ES DE CAYASTÁ Y HOY TIENE 78 AÑOS

El costero que ayudó a sacar a la luz las ruinas de Santa Fe la Vieja

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Búsqueda. Desde 1949, Zapata Gollán develó los enigmas del viejo emplazamiento de la ciudad. Aquí se pueden observar los trabajos tras la localización de algunos de los restos del histórico emplazamiento.

Fotos: Archivo El Litoral / Amancio Alem

 

Reynaldo Cardozo participó en las excavaciones que realizó Agustín Zapata Gollán. Décadas después, recuerda al descubridor como “su amigo” y asegura que el Parque Arqueológico, donde trabajó por 42 años, “es su vida”.

 

Juan Ignacio Novak

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Reynaldo Cardozo es un costero con todas las letras. Frases cortas y precisas, mirada serena, saludo firme y trato amable. Nació hace 78 años en Cayastá, localidad que lo vio crecer, criar a sus cuatro hijos y ahora envejecer junto a las márgenes del río. Antes de iniciar el diálogo advierte que es un hombre de pocas palabras, pero basta hacer referencia a las ruinas de Santa Fe la Vieja para que quiebre su asumida mesura y comience a desentrañar sus recuerdos.

Es que Reynaldo es el único que queda de los hombres que se sumaron, tras el descubrimiento de Agustín Zapata Gollán, a las excavaciones que sacaron a la luz los restos del primitivo asentamiento de la ciudad.

A pesar de que, según rememora, no estuvo en el principio de los trabajos, que se iniciaron a mediados de 1949, se sumó tiempo después y asegura que su intervención en este hecho clave para descorrer los velos de la historia de Santa Fe fue fortuito.

“Un día me llamó el doctor Zapata Gollán y me dijo: ‘Vas a dejar el parque (donde realizaba diversas tareas) y te voy a mandar a que hagas descubrimientos’. ¡Qué alegría para mí! Me fui de ayudante para descubrir huesos y ruinas. No lo podía creer, tuve suerte”, cuenta Cardozo y sus ojos todavía se encienden al traer a su memoria imágenes que todavía conserva nítidas, a pesar de que por el tiempo transcurrido le cuesta precisar las fechas.

Por entonces se concretaban trabajos de desenterramiento de las viviendas de los colonizadores y de los cimientos y esqueletos de las antiguas iglesias del emplazamiento. “Cuando se llegaba a cierto nivel, que era el de las sepulturas, había que trabajar con espátulas, pinceles, cucharines y goma laca, un líquido especial que forma una capa sobre el hueso”, recuerda Reynaldo, con lucidez. El gran cariño que todavía mantiene por el predio donde se encuentran las ruinas no es casual: hasta poco antes de jubilarse, hace 18 años, se ocupó de realizar diversas tareas y llegó a oficiar como guía, gracias a los conocimientos adquiridos durante el curso de las excavaciones.

“Era mi amigo”

Al evocar a Zapata Gollán, Reynaldo Cardozo lo hace con un afectuoso respeto. “El doctor era mi amigo”, asegura sin rodeos. Y a partir de sus palabras casi resulta posible reconstruir la figura del arqueólogo, con su bastón y su perro (“que eran sus compañeros inseparables”, cuenta) examinando los trabajos o recorriendo el parque a bordo de su jeep. “Él era muy amigo de mi mamá, a quien le decían la Gringa. Es una historia linda, pero muy larga”, añade Reynaldo, quien estuvo en el velatorio cuando el investigador falleció, en octubre de 1986.

Son muchas las historias y las anécdotas que protagonizó Reynaldo con el correr de los años, pero hay una que conserva con predilección. Cumplía su turno en el lugar donde se alzan los restos de la iglesia de San Francisco, donde guiaba a los visitantes, cuando llegó una familia. “Les explique lo que pude y estaba a mi alcance, el hombre me preguntó si podía ver a Zapata Gollán y le indiqué cómo llegar hasta su casa. Al rato llegó el doctor y me dijo: “Te vengo a felicitar, porque el señor que vino recién me dijo que lo atendiste muy bien”. Y me preguntó si sabía quién era. “No, doctor, le respondí, a todos los atiendo igual”. Y me contestó: “Ese hombre fue vicepresidente de la Nación y me mandó a que te felicite”.

Ni bien termina su charla con El Litoral, Reynaldo saluda con un fuerte apretón de manos y vuelve junto a sus nietos. Faltan pocos minutos para que arranque el acto oficial por el 439 aniversario de la fundación de la ciudad. Durante la ceremonia, las autoridades colocarán ofrendas florales ante los bustos del fundador, Juan de Garay, y del descubridor de las ruinas, Zapata Gollán. Y parado detrás de los contingentes escolares, observará las formalidades con mudo respeto.


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Mirá cómo será el cariño que le tengo al parque (arqueológico de Santa Fe la Vieja), que los domingos veníamos con mi mujer y mis hijos a plantar árboles. Esta es mi vida, acá prácticamente nací y me jubilé”.

Reynaldo Cardozo

excolaborador de Zapata Gollán.

La historia

En 1949, el director del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, Agustín Zapata Gollán, inició las excavaciones que pusieron a la luz los vestigios de Santa Fe la Vieja.

Los primeros trabajos se realizaron donde el ex gobernador Enrique Mosca había rendido homenaje a Juan de Garay, justamente en el lugar donde yacían bajo tierra la iglesia y el claustro de San Francisco, según consta en la página web del Parque Arqueológico.

Antes, Zapata Gollán había realizado sondeos en el territorio que la gente de la zona conocía como “Santa Fe viejo”. Los pobladores le relataban que sus antepasados habían alcanzado a ver restos de muros que se atribuían a la primitiva Santa Fe y al arar la tierra o en los derrumbes de la barranca provocados por las crecientes, encontraban restos que por sus características pertenecían a una antigua población española.

El 28 de agosto de 1949 Raúl A. Molina, miembro de la Academia Nacional de la Historia, con monseñor Nicolás Fasolino, presidente de la Junta Provincial de Estudios Históricos y otros miembros de la misma, visitaron las excavaciones y pudieron verificar que los vestigios correspondían a Santa Fe la Vieja.

Las excavaciones continuaron por varios años hasta poner al descubierto las ruinas de tres iglesias (San Francisco, Santo Domingo y La Merced), el Cabildo, gran número de viviendas, testimonios de la vida cotidiana de los pobladores del siglo XVII y restos humanos.