El Litoral en la cárcel de Coronda

“Por estar presas creíamos que no teníamos derechos”

Lo dijo Alddanha, una de las dos internas travesti que tramitaron el DNI con nombre femenino en este penal. La historia de dos mujeres que a pesar de estar privadas de su libertad lucharon por su identidad.

“Por estar presas creíamos  que no teníamos derechos”
 

Salomé Crespo

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Alddanha y Priscila son los nombres que eligieron las dos internas travestis de la Cárcel de Coronda para que figuren en el nuevo Documento de Identidad. Entre los 1.023 hombres que cumplen condena en el penal son las primeras que gestionan el cambio de nombre y se abren paso por los interminables corredores de un universo netamente masculino en taco aguja.

Fue el miércoles 7 de noviembre cuando comenzaron el trámite en el Registro Civil de Coronda para que se las reconozca como mujeres, un derecho que otorga la Ley 26.743 de identidad de género.

Hoy pasan sus días entre las tétricas paredes del Instituto Correccional Modelo U1 Dr. César R. Tabares, desde donde salieron para gestionar un trámite que tal vez acerque un poco de equilibrio en dos vidas tumultuosas desde temprano. “Yo, putito desde chiquito”, confesó Alddanha alias “La Chochi” a El Litoral, a la vez que se preocupó por precisar cómo se escribía su nombre “nada sencillito”.

Con euforia sobreactuada, contó lo que quiso de su historia de vida sentada delicadamente en uno de los bancos de la capilla del penal. Una escena surrealista en medio de la atmósfera de la cárcel, que se impone particularmente turbadora para la mirada de quien tiene naturalizada y por tesoro a la libertad.

“Por estar presas creíamos que no teníamos derechos”, explicó la mujer mientras se arreglaba el pelo negro y prolijo. A Alddanha, que goza de salidas transitorias, le quedan 9 meses de condena.

Priscila en cambio es sosegada y silenciosa pero encontró las palabras para graficar la alegría que le produjo saber que podía cambiar el nombre que aparecía en su documento desde su nacimiento, que ya no la representa, ni pronuncia. “Saltábamos en una pata, es un sueño que anhelábamos tanto”, le salió decir. En su caso, son tres los años que le quedan por pasar entre rejas, sin salidas transitorias porque en su sentencia le aplicaron el artículo Nº 56 de la Ley de Ejecución Penal que niega el beneficio a los condenados por delitos como homicidios o secuestros extorsivos.

El paisaje tumbero

La cárcel es cruel. Desde el ingreso por calle Belgrano 2421, marcado por una puerta de rejas verde hasta la capilla ubicada en el módulo sur hay 10 portones similares, en cuatro un oficial detiene a los visitantes y solicita los datos personales. Sólo un uniformado está autorizado a abrir y cerrar los canceles, que rechinan hasta erizar la piel. Todos fuman.

En uno de los pasillos del módulo sur un hombre de civil arrastra un contenedor lleno de pan recién horneado que explica el aroma que se estira hasta la puerta principal.

La institución de la provincia fue creada en 1933 y al recorrerla parece que los muros detuvieron entonces el tiempo que sí cambió afuera. Tanto es así que actualmente el desafío del sistema carcelario es contener a internos que no son “ni hombres ni mujeres, sino travestis”, como dijo Alddanha.

“Acá no hay amigos, sólo compañeros. Hay que tener ojos en la nuca”, aclaró Alddanha, y Priscila le soltó una sonrisa forzada, como quien se da por aludido.

Ambas pasan sus días en el pabellón 6 del ala norte. Aunque se declaran “enemigas” y se “dieron masa más de una vez” comparten una causa: obtener su nuevo DNI de identidad femenina.

La transformación de cada una comenzó a forjarse en la infancia pero a pesar de la resistencia de sus familias, nunca doblegaron el objetivo de verse y comportarse como mujeres.

Alddanha se trasvistió a los 11 años y estando en la cárcel no le resultaba cómodo que la llamen por su nombre de hombre. “Imaginate que me llamen por mi nombre de hombre y aparezca yo, es vergonzoso y traumático”, protestó. Eso es algo que para ella quedó absolutamente atrás: “Hoy es liberador que mi nombre esté en el documento”, aseguró.

Asumir su condición sexual para las dos significó una crisis, como todo cambio profundo, que arrastró múltiples conflictos que hasta hoy llevan como marcas en su historia personal y en el relato que de esas vidas construyen en un lenguaje tumbero, que por momentos parece ficción. Tal vez les sirve como recurso de supervivencia, un mecanismo de defensa igual que los gestos histriónicos de Alddanha que soportó sucesivas palizas desde el primer momento que dejó ver sus expresiones afeminadas.

“Hasta que un día en el acto de fin de año de la escuela hice de Thalía con todas mis chicas bailando atrás. ¡Un fuego!”, recordó sobre una de sus mayores conquistas en el entorno de una familia encabezada por una ama de casa y un oficial de la policía.

Para la familia de Priscila que vive en Rosario, también fue difícil aceptarla a pesar que desde chiquita “fui mariquita”. “Un día los junté a todos y les expliqué lo que era, porque sentía que no podía ser así, estar trabajando en la calle a espaldas de ellos”, deslizó con pudor y aclararon juntas: “Sí, ejercemos la prostitución”.

Desde muy jóvenes ofrecen su cuerpo a cambio de dinero en la calle e incluso deslizaron que adentro del penal también se relacionan con otros internos que les pagan.

Pero entre tanta hostilidad alguna de las tantas formas del amor apareció en la penitenciaría para Alddanha y Priscila. “Para nosotras significa pertenecer a un solo hombre desde el sentimiento pero de la puerta para afuera tengo mis clientes, mis chongos, mis amantes”, clarificó Alddanha, para que se entienda que una vez libre piensa seguir entregando sexo por dinero, aunque lleve el nombre de su hombre tatuado en la cintura. “Porque es para lo que estamos”, se convenció Priscila, una mujer con mirada mustia y quebrada.

Aunque privadas de su libertad en la Cárcel de Coronda, estas dos mujeres pudieron vencer las rejas de la identidad que en los documentos no las representaba para empezar a ser (tal vez por primera vez) lo que ellas eligieron.

Desde la izquierda.

La abogada Martina Guirado (de espalda), Alddanha (izq.) y Priscila recibieron a El Litoral en la capilla de la penitenciaría, que se encuentra en reparación.

Foto: Guillermo Di Salvatore

 
 

Volver al penal después de estar en la calle es como volver al infierno porque me revisan como siete guardias y a los internos hombre sólo dos”.

Alddanha

Interna travesti

Quiero el traslado a la cárcel de mujeres de Rosario porque estaría más cerca de mi familia. Mi madre es una mujer grande y quiero disfrutarla”.

Priscila

Interna travesti

La demanda de adecuación del sistema carcelario

La doctora Martina Guirado es la abogada rosarina que patrocina al grupo de seis travestis interesadas en el cambio de identidad. En diálogo con El Litoral destacó la necesidad de readecuar el sistema de la Penitenciaría para brindar un trato digno a las internas travestis.

“La Ley de Identidad de Género tiene estos efectos colaterales. Ahora hay que analizar cómo se adapta la Penitenciaría al género asumido por las chicas”, explicó la abogada.

Tanto las actividades diarias en la cárcel como los talleres que desarrollan tienen un perfil masculino, y en muchas oportunidades a los travestis les resulta hasta riesgoso compartir esos espacios.

Si bien no existe un pedido formal de traslado de Alddanha y Priscila a una cárcel de mujeres, la gestión del mismo sería una posibilidad de mejorar su estadía mientras cumplen las condenas. Además, en el caso de Priscila significaría la posibilidad de estar más cerca de su familia, ya que gestionaría en un futuro un traslado a la Unidad 5 de Rosario. Alddanha en cambio dijo que no tiene intención de irse de Coronda porque no está dispuesta a afrontar el traslado y a dejar a su pareja.

Guirado destacó que el proceso de reconocimiento de la identidad de las internas y de la inclusión en el sistema carcelario “también tiene que ver con la resocialización a la que se apunta desde la ley penal, en estos dos casos, desde el lugar que ellas pretenden”.