EDITORIAL

Saludos a Obama y palos a la prensa

No hay día en el que la presidente Cristina Fernández de Kirchner no haga un comentario peyorativo sobre el periodismo argentino que aun intenta informar y opinar sobre las cosas que ocurren cada día.

 

Sus reacciones frente a la prensa no adicta revelan un comportamiento obsesivo que, por su naturaleza, excede cualquier análisis reflexivo. Con las obsesiones no se puede discutir, hay que tratarlas.

Ayer nuestra mandataria comentó por Twiter el triunfo de Barak Obama en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de Norteamérica, y de paso descalificó a las encuestadoras por un supuesto error de magnitud que en verdad no se produjo. Para Cristina, la diferencia de electores a favor de Obama espeja el tamaño del error de los pronosticadores, a quienes ataca sólo para cuestionar -por carácter transitivo- a los encuestadores argentinos que en los últimos tiempos revelan en sus sondeos un descenso pronunciado de la adhesión ciudadana a su figura.

En rigor, los principales encuestadores norteamericanos dieron en el blanco. Sus números daban una paridad hasta poco antes impensada. En la víspera electoral, las cifras convergían en un empate técnico. Y con los resultados a la vista fue lo que ocurrió: la cantidad de votos fue muy pareja, pero en EE.UU. basta la mínima diferencia de un voto para que la totalidad de los electores de un Estado sean atribuidos al partido que sacó la pequeña luz de diferencia. Por añadidura, la cantidad de electores por Estado varía según su población, de modo que todos confieren un número distinto de electores. Y Obama ganó los más importantes, los que aportaban mayor cantidad de electores, y así llegó con rapidez a una amplia victoria que contrasta con los apretados números finales resultantes de la suma de los votos individuales de los norteamericanos.

Las mediciones previas apuntaban a este último plano, a cuántos ciudadanos apoyarían a uno y a otro candidato. Era, por otra parte, lo único mensurable. Entre tanto, el número de electores en una competencia tan cerrada era imposible de calcular. Lo repetido una y otra vez era que ganaría quien llegara a los 270 electores. Y el que llegó fue el reelegido presidente Obama.

De esta sencilla cuestión para quienes conocen el sistema electoral norteamericano -distinto del argentino, que es directo- la presidente sacó conclusiones opuestas a lo que en realidad ocurrió. Es que los números finales por votante le dan crédito a la medición de las encuestadoras -algunas de clara filiación demócrata-, en tanto que la presidente toma la diferencia de electores para desacreditarlas y proyectar sobre las consultoras argentinas y la prensa que supone opuesta a Obama y los demócratas, pertinaces acusaciones de manipulación informativa. Evocando a Goebbels -bien conocido por comunicólogos del oficialismo- les atribuye una orgánica práctica de la mentira como instrumento de acción ideológica contra su gobierno, imputación absurda que en los hechos solo es asimilable a la estrategia comunicacional del gobierno.