Dijo palabra...

La palabra culo tiene una terminal sonoridad que nos exime de comentarios. Pero como estamos eximidos, mirá que nos vamos a perder la oportunidad de hablar sobre el tema. No pongan esa cara; esa cara no...

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].

Una de las primeras aventuras infantiles que encaramos ni bien aprendemos a leer, es consultar en el diccionario la palabra “culo” y allí advertimos, con compartida picardía que no sólo existe, sino que significa “ancas, asentaderas, ano”. Probablemente después tenemos o tuvimos que buscar esas otras tres palabras, pero que culo, que ya tenía mala prensa y prohibiciones paternas expresas, se corporizara en el idioma, era toda una novedad con aire de reivindicación y descubrimiento. Entonces: ¿era o no era una mala palabra?

Entre sonrisitas, diccionario en mano, compartíamos rápidamente la palabreja con todos los amigos y amigas, y así la palabra culo circulaba contra natura- por delante de todas las otras palabras. Porque allí mismo probábamos con boludo, pelotudo y todas las demás. El hecho de que no todas estuvieran registradas y legitimadas por el diccionario, le daba al culo una mayor y redonda entidad. Desde entonces, culo merecía más respeto.

Terminantemente prohibida en el hogar, porque se dice cola, nuestra hermana menor nos denunciaba justo en el almuerzo: mamá, mi hermano dijo palabra...

Lo malo, lo que no se nombra, también es palabra, aun en su inclusiva omisión y así lo entendieron los grandes escritores -no empezó con Fontanarrosa en su celebrada participación en el Congreso de la Lengua realizado años atrás en Rosario- que usaron las “malas” palabras con la naturalidad con que lo hacemos en el lenguaje cotidiano y coloquial.

Pero nosotros, prontamente deschavados por la botona de tu hermanita, tenemos que enfrentar la mirada o el reto directo de tus padres, y vos tener la capacidad de sostener que esa palabra hasta allí negada, está en el diccionario, nada menos.

Entre otros múltiples y postergados usos, el criollo juego de la taba la incluye como una de sus dos posibilidades, y aquí ya con connotaciones negativas: caer de culo, es sinónimo de caer mal, de perder, de no tener suerte.

En el nacimiento mismo, el hecho de que una criatura venga de culo o de nalgas, plantea dificultades y desafíos desde el vamos y anuncia que la mano -por usar otra metáfora corporal con mejor prensa- viene complicada.

Y luego tenemos la más generalizada cara de culo, que tantos adeptos tiene por estos pagos y que conlleva en su definición que estamos mal, para atrás, cejijuntos, fruncidos con el perdón de la expresión (pero todo, todo está en el diccionario, mis chiquitos...). La cara de culo puede ser permanente (vive con cara de culo) o momentánea; estacional o propia de una franja horaria determinada (cuando se levanta uno tiene esa cara), puede progresar con el día o con el mes (conforme nos vamos quedando sin dinero) y admite esfuerzos no tantos, no exagerenà- de los demás para que cambiemos tan retrógrada fisonomía.

También culo es sinónimo de suerte. Cuando una persona liga el ancho de espadas cuatro manos seguidas, no tiene suerte: tiene culo o algún sinónimo más sonoro.

Yo creo que con esto por ahora estamos: hemos graficado suficientemente la cuestión, aunque nos quedan unas cuantas acepciones y usos por repasar. Por ejemplo reconocer que a veces usamos “traste” o “de los tomates” para reemplazar la verdadera palabra en la que pensamos: culo.

Las palabras, se sabe, no son buenas o malas, porque más allá de la dignidad, la petulancia, la jactancia, la elegancia, la propiedad que de ellas naturalmente emana (y emanar es un verbo complicado para le tema de esta semana), comprendemos luego que existen otras cuestiones no menores como el contexto (esa desprotección), el tono, la expresión, que pueden dotarlas de significados complementarios.

Llegamos hasta aquí, que es como la parte final, las asentaderas, las ancas o el ano el culo- de la nota, con la resignada conmiseración de los lectores más conspicuos que no saben si se trata de una licencia del editor, una distracción o el escape (tampoco es feliz esta palabra en este contexto) entre procaz y desubicado de un escritor trasnochado. Esta nota, piensan ellos con positivas razones convincentes, salió mal. Para el lado del culo, bah...

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