Resplanceder de  leyendas gallegas

En octubre, el Centro Gallego de Santa Fe cumplió 93 años de existencia y la entidad festejó el acontecimiento con un acto cautivante en el que el sonido de las gaitas; las canciones, interpretadas magistralmente por un coro, y las danzas tradicionales llenaron el alma de los concurrentes de alegría, gozo y bonanza.

Asomado al salón, se hizo presente el pasado a través de anécdotas que conmovieron tanto a los integrantes de esa colectividad como a las personas ajenas a la misma.

Con este ramillete de leyendas se quiere contribuir modestamente a la alegría de los festejos.

LOS SONES APACIGUADORES

Cuentan en Galicia que un día caminaba por la Breña del río Eume un hombre; lo hacia por la margen derecha. Su andar se hacía dificultoso porque debía buscar senderos en ese lugar de peñas irregulares y repleto de malezas.

Por fin, luego de mucho esfuerzo, llegó a una aldea y se alojó en la casa de los parientes que había ido a visitar.

El tiempo transcurrió muy rápido entre risas y comentarios; además, como el hombre tocaba muy bien la gaita, los parientes le pedían que lo hiciera una y otra vez.

Cuando se dio cuenta ya estaba anocheciendo, así que se despidió de los anfitriones e inició el regreso a su hogar.

La oscuridad se acentuaba a cada paso que daba. Entonces decidió tomar un atajo por el medio del monte. Su decisión fue errada porque la espesura y frondosidad de la vegetación le impedía ver más allá de los dos metros y retardaba su caminar.

De pronto sus ojos tropezaron con dos sombras oscuras que mostraban ojos brillantes y amenazadores; comprendió que eran lobos. Intentó apurar el paso, mas se tropezaba con las piedras y se enganchaba con las plantas por lo que el terror y la angustia comenzaron a invadir su espíritu.

Al dar vuelta la cabeza para mirar atrás y ver si lo seguían, comprobó que se habían sumado más lobos y conformaban una jauría flaca y famélica. Su actitud era amenazante y los aullidos semejaban un coro preanunciando a la muerte.

Por instinto más que por razonamiento, se subió a un árbol alto y corpulento, trepó hasta una rama elevada y se quedó observando lo que ocurría al pie de su refugio forzado.

Los lobos rodearon el árbol, el hombre no tenía armas para defenderse en caso de que las bestias intentaran ascender. Pensó entonces en usar la gaita a manera de palo si así lo hicieran, mas al instante decidió que debería tocarla porque si alguien pasaba cerca podría escuchar la música, acercarse y ayudarlo a salvar la vida.

Trémulo de miedo y de frío, comenzó a tocar una muñeira, como sólo el podría hacerlo. Los sones se expandieron por el aire llenando de dulzura la montaraz soledad nocturna. Tocó una y otra vez, parecía estar alentado por un espíritu bueno que le daba fuerza y resistencia. Ante su sorpresa, los lobos fueron apaciguando poco a poco su rabia para marcharse después, tranquilos.

Su arte lo había salvado de una muerte horrible. No obstante su alegría, nunca supo que toda la Breña de Eume, al igual que los lobos, se había emocionado con aquella música excepcional.

CODICIA DESBARATADA

Cinco viejos, siguiendo las indicaciones de un libro antiguo que hablaba sobre lugares en que estaban enterrados tesoros fabulosos, se dirigieron al Castillo de Ardán, que había sido construido por los moros en épocas de esplendor de los invasores árabes.

De repente se les apareció el Demonio y ellos rápidamente trazaron en el suelo el Círculo de Salomón y se metieron adentro para protegerse.

El Demonio, sin poder hacerles mal, optó por preguntarles qué buscaban. Le respondieron que buscaban riquezas porque estaban hartos de vivir en la pobreza.

El maligno entonces les manifestó que sólo se las daría si le traían una persona en trueque.

Regresaron los viejos, la codicia galopaba en sus pupilas como el huracán en las tormentas; no había piedad en sus corazones y estaban dispuestos a sacrificar al primero que apareciera en su camino.

Se encontraron con un muchachito y mediante engaños trataron de llevarlo con ellos. Pero éste, con habilidad, logró escapar ya que presintió la falsedad de las palabras que le dijeron.

No se dieron por vencidos y recurrieron a un ardid para burlar al Demonio: le presentaron una bolsa diciéndole que en ella había un niño. El Demonio la tomó y luego apareció con un carro lleno de dinero, barras de oro y joyas, porque ignoraba que dentro de la bolsa había sólo un gato.

Uno de los viejos, al ver tanta riqueza, no pudo contenerse y exclamó: -¡Alabado sea Dios, por fin somos ricos! Al oír esto, el Demonio y el carro desaparecieron ante los ojos atónitos de los viejos. Una mueca amarga curvó sus labios, y el anhelo que allí los llevara se esfumó.

Su codicia, que les hizo intentar todo para hacerse ricos, se estrelló contra esa fuerza incontrolable que se llama destino.

EL PEINE MÁGICO

En Pontevedra cuentan que en épocas que se han perdido en el laberinto del tiempo, todos los días por la mañana una mora salía de un pozo al que se denomina El Pozo de la Mora -situado en Domayo- y peinaba su larga cabellera con un peine de oro. Cuando terminaba de peinarse colocaba el peine detrás de ella y pasaba horas tomando sol.

Lo hacía con fruición, gozando de las caricias del “Rey del Día” y sumiéndose en hondas meditaciones sobre cuestiones que sólo ella podía saber.

Corrió de boca en boca por todo Domayo que le peine tenía un encanto. Un joven del lugar dispuesto a enterarse sobre cuál era el encanto del peine, aguardó agachado detrás de unas matas toda una noche hasta que por la mañana saliera la mora como lo hacía de costumbre.

La mora, sin percatarse de la presencia del joven, salió del pozo y comenzó a peinarse, luego dejó el peine y empezó a disfrutar de los rayos solares, tal como lo hacía habitualmente.

El joven salió entonces de su refugio improvisado y despacito, sin hacer ruido, se acercó y sacó el peine. Inmediatamente huyó corriendo sin volver la vista atrás porque si así lo hacía éste quedaría sin encanto.

Al llegar a su casa, cansado y jadeante, sólo atinó a ponerlo dentro de un baúl.

Pasados algunos días, abrió el baúl para saber si el peine continuaba en el mismo sitio. La esperanza y la duda se superponían como naipes en su pensamiento.

Al hacerlo, sorprendido, comprobó que el baúl estaba repleto de oro.

Su valentía y arrojo habían dado sus frutos. Ya no viviría pobremente, pues se había convertido en un hombre rico.

EL TESORO ESCURRIDIZO

Por la región de Gondonar, los ancianos cuentan una leyenda que permanece viva a despecho de los siglos y que resurge en las noches invernales cuando las familias permanecen junto al fuego para conversar.

Refieren que en el pasado, llegó un hombre montado en un burro y portando por todo equipaje un libro que tenía estampados en la tapa curiosos símbolos que escapaban a la comprensión de la gente del lugar.

El viajero recorrió varios sitios hasta encontrar una piedra que tenía grabadas combinaciones circulares, cazoletas y óvalos. Detuvo su burro frente a ella, se apeó, abrió el libro y comenzó a leer una letanía.

Al influjo de las palabras mágicas, la roca se abrió y aparecieron frente a él muchos cuernos.

Pacientemente, el hombre cargó al burro con ellos y luego se marchó.

Por el camino encontró a una mujer campesina y le pidió que tomara un cuerno. La mujer rehusábase a hacerlo, pero el hombre insistió tanto y tan amablemente que la campesina finalmente se acercó al burro y sacó uno.

Al golpearlo imprevistamente sobre el suelo, allí donde tocó el cuerno apareció un puñado de oro. La mujer quedó muy sorprendida sin saber qué hacer, sentía inmensos deseos de recogerlo porque era de condición humilde y por lo mismo, ese oro que brillaba al sol representaba una fortuna para ella.

Indecisa, levantó los ojos y miró al hombre, su mirada escondía una súplica velada. Éste sonrió y le dijo que lo tomara, y que a partir de ese momento sus días de angustia habían pasado, le obsequió también el cuerno pidiéndole que lo utilizara sólo cuando fuera necesario. Luego le solicitó que guardara el secreto porque si contaba a alguien lo ocurrido, el cuerno desaparecería y muchas desgracias caerían sobre ella.

Luego se alejó, perdiéndose en el horizonte con su carga fabulosa que aparentaba ser inútil.

La mujer, llena de gratitud, guardó el secreto y vivió en la abundancia hasta que Dios la llamó a su lado.

Resplanceder de leyendas gallegas

El aniversario de una reconocida institución de nuestra ciudad se convierte en una ocasión para evocar algunas de las historias que, generación tras generación, fueron contadas y recreadas entre los hijos de Galicia.

TEXTOS. ZUNILDA CERESOLE DE ESPINACO

LA CRUZ DISPUTADA

Por las tierras de Lalín, cuenta la gente que hace mucho tiempo, arando, un labrador encontró una cruz enterrada en un castro.

La noticia se expandió por doquier y en vez de generar una gran alegría, fue motivo de pelea ya que el lugar en donde fue hallada se encontraba entre dos pueblos; ambos comenzaron a disputársela para colocarla en sus respectivas parroquias.

Para que la pelea no llegara a mayores, de común acuerdo llegaron a una solución salomónica: pusieron la cruz en un carro tirado por una yunta de bueyes, luego condujeron a éste a un cruce de caminos, vendaron los ojos a los animales y dejaron que éstos decidieran el rumbo a seguir, parando en la parroquia que se les antojase.

El azar decidió cuál era la parroquia favorecida y se acabó con el pleito que había enfrentado a dos pueblos tradicionalmente amigos.

AMOR PROHIBIDO

En el Castro de Magros había mujeres que lavaban oro y luego lo ponían a asolear; el brillo del dorado metal se veía desde lejos y los aldeanos observaban el resplandor de esa riqueza que les estaba vedada, porque los moros prohibían la entrada al Castro y nunca hablaban con los aldeanos.

Un joven del lugar, ignorando la prohibición, fue un día a ese sitio porque quería ver de cerca el oro que exponían las mujeres moras al sol.

Cuando ya llegaba, vio una hermosa jovencita mora; era tan bonita y delicada que solo con mirarla se enamoró perdidamente de ella. Como la juventud no mide el peligro, a partir de ese día se sucedieron los encuentros furtivos en donde ambos conversaron sin notar el paso del tiempo, ajenos a todo lo que no fuera el placer de estar uno junto al otro.

Como no podía ser de otra manera, su romance fue descubierto por los moros, quienes condenaron a muerte al osado que no sólo se atrevía a irrumpir en el Castro sino que también seducía a una de sus bellas mujeres.

Ella, que amaba al aldeano, recurrió a un hechizo para salvarlo de la muerte y lo convirtió en un pino.

Desde entonces, la mora pudo estar junto a él sin que nadie se percatara de ello. El joven desapareció de la aldea y la mora permanecía junto al pino que nació abruptamente en la ladera de la montaña.

Ella murió abrazada al tronco del árbol, es decir a su amado, y poco después el pino se secó para siempre.

Este fue el triste final de un amor prohibido pero verdadero.

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FOTOS

Las imágenes que acompañan esta nota integran el libro “Galicia, cien lugares para volver la mirada”, de José Luis Teófilo Piñeiro y fotografía de Ramón Vaamonde (Teófilo Edicións), y formaron parte de la muestra itinerante que visitó esta ciudad con motivo del 93º aniversario del Centro Gallego.