EDITORIAL

La mirada puesta en la clase media

La clase media se encuentra en el centro del debate, aunque no esté del todo claro qué significa pertenecer a ese sector social. Según una lectura absolutamente economicista, pertenecen a este grupo quienes perciben un determinado nivel de ingresos. Desde una visión sociológica, formar parte de la clase media representa comulgar con una serie de valores y de expectativas de vida.

 

Pero más allá del punto de vista elegido para describir a este grupo, lo cierto es que en la Argentina pertenecer a la clase media supone una suerte de sello distintivo. Para algunos, vilipendiado. Para otros, admirado y respetado.

Lo que nadie puede discutir, es el hecho de que la clase media ha sido a lo largo de la historia moderna del país el motor del desarrollo. Las evidencias, en este sentido, son irrefutables.

Según las estadísticas, se calcula que el 47% de las familias argentinas pertenecen en estos momentos a lo que puede considerarse clase media. Sin embargo, según un estudio realizado por la Consultora W (especializada en cuestiones vinculadas con tendencias sociales y consumo), si se consulta de manera directa a los habitantes del país, el 90% responderá que pertenece a la clase media (ya sea clase media tradicional, media alta o media baja).

Ocurre que, gran parte de los sectores de menores ingresos siente que pertenece a la clase media, a pesar de lo que reflejan sus bolsillos. Incluso, sucede el efecto inverso: personas que podrían ser consideradas como integrantes de la clase alta si se toman sus ingresos como parámetro, al ser consultadas, responden pertenecer a los sectores medios.

Algunos de los más obstinados voceros del gobierno nacional se apresuraron a circunscribir las masivas movilizaciones del 13 de setiembre y del 8 de noviembre a una reacción de la clase media, supuestamente reaccionaria frente a políticas que se suponen justas y redistributivas. Pero el concepto “clase media”, en la Argentina, alberga casi a todos. Y durante las protestas que ocuparon las calles de las principales ciudades del país, pudo observarse un abanico amplio y heterogéneo de participantes.

El gobierno debería ser muy cuidadoso frente a su tentación permanente de denostar a los integrantes de esta franja social. De hecho, fue gracias a la clase media que un Néstor Kirchner prácticamente desconocido pudo convertirse en presidente de la Nación en 2003. En aquellas elecciones, apenas obtuvo el 22% de los votos. Sin embargo, con esto alcanzó para llegar a una segunda vuelta contra el candidato más votado: Carlos Menem.

Menem sabía que la clase media, hastiada por la corrupción y el desempleo, le daría la espalda. Y entonces decisión no presentarse al ballotage.

La misma clase media renovó su apoyo al kirchnerismo en 2007 e, incluso, en octubre del año pasado, cuando Cristina Fernández obtuvo el 54% de los votos.

En lugar de buscar chivos expiatorios, el gobierno debería realizar una autocrítica y preguntarse por qué, muchos de quienes hasta hace poco lo apoyaban, se muestran ahora disconformes, cansados y desencantados.