Al margen de la crónica

Un cómplice indiscreto

 

El romance del dimitido director de la CIA David Petraeus con su biógrafa Paula Broadwell no sólo ha arruinado su brillante carrera sino que ha puesto sobre aviso a otros adúlteros: internet es chismosa y no olvida.

Petraeus, anunció el viernes pasado su renuncia al frente de la CIA tras admitir que tuvo una relación con Broadwell después de abandonar el Ejército.

Su anuncio ha causado una conmoción dentro y fuera del Pentágono pero también ha puesto de relieve una gran verdad del siglo XXI: la autopista de la información facilita los amoríos pero también se ha convertido en su tumba.

“No debe sorprender que alguien como Petraeus se haya enredado en un triángulo amoroso. Las necesidades afectivas son distintas a las profesionales, y la inteligencia emocional no tiene que ver con la intelectual... La gente puede tener muchas tentaciones y muchos vacíos que llenar con éstas”, afirma la terapeuta familiar Claudia Campos.

“Los hombres buscan compañía, alguien que los valore, que los admire, y posiblemente ese fue el caso del general Petraeus”, señaló la experta.

Según Campos, la mayoría de las infidelidades ocurre en los lugares de trabajo, donde se pasan más horas que en casa y entre colegas se encuentra un “paño de lágrimas”. Los viajes, las largas ausencias y, sobre todo, internet, también facilitan los amores clandestinos, agregó.

El romance del máximo jefe de los servicios secretos de Estados Unidos fue descubierto por el FBI gracias a un intercambio de correos íntimos entre Petraeus y su antigua amante en una cuenta de Gmail que ambos compartían.

Quienes deciden llevar vidas paralelas han encontrado en internet un cómplice perfecto en sitios como Facebookcheating.com, o AshleyMadison.com, cuyo lema es “la vida es corta. Ten un affaire”.

Pero a Petraeus y a otros en su situación se les olvida que, aun cuando uno borra un mensaje electrónico, éste deja una huella indeleble en el disco duro de la computadora.

Asimismo, los mensajes instantáneos, fotos o textos compartidos en Facebook o Twitter también tienen una especie de marcador electrónico que puede ser rastreado en cuestión de minutos.

Algunos se preguntan si, a raíz del caso Petraeus, sería mejor regresar a los adulterios a la vieja usanza, libres de celulares y demás artefactos de alta tecnología.

Un consejo del congresista demócrata Barney Frank repetido más de un centenar de veces en Twitter parece pensado para las relaciones prohibidas: “nunca escribas cuando puedes hablar, nunca hables cuando puedas asentir, nunca asientas cuando puedes hacer un guiño”.

“Los seres humanos no sabemos estar en soledad, pero la gente tiene que recordar que la vida privada a nivel de internet no existe. No hay dónde esconderse”, sentenció Campos