27º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata

Una apertura austera

Todo fue breve, sencillo y adecuado.

La nota

Con la presentación del film “El muerto y ser feliz”, del español Javier Rebollo, se inauguró oficialmente el festival.

Foto: GENTILEZA FESTIVAL

Roberto Maurer (Enviado especial)

Hace unos días, en la rueda de prensa realizada en Buenos Aires para anunciar el 27º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, la presidenta del Incaa Liliana Mazure señaló que esta edición “será fiel al espíritu y a la consigna del festival inaugurado por Perón en 1954 y sus políticas públicas relacionadas

a lo audiovisual”. Al margen de que esas “políticas públicas”, si existieron, descansaron en una concentración de medios a los cuales no accedía la oposición, las palabras de la funcionaria presagiaron un “festival militante”.

No fue así, si juzgamos por la ceremonia de apertura, tal vez por la austeridad de la organización de este año, que en palabras descarnadas puede llamarse ajuste. El mismo seguramente se relaciona con la ruptura del consorcio formado hace pocos años que formaron el Incaa, el gobierno provincial y el municipio marplatense, cuyo intendente estuvo en la ceremonia pero ni siquiera subió al escenario para dar la bienvenida como dueño de casa.

Sin pasarela

Como es tradicional, la apertura se celebra en el Auditorium, un latinazgo marplatense, esta vez sin pasarela de ingreso ni muchedumbre cholula alrededor, ya que no hubo figuras de alcurnia para recorrerla.

La ceremonia fue corta y sobria, bajo la conducción solvente de Gabriela Rádice y sin números artísticos de relleno. La sobriedad es conveniente para estos acontecimientos, ya que evitan la presencia de funcionarios políticos y sus discursos innecesarios en el escenario. Sólo se anunció la razonable presencia de funcionarios de áreas culturales de casi todas las provincias, incluyendo la nuestra.

Dada la ausencia de figuras estelares, las cámaras sufrieron hambre, al punto de que solamente pudieron amontonarse y pelear por hacerle una nota a Jorge Telerman. Otra celebrity que circulaba era Víctor Laplace, que vino a presentar su película sobre Perón, a quien encarnó hace un tiempo y ha convertido en su caballito de batalla.

Hace rato que no hay fiestas a lo grande. Eran en el Salón Dorado del Hermitage, luego pasaron al rehabilitado Hotel Provincial, donde se celebró por última vez en un estilo nacional y popular, simpático y económico, con choripán y hamburguesas.

Sólo quedó el lunch previo a la inauguración en el enorme foyer del Auditorio, donde una multitud en un estrecho cuerpo a cuerpo devoró salados convencionales, y vio pasar algún platito de sushi a la velocidad del sonido.

Ya en el escenario, la bienvenida la brindó el longevo José Martínez Suárez, en su quinto año de presidencia del festival. Se proyectó un corto dedicado a Leonardo Favio, que ya había sido exhibido en la edición ‘98, con el propio homenajeado y Cristina en el escenario.

Luego subieron algunos jurados de la competencia internacional: el director francés Bertrand Bonello, el iluminador alemán Thomas Mauch (colaborador de Herzog) y la actriz cubana Eslinda Núñez. Finalmente, con gente de su equipo, el cineasta español Javier Rebollo presentó su film “El muerto y ser feliz”, con cuya proyección se inauguró oficialmente el festival, sin la presencia de Liliana Mazure, reeplazada por su vice.