Del sueño a la realidad: aquella moda santafesina

Mannequin y embajadora de la belleza -con participación y premios en distintos certámenes-, con destacadas participaciones en desfiles, publicidades y programas de televisión, la autora retrata una época en que moda y modelos tenían un lugar destacado en la ciudad. Anécdotas, recuerdos y trayectorias que, en muchos casos, siguen vigentes.

TEXTOS. MARTA SNAIDERO. FOTOS. GENTILEZA DE LOS ENTREVISTADOS Y FAMILIARES.

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Marta Snaidero, Ricardo Castañeda, Nequi Galotti y Ketty Shafer.

 

La moda puede mostrarse a través de diferentes “vidrieras”. En revistas, secciones específicas de diarios, programas televisivos (micros) y locales a la calle, entre otras. Si hay un medio que da vida a las prendas es, sin duda, el cuerpo de elegantes mujeres a las que antaño se las catalogaba como si “estuvieran pisando huevos”. El lugar elegido: salones, clubes, en los mismos negocios de venta, en la vía pública, y más.

Quienes conforman el “equipo” de modelos, no compiten entre sí como en un certamen de belleza, salvo por la prenda a lucir. Es aquí donde muchas veces, cuando no hay un trato preferencial entre la casa de modas y quien va a exhibir los artículos, la primera cree que tal prenda va con la modelo y no siempre es así.

La modelo de pasarella, sin dejar de lado su profesionalidad, prefiere sentirse a gusto con la prenda. Un diseño que no sería elegido por ella para su guardarropa, no tendrá el mismo tiempo de “pasada” ante el público. Pero negarse devendría en no ser llamada para un próximo evento.

En aquellos tiempos de desfiles con continuidad, compartir con modelos masculinos era un momento al que podían acceder las modelos “con más experiencia, cotizadas, conocidas” y al final, o como siempre sucede, para cerrar con el esperado traje de novia. Los más destacados, hagan memoria: Edgardo Poldi y Ricardo Castañeda, y tiempo después, Roberto Paraván y Alejandro Ferreyra, en nuestra capital santafesina. Con ellos tuve el agrado de trabajar y, en el caso de los dos primeros, siguen cada uno en el rubro de enseñar lo que bien saben y hasta de tener, como Edgardo, su propio micro de modas.

El grupo más conocido y al que captaban las boutiques del momento estaba también integrado por Liliana Logarzo, Liliana Casanova, Zulma Montero, Vicky Antille, Ángeles Fassi, Liliana Manera, Ketty Shafer (la correntina), Fabiana Sdrigotti y quien escribe. Más tarde, Graciela Silvar, Viviana Oleksak, Sonia Torres y Silvia Barcos, entre otras.

Con Vicky hacíamos buena pareja en altura y en desfilar “bailando”, según el cuadro elegido. Hoy continuamos con una sincera amistad a la distancia.

LA TRASTIENDA DE LOS DESFILES

La mayoría de los desfiles eran a beneficio (Alpi, Lalcec, Rotary, Club de Leones, Casa Cuna y otros). Tan a beneficio que, al menos, el peinado y el maquillaje les eran realizados sin cargo a las modelos por reconocidas coiffeurs: Lety y Ángela, y el Instituto de Belleza Belkys.

Algunas compañeras eran atendidas sin cargo aunque no hubiese desfile de por medio, por cuanto la profesional procuraba que no variara el color o estado del cabello, así como al adquirir una prenda desfilada, nos hacían descuentos o, directamente, se nos pagaba con ella.

Hasta sucedía que al terminar el desfile, reservábamos la prenda a fin de no perderla, porque al día siguiente del evento, quienes habían asistido “corrían” a comprar. En el interior, a veces, se estilaba que la conductora, con permiso de la casa de modas, vendiera al finalizar el desfile las prendas lucidas. De este modo evitaban el viaje a Santa Fe de las interesadas. Algunas de las boutiques: Zaracho Collection, Elegantísima, Trapería Doña Manuela, Alejandrina Modas, Maison Etiénne, Gloria Santamarina, Elain Modas, Distribuidora Mayorista Fried, Grandes Tiendas Santa Rosa (su empleada Cheli, quien había sido Miss Santa Fe, me dio la primera oportunidad de desfilar) Rivol, Garcia Adisse y Avant-Premier.

Merece mencionarse la colaboración constante de Oldani bijouterie y Calzados Clarisse, Celentano y Karla. Tema aparte era la posibilidad de contar con la buena iluminación y sonido de Ricardo Cottone. Si no era este el servicio, era el de Líbero Piccone, que aún hoy veo en muchos eventos y presentaciones. Aprovecho la oportunidad para recordar al querido locutor-conductor Jorge Ritvo.

Justamente con motivo de promocionar los desfiles a beneficio, teníamos buena difusión en los medios, lo que años más tarde, a algunas las favoreció para incursionar en distintos ámbitos. En mi caso, tuve mi propia agencia publicitaria a través de la cual organicé desfiles, contando con el invalorable apoyo de mi madre Clydes Myriam Baietto (diseñadora de modas), también presentadora en algunos micros de modas en Entre Mate y Mate. A propósito, gracias a Lucho Catania, muchas modelos incursionaron en la televisión por sus micros, otras dejaron el nido y abrieron su propia boutique en capital federal (Liliana Casanova), su propio programa de modas (Fabiana Sdrigotti de Araujo), e incluso, siguen desfilando hoy junto al famoso modisto santafesino Roberto Piazza (Vicky Antille).

Y más todavía, pasamos por la invalorable experiencia de desfilar con un hijo y aplaudir a otro sobre la pasarella.

Para algunas, ser modelo facilitaba promocionar en eventos, y hasta participar en certámenes de belleza (Viviana Oleksak, Vanina Sofía Oleksak y otras). Lo primero daba la soltura de sociabilizar y, para competir en certámenes, ya se contaba con la experiencia al caminar y posar.

A los pueblos no se podian llevar percheros, por lo que había que arreglárselas con lo que proveían en cada lugar y hasta colgar las prendas en puertas, sobre sillas o en los toalleros del baño. Buen lugar merecían las cabezas de telgopor sobre las que el coiffeur peinaba las pelucas que luego se lucían.

El tiempo no siempre era y es amigo nuestro. En temporada alta hay que desfilar ropa de invierno y viceversa. Hoy, las cosas han cambiado y a cada estación se adelanta la moda en las vidrieras.

Lo que el público no conoce es el backstage, donde, cuando no hay aguja e hilo, se recurre a cualquier solución para subir un ruedo o reemplazar un botón saltado. Desfilar una prenda con la etiqueta a la vista era considerado un grave error compartido entre quien vende y exhibe la prenda. Hoy no es así, todo vale.

Los cuadros preparados entre compañeras de desfile (recuerdo el que montábamos con Vicky Antille vestidas de vaqueros y el tema de “Allá en el rancho grande” de fondo) fueron, con el tiempo, moneda corriente y lo que podia apreciarse como una monótona exhibición de prendas exaltadas por su propio modelo y color, pasó a convertirse en un show. Así, se daba rienda suelta al movimiento y las modelos ya no eran maniquíes andantes, sino personas a las que se les permitía posicionar las manos fuera de la cintura, típica de las primeras clases de modelaje de antaño. Aquí era donde se ponia en juego el conocimiento del sonidista para encontrar el tema adecuado, y el de luces para presentar el número artístico.

CENSURAS ERAN LAS DE ANTES

En la época militar del país, algunos medios estaban presos de la censura. Recuerdo un hecho en especial: estábamos en plena grabación del micro de modas Entre Mate y Mate en el estudio de Canal 13 Santa Fe de la Vera Cruz, desfilando lencería. Un camisón algo transparente hizo que desde el control, ordenaran el cambio; de otro modo no sería permitida la salida al aire. ¡Qué parecido con la actualidad!

Y hablando de desfilar lencería, habia quienes no lo hacían. Incluso, en trajes de baño, el dos piezas era el más cuestionado: a las “flacas” les venía como “anillo al dedo” pero las que tenían una talla superior de busto generalmente optaban por la enteriza.

DE LA PASARELLA AL CETRO DE BELLEZA

Por siempre se asoció a la modelo con la belleza, la elegancia, un cuerpo casi perfecto.

Subirse a una pasarella no es lo mismo que a un escenario. En la primera, como bien destaqué, no compite la persona; en un escenario y en pos de un título, sí.

Cuando ya se sabe “caminar” sobre la alfombra y sonreír, y si además madre natura nos obsequió con ciertos atributos físicos, se podría decir que seremos elegidas como reina.

En mi caso, tuve la oportunidad de lograr el cetro en varias oportunidades y cuando ya los años me habían alejado del tiempo de competir, incentivé a otras señoritas para lograr no sólo primeros puestos a nivel provincial y nacional, sino también internacional. Todo fue posible, en los siete años en que me vinculé con la licenciataria a nivel mundial de los certámenes más importantes de belleza, la Sra. Nelly Raymond.

Una modelo puede llegar a ser reina, pero una reina no siempre se destacará como una modelo.

Pero de reinas y princesas hay mucho para contar y, por cierto, las anécdotas involucran intereses no sólo particulares sino hasta políticos. Se puede ser la más indicada para representar a un país, pero quedarás a mitad de camino si la organización se ve impedida por motivos que el pueblo jamás conocerá.

* * *

Lo que nunca, nunca pasará de “moda” es que muchas niñas a cierta edad, por sí solas, intentarán frente al espejo, soñar, posando como una modelo, y seguramente habrá alguien a su lado que aplaudirá esta acción. Hoy, como abuela, veo a mi nieta Rocío Abril “desfilar” jugando a sus 6 añitos, y me pregunto si los genes también hacen de las suyas. Porque en ese caso, mi nieto Santiago Rubén quizás pruebe compartir camarín como su padre Rubén y su tío Leandro, junto a reconocidas modelos.

Gracias a que hoy en día las modelos se muestran como seres humanos, con familia, tratando de sortear dificultades como cualquiera, se va extinguiendo aquello de que “son frívolas” y el paso del tiempo no las excluye de que su imagen sea publicada en notas o tapas de revistas de circulación nacional e internacional, donde acompañan desde su lugar de madres o abuelas a quienes harán carrera, tal como lo hicieron quienes lograron acaparar las miradas masculinas y la admiración de otras mujeres.

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Vicky Antille y Marta Snaidero: en el cuadro “las vaqueras”.

ADIÓS A LILI

Liliana Manera se destacó por su calidez y simpatía, atributos que la distinguieron frente al público y entre sus compañeras.

Juana Paz nos cuenta: “Durante un desfile, había que pasar con un perro Dálmata. Nadie quería por temor a que el animalito las hiciera caer. Lili se atrevió de una”.

Lili nos dejó cuando todavía había aplausos para ella; se llevó el amor de los suyos y nos quedó su recuerdo. Donde quiera que esté, seguirá siendo “modelo” de bondad y dulzura.

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Vicky Antille.

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Silvia Barcos.

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Edgardo Poldi.

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Ricardo Catañeda.

“Siempre admiré a María Amelia Ramírez. La diferencia generacional y su radicación en la gran Capital me privaron de compartir pasarela, aunque supe contar como postulante a uno de los certámenes de belleza a una sobrina, con rasgos tan bellos como la otrora modelo santafesina”.

MARTA SNAIDERO

¡A LA PASARELA!

Vicky Antille: “En un desfile en Gral. Belgrano, al cortarse la luz, tuve que seguir desfilando sólo iluminada por los tachos de abajo. Los aplausos no se hicieron esperar”. “En el hotel Provincial en Mar del Plata, cerrando un desfile con traje de novia, el DJ cortó la música, seguí como si nada”.

Ketty Shafer: “Recuerdo que estaba desfilando con un gatito. El animalito me arañaba y yo seguía desfilando como si nada sucediera, con una amplia sonrisa”.

Edgardo Poldi: “desfilé con Susana Giménez cuando surge con el jabón, sábado en Tía María y domingo en Esperanza. Al final del desfile me dijo: ‘Nene, ¡sos igual a Ante Garmaz!’ (por el estilo al desfilar). Me descubrió Cotita Barletta como modelo. El dueño de óptica Lince me mandó a Canal 13 para pasar anteojos en el programa Hogar Dulce Hogar. Recibí elogios de Gloria Santamarina y Bily Mazola por fotografiar bien”.

Más cerca e iniciando otra etapa, Silvia Barcos: “El enterito de la foto me lo terminé comprando como casi siempre lo que desfilaba. Llegaba con el tiempo justo a los desfiles porque trabajaba en el comercio, pero amaba lo que hacía. Junto a Pipi Rivero y Cacho Galé hacíamos desfiles en el interior. Lo pasábamos genial”.