, me puse a escucharla con más interés y a darme cuenta de que había algo diferente en esa música, sobre todo en su voz, en su canto. Fue el tema de la voz de Gilda lo que más me atrajo: una voz diferente a lo que habitualmente se escuchaba en el mundo de la música tropical. Y cuando indagué, me interesó más porque resultó que había muchas cosas en las que, en lo personal, me podía identificar. Era una muchacha de clase media interesada por los géneros populares, trabajando intensamente para llegar a trascender. Por otra parte, yo venía de escribir un libro muy difícil, muy tedioso acerca de la muerte del hijo del ex presidente (Carlos) Menem y había quedado bastante necesitado de hacer algo más amable, a pesar de que por el final de la cantante, es una historia trágica. Pero su actitud de vida, su forma de luchar, su manera de encarar el desafío de la realización artística, que es algo que a mi me ha interesado mucho, era más amable.

- ¿Tenías algún prejuicio acerca de la música tropical antes de ponerte a trabajar en esta historia?

- No soy prejuicioso, simplemente no era un seguidor. En general, cuando las personas se inclinan hacia determinados sentires, o placeres o saberes, creo que está bien aunque yo no sea parte. Sí me fui encontrando con un mundo de prejuicios, porque el mundo de la bailanta es machista y bastante misógino, y la mujer está -en general- en un lugar bastante relegado. Y Gilda cruzó sus letras con un mensaje muy interesante, sobre todo para las chicas jóvenes; son mensajes de autorrespeto, de no dejarse avasallar por la figura del novio o del marido. Casi te diría que son letras feministas o, más todavía, femeninas: está diciendo cosas que a las mujeres les hace bien escuchar y yo quise evocar esa creatividad, saber cómo las había escrito, por qué, cuál era la circunstancia vital cuando las escribió, qué de lo que había empezado a leer era cierto y qué era exagerado.

- En definitiva, querías saber cuánto hay de mito y cuánto de realidad en torno a Gilda.

- Cuando uno escribe una biografía, de entrada no tiene muy en claro lo que se va a encontrar. Tiene algunas hipótesis sobre las personas con las que habla. Mi estilo de trabajo consiste en tratar de hablar con la mayor cantidad de personas, en principio conocidas directamente del biografiado -en este caso Gilda- y construir ese mosaico que significa la vida de una persona. Estoy muy conforme con el resultado, me parece que me he acercado bastante a un retrato fiel de ella.

- ¿De qué fuentes te fuiste nutriendo para armar esa historia?

- De muchas y en dos etapas. La primera fue en 2000; en ese momento conocí a su hermano, a su cuñada, a sus amigas de la infancia, a su primer productor y sus músicos. Con ese primer material escribí una versión del libro que estuvo lista para publicarse en ese año. Pero no se publicó por distintas circunstancias, entre otras, porque falleció Rodrigo y los editores consideraron que el público que se interesaba por Gilda era el mismo que se estaba interesando en Rodrigo y que se iba a desplazar el interés por mi libro. Hubo también razones contractuales, que llevaron a un litigio judicial bastante largo y el libro estuvo esperando. Si bien seguí haciendo muchas otras cosas, el año pasado seguí insistiendo y a editorial Planeta le interesó la historia de Gilda. Volví a hacer nuevas entrevistas, particularmente con el ex marido y padre de sus hijos, Raúl Cagnin, que fue quien me abrió la puerta a la auténtica Gilda, la mujer detrás del mito. Me brindó su confianza, materiales inéditos como los diarios que iba escribiendo en unas pequeñas agendas de mano, sus álbumes familiares. Y me alegró que no se hubiera publicado el libro diez años antes. Al tener una fuente tan directa, pude descartar lo hipotético y afirmar esos otros tramos de la historia que me hacían falta.

- La forma en que te fuiste acercando a la historia parece muy propia de los periodistas.

- Es del periodista y también del escritor, porque a un escritor le llegan los temas del mismo modo. En realidad, con este libro retomo dos de los temas que inicialmente traté en la ficción: el relato de la peripecia para “convertirse en”, que en mi primer libro (Papeles de la mudanza, cuentos, de 1988) indagaba en cómo alguien se convierte en escritor. Ahora, y en una clave cercana al realismo (propia del discurso periodístico de masas) volví, me parece, a contar esa historia. Escribir pensando en un público masivo supone, diría, aceptar los convencionalismos del lenguaje y de la estructura narrativa: una sintaxis simple, de oraciones cortas y párrafos mayormente enunciativos; linealidad en el relato, cuanto más cronológico mejor; una anécdota recortada, focalizada en la figura de un héroe (en el caso de Gilda, una heroína) cuya peripecia se va cumpliendo tras sucesivas pruebas y obstáculos, hasta llegar al final feliz (que en el caso de Gilda es el de su consagración como artista popular, más allá de la muerte trágica, que a este nivel puede considerarse el último desafío o prueba de esta suerte de rito de pasaje que constituye toda consagración). Por otra parte, retomé la cuestión de “la verdad”. El qué es lo cierto y qué lo mitico o de leyenda, que traté en mi primera novela (Quién, que no era yo, te había marcado el cuello de esa forma”,1993) y que implicaría un tratamiento diferente cuando se escribe ficción, ya que en ese caso la única verdad es la construida por la fantasía. Sin embargo en este libro de Gilda lo que también se narra, por debajo de lo evidente, es la construcción de un personaje que ella misma hizo de sí misma. Algo propio del marketing de cualquier producto cultural, sin duda, pero también y sobre todo, digno de la creación artística.

- ¿Por qué creés que sigue vigente Gilda y el santuario que levantaron en el lugar donde murió? ¿Por esta costumbre argentina de idolatrar a los muertos?

- Esta costumbre de idolatrar a los muertos, sobre todo cuando mueren jóvenes y están en lo alto de su carrera, creo que no es propio de la Argentina solamente, sino universal. Quizá hay un morbo en esto pero también un deseo de conservar para siempre a las figuras que nos ha hecho felices. Sería un poco necio negar que su muerte trágica contribuyó a construir su figura. Pero una muerte trágica no garantiza la calidad de una obra construida previamente. Si no hubiese algo debajo de ese incidente, si no existieran las 80 canciones que escribió Gilda en poco más de dos años, si no existiera su maravillosa voz, su forma de cantar, su mirada, jamás podría haberse construido un mito. Hubiera sido, quizá, algo mucho más pasajero. Por otra parte, también hay que decir que Gilda o Miriam Alejandra Bianchi, o Shyll como ella se llamaba a si misma, ancló en una época en las que hay pocas cosas para creer que sean válidas y respetables, y que tengan fragancias poéticas. Y hay un sincretismo que se produjo entre su obra, entre su muerte trágica y la necesidad de creer de una enorme capa de población que busca modelos. Y el suyo resultó ser un modelo de conducta en cuanto a la determinación de seguir adelante con un ideal a pesar de los prejuicios con los que se encontró y de los imperativos de su clase.

- ¿Cuáles son las canciones que mejor la representan?

- “Fuiste” es emblemática. Ella dijo que la había escrito por una amiga pero, en una charla con el marido, tuve en claro que está inspirada en él. Además, en el libro se publican varias canciones inéditas que nunca fueron musicalizadas. Las obtuve de un cuaderno que me pasó en su momento su hermano Omar, cuyas letras fueron escritas por ella de puño y letra con el característico beso de rouge sobre la hoja, que era como un sello de agua. De ellas destaco dos: “Capitán del mar de los amores”, que empieza criticando a la figura masculina del mujeriego y termina teniendo cierta piedad porque una mujer lo hizo “pisar el palito”. Es una letra muy inteligente, cantada por un yo poético femenino. Otra no tenía título y le puse “Viva la cumbia” que es el latiguillo de la canción, y es un himno a los valores de la música popular (Ver “Dos letras inéditas”). Las dos muestran muy bien y con mucha claridad sus dos valores fundamentales: la dignidad y la inteligencia de la mujer frente a la figura cristalizada del hombre como ser dominante, y su voluntad de ensalzar el valor de la música, que la lleva a escribir “nadie podrá callar la voz de mi gente”, casi como una proclama.

- ¿Seguís en el mismo barrio? ¿Tus vecinos siguen escuchando cumbia?

- Han ido cambiando. Sucedió que, en aquel entonces, mi vecina tenía 17 años; ahora ya tiene varios años más, tres hijos y se mudó. Me la he pasado hablando de ella en estos días (en el marco de la publicación) y todavía no le pude dar el libro.

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Gilda cruzó sus letras con un mensaje muy interesante, sobre todo para las chicas jóvenes; son mensajes de autorrespeto, de no dejarse avasallar por la figura del novio o del marido.

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El periodista y escritor, en una visita a nuestra ciudad.

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“Si no existieran las 80 canciones que escribió Gilda en poco más de dos años, ni su maravillosa voz, su forma de cantar y su mirada, jamás podría haberse construido un mito”, asegura Margulis.

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DOS LETRAS INÉDITAS

CAPITÁN EN EL MAR DE LOS AMORES

Capitán en el mar de los amores

es un juego para ti, conquistar

muchas mujeres

porque así te sientes grande.

Aunque no me conoces

he venido a decirte:

no te fíes de ella.

Por tu bien, no le creas,

a su boca que miente

besos que ella no siente.

No le entregues tu vida.

Ella es una traición

que hace fuerte el dolor

del hombre que lastima.

Cuando clave el puñal

sólo te dejará con el alma herida.

Esa loba a mí me robó

lo que más quería.

Esa loba llegó hasta mí.

Y arruinó mi vida.

Esa loba me hizo caer.

VIVA LA CUMBIA

Pasan tantas cosas en la vida,

días tristes, días de alegría,

hay momentos, idas y venidas

que no puedo olvidar...

Pero hay algo puro y misterioso,

que te embriaga, que te vuelve loco,

es la voz de todos, el compás.

Entre amigos todo es diferente,

porque él solo necesita gente,

y una radio que se alce en la voz

con un solo deseo.

Oh, viva la cumbia

no se puede parar, no se puede dejar ni

de bailar, y bailar la cumbia.

Cumbia es alegre amor para los pueblos.

Cumbia es pan caliente en el universo.

Cumbia es libertad en cuerpo y alma.

Cumbia es vida, vuelo de golondrina.

¡Cumbia!

Nadie podrá apagar la voz de mi gente.

CORAZÓN VALIENTE

POR IGNACIO ANDRÉS AMARILLO

Muchos elementos tiene Gilda para convertirse en mito, más allá de milagros atribuidos que le den pasta de santa. En principio la muerte trágica y temprana (para más datos en la ruta, lugar peligroso para quien vive permanentemente de gira), que alimenta las especulaciones sobre lo que podría haber sido y hecho en una posterior carrera: de Carlos Gardel a John Lennon y de Rodrigo a Kurt Cobain, uno puede encontrar mucho de esto en algunos de los referentes culturales del siglo XX. También eligió para sí un seudónimo inusual, que la alejó de su terrenal nombre de Miriam Alejandra Bianchi y la acercó al personaje de Rita Hayworth.

No era esta la única característica que la alejaba del mundo de lo que los porteños generalizan como la bailanta: venida de la clase media en tiempos de cumbia lumpemproletaria, de profesión maestra jardinera (bueno, quizás un ámbito más complejo que el tropical, según algunos), con formación en la canción melódica que se nota en su forma de interpretar, se hizo conocida con un repertorio diferente, elegante y ostensiblemente bien arreglado (como ejemplo, baste la melodía de “No me arrepiento de este amor”, que sube por los vientos y baja por el teclado).

Las letras, por su parte, siempre fueron románticas, pero decididas. Basten algunos ejemplos: “No me arrepiento de este amor, aunque me cueste el corazón”; “Fuiste mi sueño y mi mejor canción, todo eso fuiste, y te lo perdiste”; “Porque tengo el corazón valiente, prefiero amarte y después perderte”.

Y por si fuera poco, algunas lecturas posibles y póstumas en uno de sus grandes hits: “Yo siento que la vida se nos va, y que el día de hoy no volverá”; “Y entre un te quiero y te quiero vamos remontando al cielo”.

La sonrisa diáfana de los pósters y la estampa de quien no se la cree porque ya ha vivido una vida antes de la fama impactan junto con su música entre quienes no pertenecen a la cultura tropical: véanse sino las versiones de “No me arrepiento de este amor” por Attaque 77 o la de “Paisaje” de Vicentico, coreadas en conciertos y cumpleaños de 15.

Después vienen los milagros, las velas, el santuario con el colectivo en ruinas, las peregrinaciones. Gilda tiene su propia mística más allá de todo eso. Y quizás por eso, a las cuatro de la mañana, en el calor etílico de algún casamiento, alguno de sus clásicos levantará nuevamente la fiesta... y quizás entren ganas de pedirle algún deseo a la Santita más inusual.