9no. Argentino de Teatro

De lo nuestro, lo mejor

Durante seis días, Santa Fe vivió la mejor fiesta de su calendario escénico. Más de 6.000 espectadores asistieron a las diversas funciones en el Festival organizado por la Universidad Nacional del Litoral

Ruben Szchumacher  De lo nuestro, lo mejor

El brillo de tres actuaciones que quedarán en la memoria. Los cordobeses de Cirulaxia, con la ovación más grande. Foto: Archivo El Litoral

 

Roberto Schneider

La cifra es contundente: más de seis mil espectadores dieron su apoyo a la novena edición del Argentino de Teatro organizado por la Universidad Nacional del Litoral a través de su Secretaría de Cultura. Así, Santa Fe fue una fiesta con todas las de la ley: excelente organización y difusión, muy buenos espacios para que los elencos de cada provincia puedan ofrecer sus producciones y el interés de los santafesinos por asistir a cada uno de los espectáculos fueron la nota distintiva de un encuentro cada vez más necesario. Es más, los organizadores ya están pensando en la décima edición, a celebrarse el año próximo.

Doce espectáculos provenientes de Rosario, Capital Federal, Córdoba, Mendoza y también de Santa Fe ofrecieron diversidad de propuestas estéticas que se potenciaron por el ingenio creativo de artistas de diferentes generaciones. A la hora del final del encuentro, cabe sostener con firmeza que concluyó, como en anteriores ediciones, con renovadas esperanzas acerca de las posibilidades del quehacer. Clima de fiesta y sostenidos aspectos de satisfacción intelectual más la participación del público demostrada en sostenidas ovaciones y la calidad de los montajes ofrecidos fueron notas distintivas. Y más allá de los aspectos formales, lo importante es que el encuentro -del que los santafesinos ya se han apropiado- se hizo teatro. Podemos afirmar que una vez más los santafesinos tributaron homenajes a la inteligencia, al pensamiento y por sobre todas las cosas, al lenguaje teatral, esa preciosa, insustituible y compleja herramienta que nos permite el crecimiento como seres humanos.

Este panorama aparece en nuestra ciudad en un tiempo caracterizado por ciertas tendencias que relativizan la importancia de la cultura o la banalizan y degradan. Desde hace años, algunos estudiosos del tema observan que la cultura de la imagen desplaza a la cultura de la palabra, la reflexión abstracta cede su lugar a cierta visión frívola de la “experiencia” en sus versiones más vulgares y pasatistas.

Algo más que una vidriera

La Universidad Nacional del Litoral colocó en un primer plano la actividad y, así, el hábito de ver y apreciar, la conciencia de que la reflexión y el saber son una exigencia y no un adorno, una simple exhibición de habilidades retóricas. En nuestra ciudad -como en el resto del país-, donde peligrosamente crecen los porcentajes de analfabetismo real y funcional, y la crisis del sistema educativo en algunos lugares se parece a un estallido, los teatristas se preocupan por estas acechanzas a la inteligencia.

Digamos que el teatro es algo más que una vidriera en donde se lucen actores y directores más o menos famosos o consagrados; sí es por sobre todas las cosas un formidable esfuerzo para evaluar los alcances del crecimiento, de la diversidad, los aportes, los límites, y hasta el diálogo incesante con otras especialidades artísticas.

El teatro ofrece una realidad cambiante, diversa, abierta a la vida, a la práctica social de los pueblos, y esas mutaciones se realizan sobre la base de una estructura básica que la define. El teatro es flexible, se nutre de los aportes de otros lenguajes, pero lo que no se debe perder de vista es que lo hace desde determinados códigos, sin los cuales corre el riesgo de dejar de ser tal.

Está claro que la tarea de defender el teatro, registrar sus cambios, afianzar sus permanencias es un trabajo que excede esta nota. El teatro se constituye y se reconstituye todos los días. Los expertos, los intelectuales, los especialistas y los técnicos registran esas mudanzas, las elaboran, nosotros de algún modo las legitimamos y los encuentros o las fiestas -como ésta del Argentino de Teatro organizado por la Secretaría de Cultura de la Universidad Nacional del Litoral o la Fiesta del Teatro organizada por la Municipalidad de Rafaela, o el Festival del Mercosur de Córdoba- ponen a consideración de los espectadores el nivel de las propuestas, su calidad y el tamaño de los interrogantes que se abren.

El saber

Este Argentino de Teatro empezó de la mejor manera: con la presentación de un libro, base del saber humano como todos los libros. “Inventario del teatro independiente de Santa Fe”, una compilación de Jorge Ricci, publicado por Ediciones UNL, concitó el interés de una platea por conocer aspectos de un encuentro de grandes de la historia local del teatro, a partir de una inteligente idea de Jorge Reynoso Aldao, figura relevante de esa historia, merecidamente homenajeado en esa ocasión. En próximas ediciones de El Litoral daremos a conocer las instancias de esa presentación.

Luego, en el mismo edificio del Foro, se inauguró la exposición “El legado de un regalo”, sobre el archivo profesional de Osvaldo Neyra, un hombre de teatro, que fue presentada por Ana María Zancada y quien firma esta nota. También “Inventario del teatro independiente santafesino”, en la Sala Franze del Teatro Municipal, ambas organizadas por el Museo Histórico de la UNL. En días siguientes se dio a conocer también el libro “La flecha y la luciérnaga. Itinerarios de un viaje por la obra de Griselda Gambaro”, de Alberto Catena. Asimismo, dos encuentros para los “Diálogos sobre el teatro argentino” tuvieron como protagonistas a Rubén Szuchmacher y a Javier Daulte, quienes reflexionaron acerca de su actividad.

Lo mejor

La primera y enorme ovación fue para Rubén Szuchmacher, quien en “Escandinavia” ofreció toda la emoción del discurso amoroso escrito por Lautaro Vilo, con una dolorosa, brillante y emotiva interpretación en la despedida que un hombre hace de su hombre. Desde la abrumadora presencia de la soledad, el vacío y una triste cotidianeidad se destila el encuentro de un hombre en el mundo. Ternura, desencuentros, emoción e incomunicación y también un contacto con la pasión hila el crecimiento. Hay en la obra un concepto del teatro en profundidad, un sintético texto, bello, dolorosamente poético, que habla sobre el amor, la sinrazón del ser humano, sobre nuestras miserias, nuestras penas y nuestros instante sublimes.

Esos textos permiten establecer la presencia de un personaje de carne y hueso, verdadero, con historia y motivaciones, con hastío y anhelos, víctima y verdugo, como todos. Y hay un desarrollo dramático que participa de la emoción, de las ideas y del interés hasta dejar al espectador comprometido. El montaje se introduce en los cada vez más complejos estratos de una personalidad para terminar componiendo una historia rica y compleja, construida sobre la base de aristas y sutilezas: el enfrentamiento del ser humano con su universo más íntimo.

Una apuesta difícil, la de reivindicar el teatro de la palabra en un tiempo de imágenes espectaculares; la de plantear problemas profundos en una época de banalidades consumistas; la de hablar del individuo, en días de tensiones sociales. Un reto del que Szuchmacher sale más que airoso. Es el actor que oficia el milagro de la transmutación. Con su comprometida y entrañable interpretación destierra por momentos el dominio de la palabra y con el fluir de los silencios, la intensidad de los gestos o la hondura de su trabajo convierte el texto en vida, en carnalidad mensurable, tangible, en teatro. A través de su rostro y de todo su cuerpo resume la verdad, la vulnerabilidad. Para que el espectador se sienta parte de ese paisaje en el que la palabra juega con un ritmo cuidado, con un rigor impecable, donde sobrevuela una tenue emoción, una sutil poesía del sufrimiento o la vida misma.

Lo mejor II

La magnífica María Merlino fue la protagonista de “Nada del amor me produce envidia”, del siempre interesante cordobés Santiago Loza. La propuesta, dirigida con rigurosidad exquisita por Diego Lerman, es un verdadero canto a la exquisitez sustentado por la admirable composición de Merlino, única protagonista. Se trata de un melodrama musical anclado en el mundo de las cancionistas argentinas de los años ‘30. Una costurera admira a Libertad Lamarque imitándola hasta el hartazgo mientras realiza sus quehaceres en su pequeño taller. Hasta que un día, producto del azar o del destino, la mismísima Libertad golpea su puerta para encargarle un vestido. La historia se complicará cuando Eva Perón seducida por la súbita fama de la costurera quiera encargarle también un vestido para ella -justo el mismo vestido y no otro- que está terminando para Libertad. Es así que la costurera deberá elegir (tal vez por primera vez en su vida) qué hacer con el vestido.

Una puesta en escena rica en matices, que posibilitó a Merlino ofrecer una verdadera cátedra de actuación a partir de una interpretación que explota en la escena. Cuerpo, voz y alma ahí, cerquita, para disfrutar.

Los mejor III

“Naturaleza rota”, de Gustavo Guirado y José Guirado, con dirección del primero, posibilitó asistir a un espectáculo verdaderamente encantador, mágico, bello, con una enorme actuación de José Guirado, rica en corporalidad y gestualidad, plena de matices y de rápido enganche con la platea, que celebró cada uno de los movimiento de este enorme actor. No por estatura, sí por talento. La magia establecida con los espectadores tuvo fuerte llegada a partir de la poesía, la inocencia y la dulzura de una totalidad bellísima, es una “lección de anatomía con un Gepetto contemporáneo que trata de construir la más bella de las muñecas”. Teatro físico, teatro intenso, gran teatro.

Lo mejor IV

“DeSastres” llegó desde Córdoba para transformar a la Sala Mayor del Teatro Municipal en una verdadera fiesta plena de alegría, carcajadas, belleza visual y, sobre todo, enorme lucimiento de tres actores sobresalientes: Víctor Acosto, Gastón Mori y Carlos Possentini, tres clown-sastres argentinos que amanecen en Londres y se enteran de que han sido elegidos por un excéntrico millonario, descendiente de aquel que en otros tiempos diera la vuelta al mundo en 80 días, para realizar el traje que lucirá al regreso de un nuevo desafío: él dobla la apuesta de su antepasado y promete concretar el mismo recorrido, en tan sólo una hora.

Intenso despliegue actoral con una historia puesta al servicio de una totalidad enriquecida por la fuerte empatía lograda con los espectadores, que largamente ovacionaron a los integrantes de Cirulaxia.

Ruben Szchumacher  De lo nuestro, lo mejor

Foto: Flavio Raina


Ruben Szchumacher De lo nuestro, lo mejor

ofreció en “Escandinavia” todo el dolor de una bella historia de amor.

Ruben Szchumacher  De lo nuestro, lo mejor

El talentoso director Felipe Haidar y su magnífica versión de “La tercera parte del mar”. Foto: Flavio Raina

Ruben Szchumacher  De lo nuestro, lo mejor

Una clase de actuación. María Merlino en “Nada del amor me produce envidia”. Foto: Flavio Raina

Ruben Szchumacher  De lo nuestro, lo mejor

Ternura, exquisitez, talento y humor en la maravillosa “Naturaleza rota”, con José Guirado. Foto: Pablo Aguirre

 

Ruben Szchumacher  De lo nuestro, lo mejor

El mejor teatro en la formidable “El centésimo mono”, escrita y dirigida por Osqui Guzmán. Foto: Pablo Aguirre

Ruben Szchumacher  De lo nuestro, lo mejor

“Biónica”, de Mendoza, con su particular universo creativo. Foto: Mauricio Garín

 

Para el olvido

El Argentino de Teatro se ha caracterizado siempre por el alto valor estético de sus propuestas. Algunos espectáculos, a lo largo de sus nueve años de vida, han sido controvertidos, discutidos y analizados desde diversas perspectivas.

En esta edición, no se entiende muy bien por qué se seleccionaron dos montajes de escasos valores teatrales, como “Al final de todas las cosas”, que llegó desde Córdoba, con actores (?) a los que no se les escuchaban las voces, ni siquiera con los gritos proferidos porque estaban “haciendo tragedia griega”.

El otro caso es también cordobés y corresponde a “Teatro Minúsculo”, con el talentoso Luciano Delprato como coach... de la nada. Una experiencia que pasa rápidamente al olvido, con escasos valores de la teatralidad más mínima, con un elenco que se cree chistoso y que, en síntesis, hace mal teatro.

(continúa en pág.6)

Ruben Szchumacher  De lo nuestro, lo mejor

Teatro político de buen nivel en “Mi vida después”, de Buenos Aires.

Foto: Pablo Aguirre

 

(viene de pág.4-5 )

Lo mejor V

De manera contundente, el joven santafesino Felipe Haidar demostró, junto a su grupo Enjambre P., el porqué se transformó en la revelación de la actividad teatral rosarina. Ofreció “La tercera parte del mar”, una obra escrita por Alejandro Tantanian, magníficamente interpretada por Cecilia Borri -una actriz soberbia, maravillosa- sólidamente acompañada por Emiliano Dasso.

Se narra la historia de una mujer que se revela como el paradigma de otras que desaparecieron y que, quizás, son ella misma; la tortura como rasgo determinante de la infancia y la presencia de un hombre (el padre) que vuelve en otro cuerpo en un claro guiño a la tragedia, para poner a funcionar, una vez más, la belleza de las palabras más terribles. La salvación: el cuerpo, el otro lado del mar. La belleza no es nada más que terror domesticado.

Haidar concreta en la escena -con verdadero instinto teatral- una crítica feroz a la hipocresía y a la atmósfera asfixiante de la sociedad. Con su obra, Tantanián ayuda a mirar hacia adentro y juzgar nuestra sociedad. Y el director construye una totalidad encuadrada en un “extraño realismo”, en el que predominan los vínculos y las emociones. Es una obra descarnada en la que el humor negro, la violencia, las ironías y las sutilezas están jugadas desde la actuación. Ambos actores patentizan la idea de desamparo, de amor y de odio jugados en una cuerda dolorosa, abrumadora. Y verdadera. “La tercera parte del mar” se desarrolla en un ámbito cerrado en todo sentido, en el más puro estilo sartreano. Es un ritual del mal, eterno, que se renueva constantemente y que siempre es igual, donde prima la idea del juego entre seres en soledad y desesperados. Aquí se revela no sólo lo que se quiere decir, sino también lo que no se expresa, pero está en el pensamiento.

Para destacar

Otros espectáculos para destacar son también “Mi vida después”, con dramaturgia y dirección de Lola Arias, por su fuerte contenido político; “El centésimo mono”, con dramaturgia y dirección de Osqui Guzmán y el lucimiento de sus tres actores, Marcelo Goobar, Pablo Kusnetzoff y Emanuel Zaldua, largamente ovacionados y “Biónica” -de Mendoza-, una fuerte alegoría, con mucho de disparate muy bien construido, de William Prociuk. Y el estreno de la Comedia Universitaria con “Una cruz en el mapa”, cuyo análisis merece más espacio.