EDITORIAL

Sobre narcopolítica

Lo que debió ser una sesión legislativa trascendental por las implicancias del tema que se estaba discutiendo, se convirtió de repente en un verdadero bochorno. Casi a solas, el kirchnerismo terminó aprobando la norma que establece que, a partir de ahora, los adolescentes de entre 16 y 18 años podrán votar en la Argentina de manera optativa.

 

Esta medida, de alcance nacional desde los próximos comicios legislativos, viene replicar la decisión que ya habían adoptado provincias como San Juan y Tucumán.

Durante las semanas previas, el oficialismo había logrado el acompañamiento de gran parte de la oposición. El radicalismo y el Frente Amplio Progresista, por ejemplo, estuvieron desde un principio de acuerdo con llevar a 16 años la edad mínima para elegir autoridades, aunque proponían que el voto fuera obligatorio para todos.

En definitiva, salvo contadas excepciones, ésta pudo haber sido una norma aprobada en el Congreso de la Nación con un margen importante de coincidencias.

Sin embargo, el diputado nacional kirchnerista y líder de La Cámpora, Andrés Larroque, decidió romper el consenso previo. A los gritos, en un discurso que pareció dirigido al puñado de chicos que lo vivaban desde las barras, vapuleó a la oposición, la acusó de responder a las corporaciones y, por si esto no fuera suficiente, se refirió al gobierno de la provincia de Santa Fe utilizando el término de “narcosocialismo”.

Los opositores abandonaron el recinto en medio del griterío. Larroque, seguía con sus alaridos para la tribuna.

Durante las horas posteriores al escándalo, las máximas autoridades del socialismo dijeron haber recibido llamados telefónicos de algunos importantes funcionarios del gobierno nacional, a modo de disculpas. Desde el kirchnerismo, nadie salió a negar que dichos llamados hubieran existido. Tampoco se escucharon voces de respaldo para el líder de La Cámpora.

Larroque, con sus 36 años, hace rato que dejó de ser un joven militante. Sin embargo, parece no ser consciente de ello: su discurso tribunero se pareció más a una bravata estudiantil, que a otra cosa. A pocos días de su lamentable actuación legislativa, el camporista dijo que lo suyo había sido “una ironía para aleccionar a los opositores”.

Si se trató de una estrategia planificada, habrá que decir que sus resultados fueron, por lo menos, dudosos. De hecho, para lo único que sirvieron sus descalificaciones fue para avalar las teorías que insisten en que el kirchnerismo está utilizando con fines electoralistas el escándalo producido en la provincia de Santa Fe a partir de la detención del sospechado ex jefe de Policía.

Quizá sea verdad que desde la oposición no aparezcan líderes carismáticos, capaces de ganar la confianza de gran parte del electorado. Pero de lo que no hay dudas es que, en general, los argentinos están cansados de las agresiones y de la violencia que encarnan políticos como Larroque.