Lengua Viva

Justicia y Educación

El sometimiento, el miedo, la humillación, la aceptación, sin límites, de situaciones posicionadas en el absurdo y la incongruencia van llevando al hombre a la impotencia, la cual debilita su mente y su espíritu, de tal suerte, que va perdiendo el rumbo, no hay un timón que pueda manejar para llegar a destino, está a la deriva, al sálvese quien pueda; no hay proyectos ni horizonte, en lo único que piensa es en la supervivencia, en conservar su vida, cuya calidad es lamentable. Cuando lo asaltan, le roban, lo despojan de sus enseres, ve frente a sí un revolver o un cuchillo, queda un ser humano humillado y atemorizado, preguntándose ¿por qué?

La juventud presa de la ira, irrumpe en las escuelas sin tino, pegando, dañando a sus compañeros y docentes sin ningún límite. Sorprendidos y angustiados, escuchamos las noticias a través de los medios de comunicación, en las que no faltan acciones lamentables ocurridas en los pasillos o en las aulas de instituciones educativas y cuya autoría es de los propios alumnos; frente a ellos imaginamos a docentes impotentes que hacen lo que pueden para que las situaciones no lleguen a niveles lamentables, vemos a autoridades sin autoridad y profesionales a cargo del control de la violencia escolar (SOS) que, muchas veces, no pueden controlarla a pesar de tener el apoyo de las autoridades ministeriales, etc.

El peligro nos rodea por doquier, no hay edades, sexo, estrato social, contextos, ámbitos institucionales, adonde el desvarío no esté tratando de avanzar e imponerse para quedar instalado. La inmoralidad corroe nuestras vidas y se instala en ellas naturalizándose, llegando a ver como normales acciones que no lo son. La pregunta se impone: ¿qué hacemos? ¿por dónde empezamos? Sin duda: por la Educación. Es el único camino que nos puede llevar a vislumbrar esa luz de esperanza mediata e inmediata. Tenemos la obligación de pensar en las futuras generaciones; que los padres jóvenes desarrollen la conciencia de la necesidad de educar a sus hijos en un ámbito de respeto, de valoración del bien y su diferenciación con el mal, un ámbito en el que la moral, la razón, las conductas sean un eje fundamental, donde el niño desarrolle hábitos correctos que le permitan incursionar en distintos contextos, que el respeto , la honestidad y la solidaridad sean el faro formativo en su desarrollo. Tendremos que pensar en la importancia de introducir a nuestros niños y jóvenes en un ámbito religioso y trascendente, no permitamos que en su mente reine el materialismo y el consumismo, encerrándolos desprotegidos en su propia soledad. El hombre está hecho de mente, cuerpo y espíritu; alimentemos al espíritu en pro de su cuerpo y de su mente y , tal vez, en un futuro promisorio, desde otro lugar, podamos ver los resultados con el esbozo de una sonrisa.

Evangelina Simón de Poggia

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