Tribuna de opinión

Después de la tormenta, la bronca

Después de la tormenta, la bronca

Postes caídos después de las tormentas de fines de noviembre en la zona de Tostado. Desde los apagones hasta el restablecimiento total del fluido eléctrico, se vivió a oscuras casi 400 horas, un poco más de 16 días. Es el resultado de nueve años de desidia. Foto: Archivo El Litoral

 

Eloy Rodríguez

La gente del Departamento 9 de Julio tiene una mansedumbre que conmueve. Hoy, esos mansos mastican bronca, se sienten usados. Es entendible, ya son nueve las veces, desde noviembre de 2004, que soportan varios días sin energía eléctrica después de un temporal. Quieren una solución definitiva. No se la dará un simple gestor ataviado de político. ¿Qué es si no? Está para los subsidios y el asistencialismo.

El 30 de julio de 2003, la inauguración de la línea de alta tensión Ceres-Tostado, se vendió como la solución definitiva al problema energético zonal. Sus mentores fueron quienes quisieron privatizar la energía a cualquier costo (en la más amplia acepción del término), pero sucumbieron ante la realidad y terminaron siendo acérrimos defensores de una EPE estatal. Así es la política camaleónica.

Omitieron informar, a sabiendas, que era una obra a medias. Y una obra a medias sólo trae remiendos efímeros.

El fiasco se desenmascaró el 23 de noviembre de 2004, cuando la caída de 14 torres en cercanías de Ceres, dejó a 9 de Julio sin luz por cuatro días. El fenómeno se repitió, por falta de idoneidad, días después, el 15 de diciembre, cuando ocho de esas torres se volvieron a desplomar y la gente padeció otros tres días sin energía eléctrica. En ese momento se comenzó a hablar del cerrado del anillo energético, una línea en sentido opuesto a la existente que, ante cualquier emergencia, se pusiera en funcionamiento inmediatamente para evitar la oscuridad. Hubo otros casos: el 3 de octubre de 2006, una tormenta negó la luz por doce horas y el 29 de noviembre del mismo año, a varias torres derrumbadas 7 km. al sur de Tostado le sucedieron tres días de tinieblas; el 2/8/2007, fue un día a oscuras, por un desperfecto de aisladores en la zona de Sunchales. El cerrado del anillo energético cobraba fuerza ante la pregunta “¿Por un problema en Sunchales, a 220 km. de Tostado y a 400 km. de Gato Colorado, límite con Chaco, nos quedamos sin luz?” Hubo otro corte el 12 de agosto de 2008, por 12 horas, otro el ll de noviembre de 2009 por 24 horas ante una falla en Curupaytí. La pregunta cobraba vigor. La desidia siguió firme, el 5 de abril de este año, hubo un corte de casi 5 horas en la madrugada tostadense, y esté último, del 28 de noviembre pasado, cuyo restablecimiento total llevó casi ¡seis días!, desorganización mediante. ¡Todo un record!

Desde los apagones hasta el restablecimiento total del fluido eléctrico y otros cortes parciales, para evitar daños en obsoletas instalaciones (es calamitoso el estado de los postes en la Ruta 9l S, de Tostado al norte, y en los 14 Km. de Tostado a Fortín Charrúa, entre otras), se vivió a oscuras casi 400 horas, un poco más de 16 días. Es el resultado de nueve años de prestar un servicio desidioso.

A la hipocresía inaugural se la trató de tapar con dialéctica, proveniente de una política callejera captadora de votos. No se pudo tapar nada. La única propuesta seria sobre la problemática la planteó el Ing. Hugo Terré, en su gestión como senador por el Departamento 9 de Julio en el período 2007-2011. En diciembre de 2007 presentó un plan estratégico, antes que la Provincia tuviera el suyo, con varias opciones para realizar la obra del cerrado energético. En una de las tantas reuniones el intendente de Tostado, varios presidentes comunales y referentes de distintas entidades, desafiaron: “elijamos una y empecemos”. No se pudo elegir ninguna. La política carcomida desde las sombras por intereses personales lo impidió. El egocentrismo de querer ser el dueño de la obra pública boicoteó las necesidades de la gente.

Lo que no se entiende es cómo la política prescinde del rigor científico que pronostica los fenómenos climáticos con días de antelación, 4 de los 9 ocurridos en 9 de Julio fueron en el mes de noviembre. La gente, a la que no le queda más alternativa que soportar estoicamente la rebelión irremediable de la naturaleza, pide que se trate de morigerar, mediante la previsión, las consecuencias del desastre. La gran obra, hasta hoy, es una mediocre novela inédita. No existe proyecto alguno sobre el cerrado del anillo energético. La autocrítica duerme junto a la impericia. Llegarán otros fenómenos climáticos, es una zona de constantes alertas meteorológicos, y los días posteriores serán el escenario justo para el político de ficción: subsidios, asistencialismo, tráfico de influencias y proselitismo. Esquirlas de una política devaluada.

Para concretar una gran obra hace falta un político con grandeza. No lo tenemos.

Desde la Provincia, satisfechos con un diagnóstico archiconocido, son incapaces de comenzar a realizar esta obra definitiva. ¿Cuánto dinero le representó al Estado asistir a damnificados desde 2004 a la fecha? ¿Cuánto podría haber evitado la previsión?

Según el refrán “Para muchos, la mentira es la base de la ley, de la política y de lo que llaman justicia”. El cerrado del anillo lo ratifica. Se ha convertido en una metáfora inalcanzable para simples gestores de ocasión.

La gente agradece el arduo trabajo que hicieron empleados, funcionarios de la EPE, entidades intermedias y Junta de Defensa Civil para restablecer el servicio, ellos no tienen la culpa de nada.