EDITORIAL

Inflación e impuestos,un cóctel asfixiante

Como un sacudón inesperado en medio de la noche, las movilizaciones del 8N parecieron despertar al kirchnerismo de su sueño re-releccionario.

 

En realidad, previamente ya se habían producido algunos llamados de atención. Pocas semanas antes del 8N, legisladores y dirigentes opositores firmaron documentos comprometiéndose a no avalar ningún intento de reforma constitucional.

Fue una señal importante, pero que no tuvo la contundencia alcanzada por centenares de miles de personas ocupando las calles de las principales ciudades del país.

¿Qué ocurrió como para que el contexto cambiara de esta manera?, ¿dónde quedó aquel masivo respaldo popular que permitió a Cristina Fernández ser reelecta con el 54% de los sufragios hace apenas poco más de un año?

El gobierno cometió, seguramente, numerosos errores para haber desembocado en la actual situación. Sin embargo, las evidencias demuestran que el mayor desacierto fue haber jugado durante tanto tiempo con un arma de doble filo: la inflación.

Este evidente proceso inflacionario, negado de manera grosera por las estadísticas oficiales, permitió incrementar sostenidamente los niveles de recaudación al gobierno central. Sin embargo, generó también un círculo vicioso que comenzó a tambalear cuando la economía ingresó en un período de enfriamiento y el gobierno careció de los dólares suficientes como para pagar deuda y hacer frente a desmesuradas erogaciones generadas por la crisis energética.

Pero esto no es todo. Según la Comisión Económica para América y el Caribe (CEPAL) y la Organización Europea para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), la Argentina tiene la presión tributaria más alta de la región, equivalente al 33,5 % de su Producto Bruto Interno. Inflación, más presión tributaria creciente, conforman un cóctel asfixiante.

Gran parte de esa clase media que hoy sale a las calles para oponerse a cualquier intento re-reeleccionario, votó a Cristina Fernández en octubre del año pasado. Y lo hizo a pesar de que el gobierno mostraba muchos de los defectos que hoy se le critican, y respecto de los cuales ya se advertía que, de seguir por aquel camino, la economía ingresaría en un período de turbulencias.

Mientras los aumentos salariales acompañaron los índices de inflación, muchos de quienes hoy denuncian el avasallamiento de las instituciones por parte del kirchnerismo y se quejan por las mentiras del relato oficial, optaron por la continuidad de este estilo de gestión.

Cuando esos integrantes de la clase media, azorados por la inflación, comenzaron a volcarse masivamente a la compra de dólares, el gobierno impuso un cepo cambiario que terminó por cerrar el círculo que desembocó en la contundente manifestación protagonizada por centenares de miles de personas a lo largo y ancho del país.

En definitiva, es probable que si la inflación no hubiera alcanzado los niveles actuales, muchos de quienes decidieron marchar el 8N hubiesen optado por tolerar las mentiras del relato, soportar la protección a funcionarios sospechados de corrupción e, incluso, avalar los intentos de poder eterno.